¿Por qué? Porque la elaboración de teorías conspirativas suele ser un tipo de pensamiento ligado a la ingenuidad y, muchas veces, a la ignorancia. Las conspiraciones son un mecanismo que usan demagogos y manipuladores de todo tipo.
¿Recuerdan la película en la que actúa Mel Gibson llamada El complot (1997)? Su personaje, Jerry Fletcher, estaba obsesionado con una serie de complots nefarios del gobierno en contra de los ciudadanos. Es evidente que tenía un desequilibrio mental. “Veía” actividad sospechosa por todas partes. Desde luego, en la película él efectivamente descubre una conspiración real, pero es Hollywood, no es la vida real.
Me pregunto cuántos de nosotros (los creyentes cristianos) también estamos inmediatamente dispuestos a creer casi cualquier teoría descabellada que vemos por internet. Me pregunto cuántas veces caemos en un pensamiento tan ingenuo como el de Jerry Fletcher.
Como pensadores cristianos, necesitamos desarrollar un sano escepticismo y cierto grado de prudencia intelectual en torno a las conspiraciones. Siempre debemos preguntarnos: ¿De dónde viene esa información? ¿Quién la elaboró? ¿Con qué propósito? ¿Quién se beneficia si la creemos? ¿Es un complot reconocido entre la mayoría de los pensadores expertos en el tema? ¿Por qué aceptan esa postura o por qué oponen objeciones? ¿Qué deberíamos pensar al respecto? ¿Cómo podemos responder con sabiduría bíblica?
Recordemos lo que Jehová dijo a Isaías durante un período de intensa crisis: “No llamen ustedes conspiración a todo lo que este pueblo llama conspiración. No tengan miedo, ni teman lo que ellos temen. Santifiquen al Señor de los ejércitos, y sólo a él. Que él sea para ustedes la única razón de su temor” (Is. 8:12-13). Por otro lado, las teorías conspirativas nos enseñan a poner nuestro temor en el lugar incorrecto. Nos enseñan a pensar cosas que son falsas. Dividen y destruyen.
Jesús también nos animó a aprender a discernir, diciendo: “sean astutos como serpientes y sencillos como palomas” (Mt. 10:16 [NVI]). Es crucial que sepamos distinguir quién está tratando de manipular a quién y por qué. De otro modo, estaremos abrazando falsas noticias y eso nos llevará a tomar malas decisiones. No debemos olvidar que las conspiraciones son inherentemente engañosas.
Pablo nos dijo que “ya no seamos niños fluctuantes, arrastrados para todos lados por todo viento de doctrina, por los engaños de aquellos que emplean con astucia artimañas engañosas” (Ef. 4:14). Por su parte, el autor de Hebreos nos advierte que “avancemos hacia la madurez” (He. 6:1).
Sin embargo, “sabiduría” y “madurez” son atributos muy difíciles de alcanzar si la mayor parte de la información que tenemos sobre la realidad está basada en lo que vemos en las redes sociales. Este desafío es particularmente importante en nuestros tiempos porque —si somos humildes y honestos— debemos reconocer que los cristianos muchas veces son ignorantes e ingenuos. Nuestro entendimiento bíblico y teológico suele estar subdesarrollado. Nuestro conocimiento de la historia de la iglesia o incluso de las noticias de actualidad suele ser muy pobre. No leemos mucho que digamos. Sin duda, no leemos nada que requiera un esfuerzo intelectual. Por el contrario, preferimos informarnos de una manera perezosa: mirando televisión, intercambiando chismes con amigos y absorbiendo lo que sea que las redes sociales nos ofrezcan. Nuestra credulidad es verdaderamente peligrosa en estos tiempos de crisis y adversidad.
Por el contrario, la Biblia nos enseña cuál es la verdadera conspiración: Satanás quiere dividir y distraer al cuerpo de Cristo. Quiere que peleemos entre nosotros, por ejemplo, discutiendo si deberíamos usar o no tapaboca, si deberíamos abrir o no la economía, o si tal video sensacionalista que vimos en Facebook revela una conspiración cierta. Él busca dividir a la iglesia en medio del partidismo político y las diferencias entre clases sociales (poniendo a los liberales en contra de los conservadores, a los capitalistas en contra de los socialistas, a los populistas en contra de los elitistas, a los locales en contra de aquellos cuyas acciones tienen alcance mundial).*
En definitiva, no seamos necios e ingenuos durante esta pandemia. Cultivemos un sano escepticismo a la hora de leer información en internet. No llenemos nuestra mente de comida chatarra para el alma. Más bien, investiguemos qué dicen otros pensadores respetables y escuchemos sus palabras en torno a esta situación mundial. Seamos cuidadosos al leer.
Sobre todo, no abracemos conspiraciones erradas: “No llamen ustedes conspiración a todo lo que este pueblo llama conspiración”.
* Si sabes inglés, te recomiendo leer un blog de Joe Carter titulado “Christians Are Not Immune to Conspiracy Theories” (Los cristianos no son inmunes a las teorías conspirativas).
** Te animo a investigar sobre una historia real que ha sido llamada un “Conspiración del bien” (Conspiracy of Goodness en inglés), acerca de los judíos refugiados en Le Chambon-sur-Lignon, Francia.
Traducción por Micaela Ozores
Muchas gracias, Richard Smith, por tus reflexiones en torno a las teorías conspirativas. Estoy totalmente de acuerdo. En lo personal, suelo rechazarlas, aunque no siempre tengo el tiempo suficiente para leer todo lo necesario para formar una idea propia y acabada de las cuestiones que se plantean en la actualidad alrededor de la pandemia. Gracias!
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Gracias Richard, que bueno tener una palabra sensata en medio de tanta confusión, las preguntas que te haces deberían ser las mismas de todos cada vez que suenan las teorías disfrazadas de Evangelio.
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Muy cierto! Nos abre los ojos para poder leer entre líneas y actuar sabiamente, cómo Dios quiere que lo hagamos. Discerniendo para no caer en errores. Prestar suma atención para no alimentarnos espiritualmente de cosas incorrectas que nos perjudicarían seriamente.
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