«La mayor amenaza a la viabilidad de nuestra fe es el consumismo…»

La íntima relación que hay entre el protestantismo de América del Norte (particularmente el evangelismo) y el capitalismo se remonta —por lo menos— a principios del siglo XIX, cuando la teoría y la infraestructura de la economía de mercado moderna comenzaban a emerger. Durante este período de formación, hubo voces cristianas que se levantaron para expresar oposición y crítica, pero en su mayoría fueron desoídas. A medida que la economíabuy_button_ecom_icon_1 de mercado fue creciendo, muchos cristianos acogieron con entusiasmo la nueva economía, considerándola la provisión de Dios para la sociedad estadounidense. También promovieron y adaptaron la teoría y la práctica comercial para promocionar sus propias empresas religiosas y comerciales. Los evangélicos parecían estar tan enamorados de los principios de la gestión empresarial y de la búsqueda de la eficiencia, tal como lo estaban sus pares más liberales y seculares. Ambos trataron de valerse de los principios empresariales; los evangélicos, para mejorar el funcionamiento y aumentar el alcance de las iglesias y organizaciones paraeclesiásticas.

“Hemos creado algo mejor que el comunismo, el socialismo y el capitalismo. Hemos creado el consumismo ilustrado” (Paul Harvey)

Después de la Segunda Guerra Mundial, la relación entre el evangelismo y el consumismo (la nueva derecha por excelencia) ha crecido de manera exponencial y sinérgica. Según Bethany Moreton, la aparición del consumismo masivo contó con el apoyo inmediato de los conservadores, seculares y especialmente evangélicos.[1] Moreton habla acerca de la íntima relación que hubo en ese entonces entre muchos colegios cristianos, la industria de los servicios, el consumo masivo (Walmart en particular) y el surgimiento de SIFE (Students in Free Enterprise [estudiantes de la libre empresa]). En 1985, un graduado de SIFE declaró ávidamente: “Siento que ahora estoy listo para salir a evangelizar el país, predicando la filosofía de la libre empresa”.[2] Se alentaba a los participantes de SIFE a considerarse orgullosos discípulos de Adam Smith. Paul Harvey, el comentarista cristiano y locutor radial, declaró con aires triunfales en una reunión de Walmart: “Hemos creado algo mejor que el comunismo, el socialismo y el capitalismo. Hemos creado el consumismo ilustrado”.[3]

Sin embargo, Shane Claiborne, el activista social y progresista evangélico, comentó con sarcasmo: “La iglesia ha consentido demasiado a la economía corporativa mundial, asistiendo a las víctimas de este sistema. En tanto sigamos haciéndonos cargo de los daños colaterales de la economía de mercado con una mirada acrítica, el mundo va 428758_10150578774322651_998472498_na seguir produciendo víctimas”.[4] Ahora bien, parece que los evangélicos, en su mayoría, estamos “haciéndonos cargo de los daños colaterales” generados por el consumismo “con una mirada acrítica”.

No hemos tomado consciencia sobre las presuposiciones, la cosmovisión, la antropología y los valores dañinos que fomentan el estilo de vida adquisitivo.

El reconocido escritor Alan Hirsh comenta: “He llegado a creer que la mayor amenaza a la viabilidad de nuestra fe es el consumismo. Este es un desafío mucho más vil e insidioso para el evangelio, porque afecta a todos y cada uno de nosotros en muchos aspectos”.[5] Basándome en mi propia experiencia como misionero en Europa Central, parece que, en efecto: “A veces, los cristianos estadounidenses envolvemos la Biblia tan firmemente con la bandera de Estados Unidos o con el dólar que se vuelve difícil distinguir la democracia y el capitalismo del Evangelio”.[6]

Porque el amor al dinero es la raíz de toda clase de males. Por codiciarlo, algunos se han desviado de la fe y se han causado muchísimos sinsabores. (1 Timoteo 6:10)

Personalmente, creo que no hemos discernido la idolatría del culto sistémico a Mamón en nuestra cultura. No nos 01mrgreedy-blackwhitehemos enfrentado al descontento, la codicia, el sentido de reafirmación del ego, la sensualidad y la sexualidad en la iglesia. No hemos discernido la compatibilidad que hay entre el consumismo masivo y la posmodernidad. No hemos alcanzado a comprender hasta qué punto las aspiraciones imperialistas del consumismo se han vuelto un evangelio alternativo y un mandato cultural sesgado: una utopía apóstata en la tierra.

Me temo que las consecuencias serán que vamos a cosechar “toda clase de males” fomentados por el “amor al dinero” (1 Ti. 6:10).

 

[1] To Serve God and Wal-Mart: The Making of Christian Free Enterprise (Cambridge: Harvard University Press, 2009).

[2] Ibíd., 197.

[3] Ibíd., 248.

[4] Irresistible Revolution: Living Like an Ordinary Radical (Grand Rapids: Zondervan, 2006), 151.

[5] The Forgotten Ways: Reactivating the Missional Church (Grand Rapids: Brazos Press, 2006), 106-107.

[6] Richard L. Smith, “A Testimony for Missions: Respect of Rejection?” [en español].  Evangelical Missions Quarterly Vol. 38 (octubre, 2002), 481.

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