Doble ciudadanía

Guillermo Gitz

Jesús, una vez, dio una prueba de civismo desde su perspectiva mesiánica. Fue cuando los hipócritas (o fariseos) le preguntaron si se debía pagar tributos al gobierno de ocupación. Este arbitrario cuestionamiento fue para examinar su respuesta y provocar que estuviera en falta ante el gobierno romano, o la ley de Dios, o ambos al mismo tiempo.  Él respondió: “Den al César lo que es del César; y a Dios lo que es de Dios” (Mateo 22:21b – RVC). Con esto, delimitaba el área de incumbencia del cristiano, donde delineó dos esferas: la cívica y la espiritual.

Tradicionalmente, en la iglesia cristiana, se enseñó esta cita como un mandato a favor de la separación que el creyente debe asumir entre los asuntos espirituales y los terrenales. En la historia de la iglesia cristiana, hubo muchas demostraciones de esa disociación. Se reforzaba ese pensamiento con las palabras del apóstol en 1 Pedro 2: 11a, categorizándonos como “extranjeros y peregrinos” (RVC), o sea que los creyentes estamos temporalmente en este mundo. Por lo tanto, sin ningún involucramiento en las cosas terrenas o, dicho de otro modo, sin un aporte cristiano en la vida pública. Otros textos bíblicos, entendidos erróneamente, fortalecían esa idea y son los de 1 Juan 2:15-17. Así fue que los cristianos, en su desapego por lo social, fueron, desde la actitud más extrema de quienes se enclaustraban en la vida monástica, hasta el pensamiento aún vigente en muchas iglesias de que el creyente no debe involucrarse en política ni en ninguna actividad social.

Sin embargo, por qué no plantearse el ejercicio de una doble ciudadanía; la terrenal y la espiritual reunidas. Porque no es que una se oponga a la otra sino, por el contrario, el cristiano debiera pertenecer a ambasTomando ese ejemplo de Jesús, el creyente debería entender que es un ciudadano de dos mundos; simbólicamente, con un pie en la calle y el otro en la iglesia. Y además, teniendo en cuenta el modelo de Jesús que asumió ambas actitudes: honró al Padre y sirvió a los demás, quienes eran su prójimo. La ética del creyente debería estar, por lo tanto, apuntalada en su coexistencia en ambas esferas. Pero, por supuesto que esto no involucra ser servidor de dos señores (Mateo 6:24 y Lucas 16:13) como el mismo Jesús exigió. Porque sólo uno debe ser nuestro Señor y ese es Dios. Pero sí, participar en las cosas de este mundo como servidores de nuestro prójimo, a partir de la obediencia a nuestro Señor.

La visión del creyente debería ser la perspectiva sobrenatural (Filipenses 3:20), o sea, vivir con los ojos de la fe percibiendo un futuro celestial pero, a la vez, una vida natural con los pies en la tierra en un compromiso social que se extiende hasta el cuidado del medioambiente, con convicciones enraizadas bíblicamente. De nuevo, la doble ciudadanía. Jesús, precisamente, le pedía al Padre que no quitara a los discípulos del mundo, sino que los cuidara del mal (Juan 17:15). Que no los sacara del mundo implicaba que siguieran envueltos en los asuntos terrenales. En efecto, estamos en el mundo y, desde esta realidad, deberíamos repensar nuestra actitud como cristianos que se interesan en la cosa pública.

En el servicio cristiano, se puede hacer mención de dos posturas opuestas y, al mismo tiempo, equivocadas. Una, fue exteriorizada especialmente en el pasado y, en menor grado, en la actualidad, la cual manifiesta la necesidad de alejarse de la vida en sociedad. Entonces, hombres y mujeres se enclaustraron en una existencia aislada, esa que el poeta asceta español, Fray Luis de León, ejemplifica en los primeros versos de su “Oda I”: “¡Qué descansada vida la del que huye del mundanal ruido!”. Era, y es, abandonar un mundo que se percibe como cruel y pecaminoso para que los recluidos se preserven puros. En el otro extremo, ha sobresalido en latinoamérica, el movimiento religioso llamado Teología de la Liberación, con su decidida “opción por los pobres”. Este movimiento se destacó, fundamentalmente, en las décadas del 60 y 70, con ideólogos tanto del catolicismo como del entonces llamado “protestantismo”. Tenía un Sermón del Monte puesto al día.  Pero algunos de sus principales pensadores observaron una actitud radicalizada, dado que, políticamente, apoyaron a sectores extremistas ateos que, en nombre de una supuesta revolución igualitaria, desangraron en sus luchas una parte de América latina.

Las mencionadas son dos polarizaciones que, en su extremismo, no cumplen enteramente con la actitud fiel del cristiano. Unos, porque aislados del mundo no sirven al prójimo y los otros, porque insertados en ese mismo mundo, sirven, sí, pero algunos de sus líderes no fueron agentes de pacificación, por el contrario, apoyaron expresiones políticas radicalizadas.

El compromiso con Dios y con la gente en el “mundo”, es decir, las dos esferas al mismo tiempo, se desarrolla siendo creyentes fieles con un interés y preocupación por el mundo “real” que nos rodea y en el lugar que nos desempeñamos habitualmente.

“Los cristianos no pueden renunciar al mundo real: el mundo real no solamente está ahí afuera. El mundo real también somos nosotros”. “Una asignación de Dios es: involucrarse con creyentes y con no creyentes. Involucrarse con mentes que piensen igual o piensen distinto. Involucrarse con la cultura y su generación actual” 1. Estas son premisas razonables.

En 1 Juan 4:17, el apóstol dice: “Y al vivir en Cristo, nuestro amor se perfecciona cada vez más, de tal manera que en el día del juicio no nos sentiremos avergonzados ni apenados, sino que podremos mirarlo con confianza y gozo, sabiendo que él nos ama y que nosotros lo amamos también” (NBV). Viviendo como Jesús vivió, es como deberíamos vivir y, justamente esa, debería ser la característica del cristiano. Debemos “dar al César” (pagar los impuestos) lo que le corresponde, siendo ciudadanos cumplidores de la ley; y a Dios, lo que es suyo (ofrendar con alegría). Se puede trasladar este concepto a uno más abarcador que sería el de hacer todas las cosas como las hizo Jesús y, entre ellas, el cumplir simultáneamente con nuestro rol cívico y con nuestra pertenencia espiritual. Entre otras razones, para ser testimonios de vida de nuestra fe cristiana en la sociedad. 1 Corintios 9:20-22, es una buena guía diaria de cómo conducirnos cumpliendo en las dos esferas. En la parte final del versículo 22, el apóstol Pablo dice: “Me hice todo para todos, a fin de salvar a algunos por todos los medios posibles” (NVI).

  1. 1. bibliavida.com/cristianismo/3-razones-por-las-cuales-los-cristianos-deben-comprometerse-con-el-mundo-y-no-huir-de-el.html

Un comentario

  1. Gracias por esta observación y propuesta de una doble ciudadanía entre el Reino de Dios y el mundo. Entre ser ciudadano del reino eternal y ciudadano de algún país del mundo. Hace algunos años era muy raro encontrar personas con doble ciudadanía. Muchos países no tenían leyes cobre el tema, algunos lo prohibían rotundamente. Es interesante que hoy más y más personas viven con dos nacionalidades. Estas personas han aprendeido a vivir con esta dualidad: viajando con dos pasaportes, pagando impuestos en los dos, y generalmente observando y viviendo ambas culturas de alguna manera. Como ciudadanos del reino de Dios e hijos adoptados del rey, fácilmente podemos ser participes de lo mejor de ambas sociedades. Que hermosa oportunidad! Aprovechémoslo al máximo.

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