Este es el primer blog de una serie de cinco.
Cuando las personas usan expresiones como “Si tan solo”, “Lo que daría por” o “Cómo quisiera”, que expresan un anhelo profundo, las escuchamos atentamente. Sabemos que están a punto de decir algo muy importante para ellas. Con mayor razón, cuando Dios habla en términos semejantes, deberíamos prestar mucha atención.
De hecho, Dios expresa muchas veces un profundo deseo acerca de cómo pensamos. Deuteronomio 32:29 dice: “¡Si al menos fueran sabios y entendieran esto, y se dieran cuenta del fin que les espera!”. Con palabras similares, Salmos 81:13 expresa el deseo de Dios diciendo: “¡Ay, pueblo mío! ¡Si me hubieras escuchado! ¡Ay, Israel! ¡Si hubieras seguido mis caminos!”. Del mismo modo, Isaías 48:18 declara: “Si hubieras prestado atención a mis mandamientos, tu paz habría fluido como un río, y tu justicia sería como las olas del mar”.
Desde los primeros capítulos de Deuteronomio, Dios dijo a Moisés: “¡Cómo quisiera yo que tuvieran tal corazón, que me temieran y cumplieran siempre todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuera siempre bien!” (Dt. 5:29). Leamos este versículo en su contexto inmediato:
22 El Señor dirigió estas palabras a toda su congregación en el monte, desde el fuego, la nube y la oscuridad. Las pronunció con voz potente, y no añadió más. Las escribió en dos tablas de piedra, que me entregó a mí.
23 Y cuando todos ustedes, los príncipes y ancianos de sus tribus, oyeron la voz, que salía de en medio de las tinieblas, y vieron que el monte estaba envuelto en llamas, vinieron a verme
24 y dijeron: “Ya hemos visto que el Señor nuestro Dios nos ha mostrado su gloria y su grandeza. También hemos oído su voz salir desde el fuego. Hoy hemos visto que el Señor habla a los mortales, y que estos aún siguen con vida.
25 Ahora bien, este gran fuego podría consumirnos; y si oímos otra vez la voz de nuestro Señor y Dios, seguramente moriremos. ¿Por qué tenemos que morir?
26 Y además, ¿qué somos los mortales, para oír la voz del Dios viviente hablar de en medio del fuego, como nosotros la oímos, y aún seguir con vida?
27 Acércate tú al Señor nuestro Dios, y atiende todo lo que él te diga, y luego tú nos repetirás todo lo que el Señor nuestro Dios te diga, y nosotros oiremos y actuaremos.”
28 El Señor oyó la voz de sus palabras, cuando ustedes me hablaban, y me dijo: “Ya he oído la voz de este pueblo, y las palabras que ellos te han dicho. Y todo lo que han dicho está bien.
29 ¡Cómo quisiera yo que tuvieran tal corazón, que me temieran y cumplieran siempre todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuera siempre bien!”.
En este pasaje, Moisés relata el dramático encuentro de Dios con Israel en el monte Horeb, cuando escribió los Diez Mandamientos y dio inicio a su pacto (Éx. 20:18-21). El pueblo estaba sumamente aterrado y las personas temían por su vida frente a la aparición de Dios. Sin embargo, Moisés explicó que las razones de Dios para revelarse no eran destructivas, sino pedagógicas y pastorales. Moisés les dijo: “No tengan miedo. Dios ha venido a ponerlos a prueba, para que siempre tengan temor de él y no pequen” (Éx. 20:20). Moisés diferenció dos aspectos del temor. Por un lado, el pueblo sabía, por lo que había visto al escapar de Egipto, que Jehová era inmensamente poderoso y peligroso. Luego, cuando comenzaban su peregrinaje hacia la tierra prometida, fueron testigos de cómo perecieron los enemigos de Moisés por su rebelión y apostasía. Por otro lado, experimentaron de primera mano la milagrosa redención del Señor, que los libertó de la esclavitud egipcia para bendecirlos, conforme a la promesa que había hecho a sus padres. Por eso concluyeron acertadamente —aunque temporalmente— que el Señor deseaba lo mejor para ellos y que quería evitarles una mayor destrucción a causa del pecado.
Ahora bien, cuando la segunda generación de israelitas del éxodo estaba a punto de renovar su pacto antes de entrar a la tierra de Canaán, Moisés develó que Dios había aprobado el pensamiento positivo que tuvieron sus antepasados de unos capítulos antes (lo cual suponemos que hasta entonces desconocían): “todo lo que han dicho está bien” (Dt. 5:28b). También reveló cuál era el profundo anhelo de Dios en relación con esa respuesta piadosa: “¡Cómo quisiera yo que tuvieran tal corazón […] siempre […]” (Dt. 5:29a).
En el Antiguo Testamento, la palabra “corazón” muchas veces sirve como sinónimo de “mente” (o mentalidad). Este matiz intelectual está presente en el versículo 29. Peter C. Craigie, un comentarista bíblico, traduce la palabra “corazón” vinculándola a la mente y el pensamiento, expresando el mismo énfasis que vemos plasmado en las palabras “Cómo quisiera”: “Ojalá siempre tuvieran una mentalidad como esta”; o como dice la versión Dios Habla Hoy, “Ojalá piensen siempre de la misma manera”. Dentro del contexto más amplio del libro de Deuteronomio, los términos relacionados con lo cognitivo suelen encontrarse en estrecha relación con la palabra “corazón”: “que no se aparten de tu corazón” y “olvidar” (Dt. 4:9; 8:14), “reconoce” y “en tu corazón” (Dt. 8:5), “estas palabras” y “en tu corazón” (Dt. 6:6; 11:18), “decir en tu corazón” e incluso “pienses en tu corazón”, a modo de indicar pensamientos explícitos e implícitos (Dt. 7:17; 9:4; 15:9; 18:21; 29:18), y “corazón para entender” (Dt. 29:4 [LBLA]).
Por lo tanto, podríamos concluir que cuando la Biblia dice “Cómo quisiera yo que tuvieran tal corazón” se habla de una mentalidad o pensamiento que presupone que hay en la persona temor de Dios y obediencia a él. Dicho en términos opuestos, implica mostrar reverencia y evitar las malas conductas (“para que […] no pequen”, Éx. 20:20).
Pensemos en cómo usamos nuestra mente hoy en día. ¿Nosotros también tenemos una mentalidad que expresa temor de Dios y que nos lleva a guardar sus mandamientos? ¿Nuestra mente da reverencia al Señor? ¿La información que recibimos y los recursos de los que aprendemos honran a Dios? ¿Somos capaces de discernir la verdad y el error? ¿Evitamos caer en el pecado intelectual a causa de una reverencia piadosa? ¿O malgastamos y profanamos nuestra mente con pensamientos indignos?
¿Tenemos “una mentalidad como esa” que Dios anhela que tenga su pueblo?
Traducido por Micaela Ozores