Placeres simples

“Tú me enseñas el camino de la vida;
con tu presencia me llenas de alegría;
¡estando a tu lado seré siempre dichoso!”
(Salmos 16:11)

Hace unos dos años, escribí un artículo titulado Sobre cultivar el contentamiento, a modo de ejercicio de disciplina espiritual. Quería reflexionar sobre las muchas bendiciones que vivo y recibo a diario de parte de Dios.

Estos placeres suelen ser cosas que damos por sabidas. Desde un punto de vista positivo, podemos agradecer que tenemos un buen descanso por las noches, que podemos disfrutar de la comida y la bebida, de la compañía de amigos cercanos, de bella música y del esplendor de la naturaleza. Desde un punto de vista negativo, podemos agradecer no ser víctimas de desastres naturales ni sufrir accidentes de viaje, enfermedades, actos delictivos, emergencias u otros inconvenientes de todo tipo.

Este nuevo artículo es un breve recordatorio personal de la necesidad de cultivar constantemente el contentamiento, pensando en los placeres simples de la vida y reconociendo que son regalos de Dios. Veamos tres ejemplos.

El primero es un ave silvestre que cuidamos con mi familia. Mis nietos lo llamaron Poopy McPato. Pasó un mes con nosotros y hacia el final de su estadía, en casa, nos encariñamos mucho con él. A veces, cuando nos sentábamos en la sala de estar, Poopy volaba hasta el apoyabrazos de mi asiento para visitarme. En otras ocasiones, se posaba sobre mi rodilla. Fue un placer mirarlo y compartir con él unos pocos momentos de nuestra existencia.

El segundo ejemplo es nuestra terraza. Tenemos la bendición de tener muchas plantas de colores vibrantes y bonitas flores. Esta es una de ellas.

El tercero de mis placeres simples es un retrato. Es muy significativo para mí. Hace unos pocos años, unos amigos muy queridos de Sudáfrica nos regalaron un enorme y hermoso mantel. No podíamos ni imaginar que se manchara de salsa de espagueti o se le volcara vino, así que, después de unos años, decidimos dividirlo en varias partes. Colocamos un retazo grande en la cabecera de nuestra cama y este otro más pequeño lo colgamos en la sala de estar. Todos los días, este mantel me recuerda la bendición de tener amigos como Rob y Penny, que viven lejos de aquí.

A veces, hago una lista de mis bendiciones, aunque admito que debería hacerlo más seguido. Quisiera invitarlos a que juntos desarrollemos el hábito de enumerar los placeres simples y los beneficios que Dios nos concede. Podemos seguir el modelo de Salmos 103:1-6.

Paso 1 (versículos 1 y 2): “¡Bendice, alma mía, al Señor! ¡Bendiga todo mi ser su santo nombre! ¡Bendice, alma mía, al Señor, y no olvides ninguna de sus bendiciones!”.
Paso 2 (versículo 3a): “El Señor perdona todas tus maldades”.
Paso 3 (versículo 3b): “y sana todas tus dolencias”.
Paso 4 (versículo 4a): “El Señor te rescata de la muerte”.
Paso 5 (versículo 4b): “y te colma de favores y de su misericordia”.
Paso 6 (versículo 5): “El Señor te sacia con los mejores alimentos para que renueves tus fuerzas, como el águila”.

Traducido por Micaela Ozores

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