“¿Alguna vez apareceremos en canciones o cuentos?” (de nuevo)

En su libro Words Of Delight: A Literary Introduction To The Bible [Palabras de deleite: Una introducción literaria a la Biblia], el autor y académico cristiano Leland Ryken describe una serie de temas (leitmotiv) arquetípicos y comunes en la literatura universal y la Biblia. Uno de ellos está relacionado con el artículo de hoy:

La búsqueda    Un héroe emprende una ardua búsqueda para alcanzar un objetivo y para eso se enfrenta a distintos obstáculos, sufre una derrota temporal, pero finalmente logra cumplir su cometido con éxito.

De un modo similar, Ernest Becker, antropólogo y autor de La lucha contra el mal, describe una búsqueda de sentido e inmortalidad común a todas las culturas a lo largo de la historia humana:

El hombre quiere saber que su vida de alguna manera es importante, si no para él, por lo menos en un plan más amplio, que ha dejado una huella que tiene sentido. […] El hombre no puede sentirse bien a menos que crea en la victoria heroica sobre el mal, la seguridad de la inmortalidad.

De igual manera, J. H. Bavinck, teólogo y sociólogo de la religión, explica los “cinco puntos magnéticos” de la religión, que él observa en todo el mundo. Uno de esos puntos es lo que él llama “entre la actividad y la pasividad”, que trata de la cuestión del destino, el propósito y la identidad. Él escribe:

Cada persona es consciente de que puede hacer algo con los muchos factores que modelan su vida y entonces da una respuesta. Por lo tanto, la humanidad ocupa en simultáneo dos posiciones en relación con la totalidad del universo: claramente el ser humano es una partícula en el cosmos, pero al mismo tiempo hay algo en él que lo eleva por sobre el cosmos y le permite verlo fuera de sí mismo, como una entidad separada de su persona, para estudiarlo y, en cierta medida, manejarlo.

Aun así, mi expresión favorita de este deseo humano de tener importancia cósmica es el comentario que hace Samsagaz (también conocido como Sam) en la película Las dos torres, la adaptación cinematográfica del segundo libro de la trilogía de Tolkien El señor de los anillos:

La Biblia enseña, y la historia humana afirma, que el alma humana tiene un deseo innato de alcanzar un propósito y la inmortalidad. Dios creó a los seres humanos a su imagen y semejanza (Gn. 1:26) y puso “eternidad” en su corazón (Ec. 3:11). Tenemos un GPS “instalado de fábrica” que nos conecta a Dios y un “mecanismo direccional” que nos marca el camino hacia el cielo. Como dijo San Agustín en el siglo V: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”.

Fuimos diseñados, como criaturas de Dios, con una sed de autoconocimiento, hechos para descubrir nuestro propósito dentro de su plan divino. Cada individuo es llamado y preparado para interpretar un papel en la narrativa eterna de Dios. Sin embargo, como escribió Juan Calvino en el siglo XVI:

No hay duda alguna de que el hombre jamás alcanzará un claro conocimiento de sí mismo a menos que primero haya mirado el rostro de Dios y entonces, después de contemplarlo a él, baje la mirada y se examine a sí mismo.

Como cristianos, sabemos qué les sucedió a Adán y Eva, nuestros ancestros. Buscaron definir su propia identidad como personas independientes y quisieron ser “como Dios”. Siendo los actores originales en la escena de la obra de Dios, se rebelaron e intentaron reescribir el guion. Fueron arrogantes y “jugaron a ser Dios”. Querían estar a cargo. No quisieron permanecer dentro de los límites que Dios había establecido para ellos. No quisieron escuchar su voz ni reconocer su revelación, que los rodeaba por doquier. Hicieron caso omiso de Dios y escucharon una voz extraña: la de Satanás. En pocas palabras: se deificaron a sí mismos y así fue como pecaron.

Calvino observó: “Mientras que todos los hombres buscan la felicidad, apenas uno de cada cien la busca en Dios”. Esa es la triste historia de la humanidad y el origen de las religiones (Ro. 1:18-23). Porque fuimos creados a imagen de Dios, buscamos sentido y trascendencia; pero porque somos caídos, buscamos esa trascendencia en todos los lugares incorrectos y de muchas formas dañinas.

Sin embargo, quizás se pregunten como Sam: ¿tendrá mi vida un sentido que trascienda la muerte? ¿Alguna vez se preguntaron si sus esfuerzos aportarán de alguna manera al plan de Dios para la creación? La historia de nuestra vida, ¿hará que otros celebren en el cielo? ¿Terminará bien nuestra búsqueda, como la de un héroe que “emprende una ardua búsqueda para alcanzar un objetivo y para eso se enfrenta a distintos obstáculos, sufre una derrota temporal, pero finalmente logra cumplir su cometido con éxito”? ¿Escucharemos a Jesús decirnos: “Bien, buen siervo y fiel” (Mt. 25:21)?

Piénsenlo así: ¿Están cumpliendo su destino? ¿Están interpretando el papel escrito para ustedes en el guion de la obra de Dios? En caso de que no, les sugiero que miren de nuevo el video y piensen en el monólogo desde el punto de vista bíblico.

(También pueden mirar un video corto titulado “La cosmovisión bíblica” y el comentario esclarecedor del video “¿Cuál es mi propósito?” de Os Guinness).

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