Perspectivas de la Pandemia: Aviva Tu Obra, Señor! … En Medio De La Pandemia! (por Marta Lucía Limardo de Dragone)

(Marta es directora del ministerio de mujeres de una iglesia en Argentina.)

Nuestro ser gusta ardientemente vivir en las moradas del Señor, como lo es estar reunidos como pueblo rescatado por Él para adorar al Dios vivo, único y verdadero.

Pero, tantas veces somos tan necios al no querer ir a recibir la gracia que nos aguarda toda vez que elegimos concurrir a las reuniones de la iglesia. Quizás, aún teniendo fe sincera en Jesús, nos privamos de la magnífica alegría que significa disfrutar en sus atrios.

Recuerdo a una amorosa vecina que profesaba amar a Dios, y aún leía la Biblia; me prometía siempre que asistiría al culto (así lo llamaba) mas nunca lo hacía. Le agradaba oír lo referido a Jesús y reiteraba sus promesas que siempre incumplía. Cada vez que me lo decía, me daba tristeza porque sabía en qué concluiría.

Pasaron algunos años y, por una enfermedad que la afectaba seriamente, debieron amputarle ambas piernas. Un domingo la vi ingresar a la iglesia llevada por una joven en silla de ruedas ¡Cuánto me hizo reflexionar aquello!

Hoy, en medio de la pandemia, las iglesias están cerradas; debemos aislarnos y privarnos del apretón de manos, del abrazo, del calor fraterno que recibimos cuando nos congregamos.

¿Será que Dios quiere darnos alguna lección poniéndonos en esta situación de imposibilidad?

¿Acaso nos es necesario tener algún impedimento para anhelar los atrios del Señor?

Cuando pienso en estas cosas, doy rienda suelta a mi dolor. Recuerdo cuando yo iba con la gente, conduciéndola al templo de Dios entre gritos de alegría y gratitud  ¡Que gran fiesta entonces! (Salmo 42: 4)

También nos conmovemos al ver la rebeldía de Jonás y cómo fue a parar dentro de una ballena para clamar a Dios y llegar a darse cuenta, recién allí, de lo que es sentir nostalgia del templo del Señor.

Me arrojaste a lo más hondo del mar y las corrientes me envolvieron. Las grandes olas que tu mandas pasaban sobre mí. Llegué a sentirme echado de tu presencia pensé que no volvería a ver tu santo templo. (Jonás 2:3-4)

Porque cada vez que concurrimos al templo, vamos a retirar las bendiciones que el Señor tiene preparadas para cada uno.

Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios que habitar donde reside la maldad. (Salmo 84:10)

Ahora que estamos privados de nuestras reuniones, nos preguntamos: ¿Qué sucederá con las reuniones del pueblo de Dios después de la pandemia?

Algunos anuncian que no será igual. Sólo un tercio de la comunidad podrá asistir; y eso si no está dentro de la población de riesgo. Siempre cumpliendo el tedioso protocolo de cuidados preventivos para entrar y guardando gran distancia entre unos y otros. En verdad, no sabemos qué sucederá. Pero sí sabemos que una gran nostalgia nos invade cuando recordamos, como el salmista, la fiesta de la que tanto nos gozábamos.

Pero hagamos nuestra la meditación del salmista, quien llegó a esta conclusión:

¿Por qué voy a desanimarme? ¿Por qué voy a estar preocupado? Mi esperanza he puesto en Dios, ¡Él es mi Dios y Salvador! (Salmo 42:5)

Somos los redimidos por Jesucristo rescatados con tanto sufrimiento  en la cruz. Por tanto, Él no nos deja ni nos desampara; nos está dando magníficos recursos tecnológicos para alimentarnos, consolarnos, acompañarnos, darlo a conocer a los que no saben de Él y  bendecirnos ¡Qué maravilla!

Que el Señor nos ayude a salir de esta contingencia habiendo aprendido la lección que quiere darnos, reconociendo  tanta gracia que nos da y que quizás no hemos valorizado lo suficiente . Echemos  mano a todo lo que pone a nuestro alcance para avivar con más fervor Su obra en medio de los tiempos…a pesar de la pandemia.

 

 

 

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