La iglesia evangélica como promotora de la educación (por Guillermo Gitz)

Guillermo Gitz

La educación ha sido la actividad para-eclesial (o pro-eclesial), donde más se ha destacado la iglesia evangélica. De hecho, fue costumbre que las primeras iglesias protestantes abriesen una escuela al lado o próxima a sus templos. Establecer una escuela era su segunda motivación después de la evangelización. El objetivo era transmitir el conocimiento a la niñez y juventud para que luego pudieran interpretar los principios básicos del evangelio de Jesucristo contenidos en la Biblia1.

El énfasis en la formación pedagógica desde el punto de vista cristiano se basa en los efectos positivos que promueve la posibilidad de liberarse de la ignorancia que provoca el analfabetismo, el cual ha sido y sigue siendo el origen del oscurantismo intelectual. Es así como la educación ha permitido alcanzar el logro de la realización individual y la libertad personal. Esto ocurre de la manera en que lo explicita Jesús: “Y conocerán la verdad y la verdad los hará libres”. (Juan 8:32 – RVC). Pero, para conocer esa verdad espiritual, es necesaria la educación. Una persona educada es libre para decidir con inteligencia su destino, así como para entender su presente realidad y como para visionar, aun en su finitud, su futuro ulterior.

También se apoya en otra verdad bíblica que es el “culto racional” (Romanos 12:1 – RV 1960). Esto es porque el cristianismo no se practica a través de ritos iniciáticos u ocultistas ni fórmulas extrañas por fuera de la razón. Sino que, por el contrario, la racionalidad tiene un papel fundamental en la creencia cristiana. Este pensamiento se ha debido a la influencia helénica del tiempo neo-testamentario que irrumpió en las ideas cristianas de la mano de Pablo. Como es sabido, el evangelio se extendió al mundo griego y tomó sus nociones expresadas en el trinomio: cuerpo, mente y alma (o espíritu) difundidas por sus eminentes filósofos. Pero la Biblia, a su manera y en el vocabulario de la época, ya lo establecía en Deuteronomio 6:5, refrendado por Jesús en Mateo 22:37 y Marcos 12:30.

El apóstol Pablo expone la necesidad imperiosa de que la persona comprenda con racionalidad, es decir, con entendimiento, las verdades escriturales para incorporar ese conocimiento (2 Timoteo 2:7). Esto no desvincula o desplaza la fe; “la sustancia de lo que no se ve” (Hebreos 11:1), sino que, por el contrario, la refuerza al convertirla en una fe racional y no en una percepción irracional (Efesios 1:18; Colosenses 2:2).

A partir de la premisa de conocer la verdad para ser libres es que fue, y sigue siendo necesaria, la educación para poder asimilar la riqueza de las declaraciones y postulados bíblicos. El culto cristiano es racional porque somete las alucinaciones de los cultos extáticos y místicos o, en el caso opuesto, cualquier dogma estricto y claustrofóbico; siendo estos los dos polos opuestos a los que una persona puede adherir ciegamente cuando no ejerce la racionalidad.

Por encima de todo, la Biblia, que es el libro doctrinario del cristianismo, es un documento que debe ser leído y comprendido por todos, con poca o mucha instrucción y, para ello, la educación ejerce un rol de suma importancia. Aprender a leer es el hecho instrumental e ideológico que posibilita la lectura de la Escritura. Es un basamento esencial del cristianismo.

Cuando se prohibió la lectura bíblica; mayor fue el oscurantismo en la Edad Media. Debido a ello, comenzaron a afirmarse teorías (en forma de doctrinas eclesiásticas) sin respaldo bíblico, que, entre otros muchos asuntos, embistieron contra el desarrollo de la ciencia al excomulgar y perseguir a científicos innovadores; y contra el desarrollo intelectual, al quemar en las hogueras los libros que figuraban en el Índex de la Inquisición. Este era un índice o catálogo donde listaban los libros prohibidos por la iglesia romana, según se explicaba, porque contradecían los dogmas vaticanos.

No es accidental que la Reforma protestante coincidiera con el naciente racionalismo intelectual que propició el movimiento cultural de la Ilustración. La Reforma surgió como una ofensiva contra la ignorancia y la cerrazón intelectual en que había caído la iglesia romana o, más bien, el papado y, sin duda, el clero indocto de aquel tiempo. En sus famosas 95 tesis, Lutero afirmó que “los cristianos debían ser enseñados”.

El desarrollo del racionalismo filosófico impulsa el paradigma de la Reforma del discernimiento y la libre interpretación escritural. Ideal que retoma la doctrina bíblica del “sacerdocio universal del creyente” porque somos reales sacerdotes: 1Pedro 2:5 y 9; Apocalipsis 1:6 y 5:10. Así como los sacerdotes privilegiados que estudiaban el texto sagrado; todo creyente tenía derecho a indagar personal y solitariamente la Biblia para su crecimiento espiritual. Ya no era más una exclusividad del clero que escamoteaba la Biblia y privaba de leerla al vulgo y la creciente burguesía; todo debido al recelo eclesiástico a las desviaciones de quienes consultaban la Biblia sin la guía de la iglesia dogmática. Pero que, en realidad, se trataba de no perder el poder político y económico de la iglesia a través de su supuesta autoridad única en lo espiritual.

El arquetipo del creyente, según el apóstol Pedro, es aquel que crece en sabiduría. “Crezcan en conocimiento” (2 Pedro 3:18). Esto es; progresar espiritual y doctrinalmente a través del conocimiento que brinda un aprendizaje bíblico metódico. O, a través de la exposición de la Palabra por parte de líderes espirituales quienes la hayan estudiado profundamente y sirvan de guías genuinos. Pero para que ese crecimiento espiritual fuese positivo, era fundamental que se basara en el crecimiento intelectual que solamente otorga la educación.

En varios concilios desde 1229 en adelante, la iglesia romana prohibió la lectura de la Biblia en lengua vernácula2. Siendo que ya habían aparecido algunas versiones fragmentarias de textos bíblicos en los idiomas europeos aún no desarrollados. Muchas veces más, la iglesia romana utilizó ese recurso para impedir el conocimiento bíblico. Por el supuesto temor de abrir la puerta a la herejía, impidió la lectura personal de la Escritura. Y confinó su examen exclusivo al “sacerdocio ministerial” de la jerarquía eclesiástica.

En siglos posteriores, distintos reformadores comenzaron a traducir la Biblia entera a sus idiomas cuando estas lenguas habían evolucionado de sus formas primitivas. Fueron traductores como Tyndale3, Reina, Lutero, Olivetan, etc., que trasladaron el texto sagrado a sus idiomas autóctonos, desde los originales hebreo y griego. Esta fue otra gran revolución que acercaba la Escritura a los fieles. Claro que, muchos de ellos debieron escapar para preservar las traducciones. Pero sin alfabetización no habría lectura de la Palabra de Dios. Y a ello se abocaron otros líderes protestantes abriendo escuelas.

El perfeccionamiento técnico de la imprenta, por Johannes Gutenberg, que había tenido lugar en el siglo anterior a la Reforma, ayudó a generalizar su posesión; determinando la accesibilidad de la Escritura para los estudiosos bíblicos y luego, a todo aquel que deseara examinarla. Todo ello, fue el aporte de la Reforma Protestante que dio un extraordinario impulso a la erudición como consecuencia de haber promovido la accesibilidad al texto sagrado. Dicho de otro modo, surge con la Reforma, la noción de la necesidad de que la gente debiese instruirse para poder acceder al conocimiento de la Palabra de Dios.

Si bien, en el pasado, el evangelio alcanzó a personas iletradas, las cuales llegaron a conocer las verdades bíblicas por el oír (Romanos 10:17). Luego, la frecuentación de la Biblia por los creyentes les permitió adquirir una exigua literalidad. Es decir, un mínimo grado de educación informal. La iglesia evangélica hizo mucho por esa formación porque la gente semi o totalmente analfabeta que ingresaba en la membresía de las iglesias fue incorporando lenta y progresivamente nociones del idioma con la lectura de escritos sencillos, de los himnos y la recitación de versículos bíblicos. Por la repetición frecuente de los mismos, más la escucha de los sermones, todo ello les ayudaba a incorporar un vocabulario elemental. Fue una forma de pedagogía inductiva que les permitió instruirse doblemente, tanto en conocimiento espiritual como en erudición universal y humanística.

Otro emprendimiento digno de mención es el surgimiento de la Escuela Dominical. La misma ha sido la manera evangélica de enseñar los rudimentos de la doctrina cristiana. Se trataba de una escuela de teología básica sistematizada según las diferentes edades y capacidades. Como su nombre lo indica, esa instrucción se llevaba a cabo en el día domingo, en horario diferenciado al del servicio principal. Como se ve, se trató de otra contribución educacional del protestantismo para el conocimiento y el saber de sus fieles. La Escuela Dominical ha sido un importante componente de la tradición de la iglesia evangélica porque, en el pasado, sirvió para instruir a personas con poco conocimiento bíblico y con mínima o nula educación4.

De una necesidad esencial como fue la de estimular a los fieles a la lectura de la Palabra y facilitarles su compresión; redundó en el deber de prepararlos para que pudieran aprehender las enseñanzas bíblicas. Desde esa toma de conciencia, se procedió a abrir aulas para la alfabetización. La iglesia protestante tomó, como parte de su causa evangelística, la culturización de los creyentes iletrados para que se dignificasen con la educación. Siendo que la iglesia evangélica tiene como uno de sus estandartes a la lectura de la Biblia, la cual provee el crecimiento espiritual (2 Timoteo 3:16-17). Y, asimismo, de la asimilación de la Escritura se extrae la base doctrinal para la predicación del evangelio de nuestro Señor Jesucristo.

1- Ya en 1536, en la protestante Ginebra, se estableció la primera escuela pública y obligatoria de la historia. La Primera Confesión Escocesa (redactada por John Knox y otros) de 1560, establecía una reforma que exigía que en los medios rurales se enseñara a los niños en escuelas adjuntas a las iglesias; y en las ciudades con superintendentes se abrieran escuelas y universidades. “La herencia del cristianismo” – César Vidal Manzanares – 2014 Editorial Jucum.

 2- En 1229, el Concilio de Toulouse (Francia) prohibió expresamente a los laicos utilizar Biblias en cualquier lengua vernácula. Y en 1234, el Concilio de Tarragona (España) prohibió la posesión de Biblias en lenguas romances (derivadas del latín), aun a los clérigos. En 1546, el Concilio de Trento reafirmó la “autenticidad” de la Vulgata (traducción al latín de la versión Septuaginta griega), a pesar de sus errores y a partir de entonces la Iglesia adoptó una postura cada vez más firme en contra de las traducciones vernáculas. En 1612, la Inquisición española lanzó una feroz campaña destinada a erradicar las Biblias en lenguas nacionales. Aun en 1897, el papa León XIII reafirmó que quedaban “prohibidas todas las versiones de los Libros Sagrados elaboradas por escritores acatólicos en cualquier lengua vulgar, en particular las editadas por las sociedades bíblicas (sic), las cuales han sido condenadas por el Romano Pontífice en diversas ocasiones”. https://wol.jw.org/es/wol/d/r4/lp-s/101997884#h=23

El papa Pío II (1458-64) declaró, refiriéndose a los grupos reformados, que “aquella progenie humana infiel tiene por lo menos una buena cualidad: ama la instrucción”. www.aliat.org.mx/BibliotecasDigitales/economico_administrativo/Historia_general_de_la_educacion.pdf

3- “William Tyndale creía que no estaba bien que la gente común oyera la lectura de la Biblia solo en latín y no en su propia lengua. Los líderes de la iglesia de aquellos días, increíblemente, no querían la Biblia en el idioma del pueblo porque, como los fariseos en los días de Jesús, temían perder su poder eclesiástico. Pero contra su oposición Tyndale tradujo el NT al inglés y lo publicó. Por su esfuerzo fue “premiado” con el exilio, la pobreza y la persecución. Finalmente, en 1536, fue estrangulado y quemado en la hoguera. Lo que lo motivó a traducir la Escritura al idioma común fue enterarse que la mayoría del clero inglés no sabía si quiera quiénes eran los doce discípulos”.  “Doce hombres comunes y corrientes” – John McArthur – 2002 Grupo Nelson

4- Las primeras Escuelas Dominicales fueron establecidas en Gran Bretaña en la década de 1780, con el fin de educar a los niños trabajadores en su único día libre. Fueron propuestas por Robert Raikes y apoyadas por muchos religiosos. El objetivo era el de enseñar lectura, escritura y un conocimiento bíblico a los jóvenes. Recién noventa años después, en 1870, muchos niños pudieron comenzar a asistir a la escuela pública gracias a la reducción del sistema de trabajo por las nuevas leyes laborales. Utilizando la Biblia como su libro de texto, se les enseñó a leer y escribir. En aquellos primeros tiempos, los adultos asistían a las mismas clases que los niños, dado que, debido a su analfabetismo, también eran entrenados en lecturas básicas. https://es.wikipedia.org/wiki/Escuela_dominical

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