Dado que soy ciudadano estadounidense y vivo en el exterior, con frecuencia, me preguntan qué pienso del presidente Trump.
Cuando él presentó su candidatura, me preocuparon bastante su conducta y sus puntos de vista, pero decidí que era el mal menor entre los dos candidatos más populares (la otra era Hillary Clinton). Apoyé sus políticas comerciales y a favor de la vida. En aquel entonces, habría descrito a Trump en los siguientes términos: “Es un personaje complicado. Tiene de todo un poco: cosas buenas y cosas malas”. Hoy en día, mi postura es más simple. Trump es un hombre ofensivo y necio. Es una caricatura de la verdadera virtud presidencial.
Conforme fue pasando el tiempo de su mandato presidencial, me sentí cada vez más consternado por su autopromoción, su falta de humildad y su agresivo discurso. Su hábito de denunciar públicamente a cualquier persona que no esté de acuerdo con él es desconcertante. Sus abusos de poder son profundamente alarmantes. Nunca acepta su culpabilidad y siempre echa la culpa a otros. Cataloga a los demás haciendo uso de términos manipuladores. Su rábido populismo despierta un fanatismo ciego, xenofobia y racismo, muy tristemente, incluso, entre los evangélicos. Además, su afiliación con Paula White (su “pastora”), una predicadora hipercarismática que promueve el evangelio de la prosperidad, es sumamente repudiable.
Por eso, desde hace unos meses, lo único que digo a quienes me preguntan por mi presidente es: “¡Él está un poco loco!” (“He is a little crazy!”). Sin embargo, la verdad es que creo que la situación es muchísimo peor. Si hay un presidente que merece ser llevado a juicio político por su falta de carácter e integridad, ese presidente es Donald Trump. Es la personificación de los valores y conductas antibíblicos.
Como cristiano evangélico norteamericano, me siento profundamente avergonzado y lamento sinceramente que Trump ocupe el cargo de presidente. Oro y espero que su mandato termine pronto, ya sea por medio del juicio político o por una derrota electoral.
(Para entender mejor el apoyo de los evangélicos estadounidenses a Trump, por favor, lea mis blogs “La nación redentora” y “¿Qué tiene de malo este cuadro?”.)
Traducido por Micaela Ozores