Imaginemos que, hace muchos, muchos años, se realizó una reunión muy importante: una sesión de planeamiento estratégico, cuyos participantes eran demonios. Los planes que se elaboraron en esta cumbre tuvieron enormes repercusiones. El tema de debate de la reunión consistía en cómo marginalizar a la iglesia y minimizar su influencia, de modo que los planes de Satanás pudieran llevarse adelante sin obstáculos y con la mayor rapidez posible. El siguiente diálogo intenta replicar parte de esa reunión. Uno de esos demonios, de ideas particularmente innovadoras, hizo que todos los participantes se llevaran una enorme sorpresa.
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El líder empezó diciendo:
—El Amo quiere que propongamos algunas ideas nuevas sobre cómo frustrar los planes de Jesús. En el pasado, hemos implementado muchos proyectos valiosos que tuvieron beneficios, tanto a corto plazo como a largo plazo. El Amo quedó satisfecho con ellos. Durante los primeros días de lo que ellos llaman “iglesia”, sembramos divisiones y persecución. Implantamos muchísimas maldades (lo que ellos llaman “herejías”) para distraerlos y confundirlos. Desde entonces, hemos socavado su supuesto “evangelio” con infinitas combinaciones de “Jesús y algo más”, como Jesús más el judaísmo, Jesús más las filosofías, y Jesús más otras religiones. Tenemos motivos para felicitarnos y celebrar, pero no por mucho tiempo, porque todavía hay mucho por hacer.
Todos los espíritus declararon:
—¡Estamos listos!
El líder continuó:
—Pero ahora, el Amo quiere que pensemos una propuesta demoledora. Buscamos una forma de detener el crecimiento de la secta del enemigo de una vez por todas. Así que, se abre el debate. Hablen y denme algo realmente prometedor para proponerle al Amo. Recuerden, él es impaciente y no tolera el fracaso.
—¡Ya sé! ¡Ya sé! —exclamó un demonio entusiasta—. Redoblemos nuestros esfuerzos para corromperlos desde adentro con la avaricia y la hipocresía.
—Eso ya lo estamos haciendo. Díganme algo nuevo —respondió el líder con sarcasmo.
Otro demonio dijo:
—¿Qué tal una invasión extraterrestre? Tenemos cientos de demonios que no tienen nada mejor que hacer.
Otro espíritu comentó:
—¿Por qué no desatamos una especie de apocalipsis y terminamos con esta farsa de una vez por todas? ¿Qué les parece una plaga, una guerra mundial o un desastre natural? A los pocos que sobrevivan podemos liquidarlos uno a uno como se nos antoje.
El líder resopló con impaciencia.
—Sí, por supuesto. Todo eso es posible, pero el Amo, en su sabiduría suprema, ha determinado que necesitamos algo más, un nuevo paradigma subversivo. ¡Propongan algo diferente! ¡Inspírenme!
Entonces el líder advirtió que un nuevo miembro de la junta se encontraba sentado y en silencio a un costado.
—¡Usted, el que está allá atrás! ¡Hable! ¿Tiene algo útil que aportar?
El nuevo miembro respondió sumisamente:
—Eh… sí, señor. Quizás sea útil.
¡Ilumínenos entonces! —lo reprendió el líder—, antes de que lo eche de aquí.
Bien, señor —respondió casi en un susurro—. He escuchado con atención todas las excelentes ideas de mis distinguidos colegas, pero yo propongo un nuevo paradigma, como usted pide.
—¡Dígalo de una vez! —exigió el líder.
—Como todos sabemos y como usted bien dijo, no hemos sido capaces de extinguir por completo la conspiración del enemigo. Por eso, yo sugiero que permitamos que sobreviva una pequeña secta cristiana, pero que viva bajo nuestros propios términos y de acuerdo con nuestros propios tiempos y planes, en lugar de seguir intentando una y otra vez erradicarlos por completo.
—Eso sí que es un cambio radical en nuestro plan estratégico —comentó el líder—. Continúe.
—Jesús afirma falsamente que el mundo entero le pertenece.
Todos los demonios exclamaron:
—¡Qué chistoso!
El nuevo miembro del comité asintió y continuó:
—Lo que él declara es aplicable a todas las esferas de la vida. La gran pregunta de esta guerra es: ¿Quién es el Amo legítimo de este planeta? Ese debería ser el verdadero enfoque de nuestra lucha. Nosotros ya sabemos la respuesta, pero aquella secta infame se la olvida. ¡Creyentes estúpidos!
El líder se mesó la barbilla.
—Lo escucho.
—Gracias, señor. Mi plan se divide en tres partes. Primero, haremos que redefinan su espiritualidad. No deben seguir creyendo que su “evangelio” (lo que nosotros sabemos que es una herejía) se aplica a toda la vida. ¡Eso tiene que terminarse! Los humanos tienen que empezar a creer que la espiritualidad es privada, personal y subjetiva, que es algo que el ser humano siente, pero jamás algo que piensa. Podemos enseñarles que la espiritualidad existe para promover su realización personal. Debemos entrenarlos para que piensen que aquello que ellos llaman “salvación” concierne sólo a sus almas y no tiene nada que ver con el mundo en el que viven.
—Interesante —comentó el líder, cada vez más intrigado.
—La segunda parte del plan consiste en inyectar un dualismo en su pensamiento y conducta. Debemos introducir en ellos el concepto de que hay dos dimensiones de la vida: lo sagrado y lo secular. Dado que la nueva espiritualidad será individual y egoísta, la secta de a poco empezará a descuidar todas las dimensiones externas, como la sociedad y las ideas, porque dirán que pertenecen al plano secular. Empezarán a ver el domingo como un día religioso, mientras que la semana de lunes a sábado será secular. El resultado será que, lentamente, desarrollarán dos modalidades de pensamiento y conducta: una aplicable a las acciones y los tiempos espirituales y la otra para las acciones y los tiempos seculares.
El líder se puso de pie de un salto:
—Eso sí que suena interesante.
—Por último, gracias a esta segregación de lo sagrado y lo secular, los entrenaremos para pensar únicamente de lunes a sábado, sólo en el ámbito secular. Unos pocos cristianos podrán tener un impacto positivo sobre la sociedad, pero nadie vinculará sus ideas con su espiritualidad, si es que generan alguna idea. Hasta podremos entrenarlos para que, al pensar se concentren en el “cómo” y el “cuándo”, pero nunca en el “por qué” ni en el “qué”.
El nuevo miembro dejó que su pausa inundara el aire del salón por un momento y entonces agregó:
—Dicho de otro modo, señor, los volveremos estúpidos e irrelevantes. Les dejaremos tener la medida justa de religión para apaciguarlos y, cuando llegue el Fin, los exterminaremos fácilmente.
—¡Impresionante! —declaró el líder.
—Además, podremos erosionar la confianza que le tienen a ese libro de mentiras que llaman “Escrituras”. Socavaremos su credibilidad y las verdades que ese libro afirma falsamente, para que se les vuelva cada vez menos plausible. Con el tiempo, la secta infame perderá sus fundamentos intelectuales y cada vez tendrán menos discernimiento. De este modo, aprenderán a no escuchar más a ese gran impostor al que llaman Jesús.
Todos los demonios del salón estaban inclinados hacia adelante, atentos a cada palabra.
—En todo ese tiempo, en términos prácticos, ¡nos estarán cediendo el mundo a nosotros! ¡Nosotros pensaremos por ellos! De hecho, haremos que les dé miedo pensar. Implementaremos nuestros planes. Usaremos a nuestros agentes y aplicaremos nuestros métodos estratégicos. Mientras tanto, el “agua de la olla” se calentará cada vez más y las “ranas”, esos cristianuchos tontos, se cocinarán aun más rápido.
El líder intervino diciendo:
—¡Fantástico! Espero que el resto de ustedes, idiotas, hayan escuchado bien. En cuanto a usted, venga conmigo. Tenemos que hablar con el Amo ahora mismo.
Pero en ese mismo instante, el astuto y creativo nuevo miembro de la junta se transfiguró ante ellos. Su cuerpo creció en estatura hasta transformarse, delante de sus ojos, en su amo, nada menos que el mismísimo Belcebú.
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Si esta historia fuera real, indicaría varios puntos importantes que necesitamos tener en cuenta en cuanto a la intelectualidad de la dimensión satánica. A diferencia de los desafortunados humanos, el diablo es un pensador incisivo y sumamente inteligente. Él planifica y considera cuidadosamente cada uno de sus movimientos como lo haría un campeón del ajedrez. Piensa de forma estratégica, a corto plazo y a largo plazo. Contempla cada contingencia y contraataque. Es un maestro experto que entrena a su horda demoníaca para pensar desde una mentalidad diabólica y para que así aprendan a imitar sus movimientos y seguir sus prioridades. Juntos, ejecutan el plan diabólico bajo su guía.
Como sugiere este relato, la estrategia satánica se vale de todas las herramientas conceptuales disponibles para atacar al pueblo de Dios, como el sincretismo, la desorientación y la desinformación. Socaba la credibilidad intelectual y existencial de la fe bíblica. Deconstruye las Escrituras. Redefine la espiritualidad para minimizar el papel de la mente y fomenta el secularismo para restringir el dominio de la religión. Sus armas son la deshonestidad intelectual, el antintelectualismo y la ignorancia. Sin embargo, ante todo, el diablo intenta silenciar la voz de Dios para que las personas no la escuchen ni quieran escucharla. En términos tácticos, un plan a largo plazo que busque relegar a los creyentes al papel de “estúpidos e irrelevantes” es un plan brillante desde el punto de vista satánico.
En el Antiguo Testamento, el diablo parece jugar un papel menor. Necesitamos acudir al Nuevo Testamento para completar su verdadero perfil. En el Antiguo Testamento, su presencia muchas veces es implícita. Sin embargo, se deja ver en encrucijadas intelectuales y puntos de inflexión, como lo hizo en la forma de la serpiente en el Edén (Gn. 3) o bajo el semblante de un gran inquisidor que se presenta ante la corte de Dios (Job 1-2). En Génesis 3, interrogó a Eva con actitud sediciosa: “¿Así que Dios les dijo…?”. En Job 1, insinuó con incredulidad: “¿Y acaso Job teme a Dios sin recibir nada a cambio?”.
El plano sobrenatural cumple un rol en los acontecimientos y, en el ámbito intelectual, el diablo muchas veces alcanza sus objetivos. El entorno mental posedénico es, realmente, muy complicado y desordenado. La necedad de la humanidad y su razonamiento defectuoso se evidencian con frecuencia en las Escrituras. Dios mismo llama a los hijos de la obstinada Israel “tontos y engreídos” (Jer. 10:8) y “una nación carente de buen juicio” (Dt. 32:28) porque, como también dice: “ellos no me hicieron caso ni me prestaron atención” (Jer. 7:26). De hecho, el universo de la mente está poblado de muchas voces, tanto buenas como malévolas, de pedagogos opuestos, planes intelectuales divergentes y participantes imperfectos. A lo largo de todo el Antiguo Testamento, e igualmente en el Nuevo, nos situamos en un campo de batalla donde se enfrentan la mente humana y la revelación de Dios, pero detrás de esa batalla se oculta Satanás (Job 1-2), que siempre está cuestionando la veracidad de la palabra de Dios.
Traducido por Micaela Ozores