“Dondequiera que las riquezas hayan aumentado…” (parte 2)

Aun así, nunca debemos olvidar que nuestras aspiraciones y expectativas culturales están condicionadas por la misión escatológica de Dios. Esa misión permanece inamovible. Dios proveerá un entorno físico renovado en el que Fallotra vez establecerá un tabernáculo con su pueblo santo. Él pondrá nuevamente a Humpty Dumpty en toda su gloria previa a la caída, y mucho más. Un día, Dios revelará su imperio cósmico, una patria libre del pecado y de Satanás, donde los seres humanos podremos florecer verdaderamente. En “el nuevo cielo y la tierra nueva”, el homo economicus (el hombre como sujeto de la economía) estará vivo y activo (Is. 60:4-11; 17-21; Ap. 21:24). La “ciencia lúgubre” (la economía) se transformará para proveer dignidad, abundancia, trabajo productivo y relaciones significativas dentro de un entorno seguro y sagrado.

Hasta ese entonces, nunca debemos olvidar que todo lo que los pecadores hagan es problemático. Todo y todos en esta era están sujetos a la ley de Murphy y hay un “Catch 22” [1]  en todos nuestros esfuerzos. Esto es evidentemente cierto en la esfera económica. En lo que respecta al comercio y el dinero, John Wesley lo expresó muy bien:

20mrgreedy-colorDondequiera que las riquezas hayan aumentado, la esencia de la religión habrá menguado en la misma proporción. Por lo tanto, no veo cómo es posible, por la naturaleza de las cosas, que algún avivamiento religioso continúe por mucho tiempo; porque la religión necesariamente produce tanto la diligencia como la frugalidad, y estas no pueden sino producir riquezas. Pero en la medida en que aumentan las riquezas, también aumentan el orgullo, la ira y el amor al mundo en todas sus formas.[2]

Por todas estas razones, el consejo de Jeremías a los exiliados de Babilonia es pertinente también para nosotros en estos tiempos:

Edificad casas y habitadlas; plantad huertos y comed del fruto de ellos. Cásate y ten hijos e hijas; dad mujeres a vuestros hijos y den a vuestras hijas en matrimonio, para que ellos también tengan hijos e hijas; y multiplicaos allí, y no disminuyáis. También, procurad la paz y la prosperidad en la ciudad a la que los he llevado a exilio. Rueguen al Señor por ella, porque si la ciudad prospera, ustedes también prosperarán. (Jer. 29:5-7)

Temáticamente, el paralelismo entre aquella época y la nuestra es sorprendente. Ellos estaban en el exilio y, en un sentido muy real, nosotros también lo estamos. Ellos anhelaban la restauración y volver a la tierra prometida, y nosotros también. Soñaban con un hogar edénico, al igual que nosotros. Vivían en una “situación mixta” entre gracia común y pecado, y así ocurre con nosotros. Luchaban por mantener una “distinción”, una oikonomia (economía) alternativa que no fuera Mammón, y nosotros también deberíamos hacerlo. Ellos entendieron que la verdadera prosperidad en todas sus dimensiones solo podría experimentarse habitando cerca de la morada de Dios. Por lo tanto, se les dijo que tuvieran esperanza y aguardaran el cumplimiento de la misión escatológica de Dios, y eso mismo debemos hacer nosotros. Mientras tanto, se les mandó a florecer y traer prosperidad a la tierra del exilio para beneficio propio y como anticipo de cosas mejores que habrían de venir, y eso deberíamos hacer también nosotros.

Ninguno puede servir á dos señores;

porque ó aborrecerá al uno y amará al otro, ó se llegará al uno y menospreciará al otro:

no podéis servir á Dios y á Mammón.

(Mateo 6:24, Reina-Valera Antigua, RVA)

[1] Un objetivo imposible de alcanzar debido a las propias reglas establecidas para alcanzarlo; una situación ilógica, irracional o sin sentido; una medida o política, cuyo efecto es el contrario de lo que se pretendía; una situación que presenta dos alternativas igualmente indeseables; una dificultad oculta o medio de aprisionamiento.

[2] Citado por Max Weber en Protestant Ethic and the Spirit of Capitalism, New York, NY: Scribers (2003), p. 175. Un proverbio anónimo expresa una idea similar: “El evangelio es como una madre que tiene una hija llamada ‘prosperidad’. El problema es que la hija se comió a la madre”.

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