
Fuimos invitados a una gira coral en Cuba, llegamos gozosos a una isla caribeña de gran belleza. Nos aguardaban creyentes bondadosos y amables, con sumo interés en compartir, con hermanos de otras latitudes, su fe en común. Verdaderamente, se comportaron como cordiales anfitriones y diligentes guías de viaje por la ciudad habanera y los pueblos vecinos. Cada iglesia visitada nos aguardaba con felicidad, desplegando una genuina camaradería cristiana y sus amables bienvenidas no eran gestos automáticos sino plenos de sinceridad.
Nuestros hermanos cristianos conviven dentro de una sociedad excesivamente controlada y disciplinada por un gobierno ateo que fomentó desde sus comienzos, en el año 1959, la anti religiosidad. Para ello, fue fundamental la educación pública, difundiendo en las mentes de los estudiantes que la religión es un mito sin sustento científico. La persecución empezó en cuanto los revolucionarios tomaron el gobierno y se patentizó, entre otras cosas, en la quema de iglesias (este es el testimonio de un hermano creyente) y el encarcelamiento y la tortura de los dirigentes cristianos.
La ofensiva contra la religión y, en particular, el cristianismo se acentuó con tremenda virulencia en los años que van desde el 1 de enero de 1959 hasta 1979. Fueron dos décadas feroces contra la iglesia y sus líderes. Hemos recogido el testimonio de un pastor que a sus 80 años vigorosos, sigue en el pastorado y es un alegato viviente de ese período ya que sufrió la cárcel y la censura. Esos luchadores del evangelio de aquella época terrible, son conocidos como la “Generación de Hierro” dado que sufrieron en carne propia todo el rigor de un régimen autoritario y represor, pero soportaron ese acoso con estoicismo y una fe inquebrantable. Tampoco les fue fácil la vida a los miembros de las iglesias, los cuales sufrieron la condena social del gobierno y de la sociedad fanatizada. Por ejemplo, a aquellos que en esos años buscaban trabajo les era negado por el único motivo de reconocerse como cristianos. Esta es la experiencia del mismo creyente de una de las iglesias que vio en esa época su iglesia quemada y que sobrellevó el desprecio y la negación de trabajo cada vez que era informado de que “no era idóneo” cuando se presentaba para determinado empleo; porque, al ser consultado, no negaba su creencia.
Luego de esas décadas, si bien el hostigamiento aminoró limitadamente, de ninguna manera fue una apertura al ejercicio libre de la religión sino la forzosa aceptación gubernamental de que una parte de la sociedad seguía practicando su fe. Han pasado varias décadas desde aquellos tiempos y las iglesias siguen siendo rigurosamente vigiladas. Pero la obra del Señor ha seguido adelante. A todas luces: “Las puertas del Hades no prevalecieron contra la iglesia” (Mateo 16:18).
El ingreso a Cuba mostró la estrictez para la permanencia de extranjeros que no transitan el circuito turístico sino que van a desarrollar una actividad especial que, en nuestro caso, era la de cantar en iglesias, esto se hizo patente en la obligación de tramitar una “visa religiosa”. Por ello, no fueron casualidades algunos telefoneos y algunas comunicaciones salvadoras de último momento para destrabar problemas aduaneros, sino milagros que Dios fue realizando, los que nos permitieron llegar a esa isla bonita para difundir el mensaje de Dios por medio de nuestro canto. No sólo en las canciones se proclamó el evangelio de Vida, de hecho, después de cada recital dos pastores, alternadamente, predicaron e hicieron llamamiento para arrepentimiento a las personas invitadas por amigos o familiares al evento.
Pero, por sobre todo, hemos recibido más de lo que dimos porque su ejemplo de cristianismo activo, pese a la inclemencia de un régimen irreligioso, nos ha servido de ejemplo maravilloso de una fe no claudicante. Porque en la Argentina es fácil ser cristiano evangélico pero en Cuba, es cosa de valientes. Y hemos conocido cientos de ellos sólo en estas iglesias visitadas. Gracias a Dios, hay cientos de miles en toda Cuba (según un informe más abajo), reuniéndose, incluso, precariamente, en casas, ante la prohibición estatal de construir nuevos templos. Todos los existentes, modestos o vistosos, fueron edificados antes de 1959.
Un pastor y ministro de alabanza, en una de sus predicaciones y tomando el pasaje de Hechos 16:25, desarrolló esta conocida historia para afirmar que a pesar de la terrible condena que sufrían Pablo y Silas, ellos no dejaron de cantar salmos, de alabar a Dios, y este hecho produjo consecuencias favorables para su liberación. La alabanza, aun en situaciones difíciles y extremadamente duras, ayuda a sobrellevar las pruebas más adversas.
En otro sermón, recurrió a las citas de dos salmos para exponer un pensamiento sobre la alabanza que desplegó en tres puntos. 1- “Canto a la vida” (a la creación de Dios), mencionando el Salmo 139: 13-14. 2- “Canto de tristeza” (por causa del pecado, muchas veces estamos separados de Dios), utilizando el Salmo 137:1-3. Y por último, recurriendo al postrer libro de la biblia, expone la conclusión final que es: 3- “Un canto eterno”, en Apocalipsis 5:9. La promesa de que una multitud entonará un nuevo canto: “Digno es el cordero”.
Con una breve mención a estas exposiciones, se sintetiza la intención del predicador en cuanto a la trascendencia de la alabanza en la vida cristiana y al valor del canto, tanto individual como congregacional, en cualquier circunstancia. Es obvio que la instrucción fue tanto para los creyentes asistentes a esas reuniones como para nosotros como integrantes de un grupo de adoración musical. Por medio de la canción, alabamos y honramos al Señor; en definitiva, el canto es una dulce oración musical que agrada al Creador y a nosotros, nos alegra el corazón y nos fortalece el ánimo.
Las iglesias que visitamos, y nos queda el trascendente compromiso de orar por ellas, fueron: de La Habana, la iglesia anfitriona del barrio Almendares; la iglesia del barrio del Cerro; y las conocidas por su nombre propio, la iglesia Bethel y la céntrica iglesia El Calvario. Las iglesias de municipios cercanos: San José de Las Lajas a 32 km, y Guanajay a 46 km y, por fin, la más lejana, a 188 km de la capital, la iglesia de la localidad de San Juan y Martínez, donde cantamos en un cine deshabilitado pero con el permiso del municipio, lo que es mucho decir. Guardaremos por siempre el recuerdo de estas visitas corales en nuestro corazón. Ebenezer, hasta aquí nos ha ayudado el Señor.
Estas son dos páginas de internet que conviene leer para conocer la obra de Dios en Cuba y sus circunstancias a través del tiempo:
Inicios de la obra evangélica en Cuba
Algunas razones para el crecimiento espectacular de la membresía evangélica
Gracias Guillermo por tu excelente relato de las vivecias de este primer viaje misionero a Cuba.
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