El primer pecado

La puesta en escena de Génesis 3 ilustra a la primera pareja, Adán y Eva, en el peor momento de su antítesis pecaminosa. A lo largo del relato, ambos deben decidir a quién escuchar: a Dios o a la serpiente (Gn. 3:17). Lamentablemente, frente a la acometida de la serpiente, se vieron engañados y desdichados. Eva fue sumamente ingenua. Adán fue débil y negligente. Ambos quedaron desconcertados y se vieron culpables frente a su propia inconciencia. Su falibilidad había quedado expuesta frente a toda la corte divina, que fue testigo de estos sucesos. (Aun así, debemos recordar que la lucha entre la serpiente y el ser humano se asemejaría  a una pelea entre Mike Tyson y Bart Simpson. Siendo honestos, no nos hubiera ido mucho mejor; quizás, hasta hubiéramos salido peor parados.)

Desde un punto de vista literario, el fin de Adán y Eva fue el “prototipo de tragedia”. Leland Ryken nos ofrece los detalles de este género: un problema inicial, una decisión errada basada en la necedad y la desobediencia y, como resultado, una aflicción autoinfligida, una epifanía indeseada y, por último, el exilio. Así, en el capítulo tres de Génesis, resuenan ecos de amarga ironía en la medida en que Adán y Eva experimentan una inversión del típico relato de mendigo a millonario. La siguiente lista contrasta los cambios drásticos que produjo el pecado de Adán y Eva, una verdadera revocación de la creación.

servir y guardar el templo                                         desorden y confusión al este del Edén
dos árboles en el paraíso                                          espinos y cardos fuera del paraíso
abundancia y productividad                                     sudor y frustración
contentamiento y shalom                                         insatisfacción y descontento
seguridad y bienestar                                                 ansiedad y peligro
mayordomía de la creación                                      explotación, abusos y excesos
conocimiento y sabiduría                                          necesidad e ilusión
hogar habitado junto a Dios                                     expulsión y exilio

Los cambios drásticos que desataron Adán y Eva trajeron caos y confusión a todas las esferas de la existencia. Jan Amos Komenský, el reformador checo del siglo XVII, explica con palabras vívidas las implicancias que esta revocación tuvo para la primera pareja en la experiencia cotidiana e, incluso, en su propio matrimonio (Gn. 3:16). En efecto, estas realidades se volvieron cada vez más evidentes en los sucesos registrados en Génesis 4-11.

¿Qué hay, en relación con las personas, que sea como debería ser? ¿Acaso hay algo que esté en su lugar? No, nada. Todo está al revés, todo salió mal, dado que todo orden, todo gobierno y toda cualidad noble han quedado dispersos […]. En lugar de unidad, vemos discordia, peleas y furia, malicia tanto en lo secreto como en abierta hostilidad, luchas y guerras. En vez de rectitud, vemos injusticia, robos y estafas; todos acumulan con codicia y sólo para sí mismos. En vez de pureza, encontramos lujuria, tanto interna como externa; vemos adulterio, infidelidades, malas conductas e indecencia, tanto en la mente como en el discurso. En lugar de honestidad, encontramos mentiras y chismes por todas partes. En vez de humildad, vemos arrogancia y orgullo, engreimiento y alarde, y a uno levantándose contra el otro. ¡Ay de ti, generación miserable! ¡Cuánto te has hundido en la desgracia!

De acuerdo con la Biblia, este es el mundo en el que vivimos, lo que Salomón describe como aquello que sucede “bajo el sol” (Ec. 1:3), o lo que Pablo llama “el presente siglo malo” (Gá. 1:4).

Traducido por Micaela Ozores

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