El 20 de septiembre de 1912, el renombrado erudito J. Gresham Machen encabezó la apertura de la 110º sesión del Seminario Teológico de Princeton [Princeton Theological Seminary], con estas palabras:
«Las ideas falsas, son el mayor obstáculo para recibir el Evangelio. Podemos predicar con todo el fervor de un reformador y tan solo ganar a un rezagado por aquí y a otro por allá, si es que permitimos que el pensamiento colectivo de la nación o del mundo sea contralado por ideas que, por la irresistible fuerza de la lógica, impidan que el cristianismo sea considerado como algo más que un engaño inofensivo. Bajo tales circunstancias, lo que Dios desea que hagamos es destruir los obstáculos desde su raíz… Lo que hoy es un asunto de especulación académica, mañana comienza a mover ejércitos y a derribar imperios. Para cuando llegue esta segunda etapa, ya será muy tarde para combatir; el momento para detenerla era mientras permanecía como un tema de discusión apasionado. Así que, como cristianos debemos intentar moldear el pensamiento del mundo, de forma tal en que haya lugar para el cristianismo como algo más que una lógica absurda.»
(“Christianity and Culture” en Education, Christianity, and the State, ed. John W. Robbins, [Jefferson, Maryland: Trinity Foundation, 1987] 51-52.)