Genesis 1 y 2 describen la creación tomando términos de la arquitectura y la ilustran como un edificio. El diseño de Dios revela esplendor, estabilidad y perpetuidad. James Skillen escribió: “La creación es una maravilla arquitectónica. Es una tienda, una casa o un palacio y templo que Dios ha construido”. En Génesis 1, el verbo “hacer” aparece en los versículos 7, 16, 25, 26 y 31; en el capítulo 2, aparece en los versículos 2, 4, 9, 18, 21 y 22. Por otro lado, encontramos el verbo “crear” en los versículos 1 y 21 del capítulo 1. También vemos términos de construcción, como “separar” (Gn. 1:4, 6, 14, 18), “juntar” o “conjunto” (Gn. 1:9, 10), y “poner” (Gn. 1:17), que describen la ingeniería del Creador.
Las Escrituras afirman que el mundo de Dios está establecido sobre cimentos firmes, porque está bien ordenado y, en términos arquitectónicos, es sólido. “Mientras la tierra permanezca, no faltarán la sementera y la siega, ni el frío y el calor, ni el verano y el invierno, ni el día y la noche” (Gn. 8:22). En el libro de Isaías, Dios dice: “con la palma de mi mano derecha medí los cielos y, cuando los llamé, juntos se presentaron ante mí” (Is. 48:13). Miqueas dice que el mundo está seguro sobre “los sólidos cimientos de la tierra” (Mi. 6:2) y el Salmo 93 declara que “el Señor afirmó el mundo, y este no se moverá” (v. 1). Job 38 usa terminología arquitectónica para describir la creación diciendo: “¿Dónde estabas tú, cuando yo afirmé la tierra? Si en verdad sabes mucho, dímelo. Dime también, si lo sabes, ¿quién tomó sus medidas? ¿O quién la midió palmo a palmo? ¿Sobre qué están sentadas sus bases? ¿Quién puso su piedra angular?” (vv. 4-6).
Del mismo modo, la Biblia alaba la sabiduría del plano arquitectónico de Dios, porque la tierra fue diseñada con destreza y belleza, y a la vez teniendo en mente la función de cada elemento.
¡Tus obras, Señor, son innumerables! ¡Todas las hiciste con gran sabiduría! ¡La tierra está llena de tus criaturas! (Sal. 104:24)
Con sabiduría, el Señor fundó la tierra; con inteligencia, el Señor afirmó los cielos. (Pr. 3:19)
Específicamente, la sabiduría de Dios se manifiesta en su cuidado providencial, que mantiene el mundo en pie. En Génesis 1:12 leemos: “Y así la tierra produjo hierba verde, hierba que da semilla según su naturaleza, y árboles que dan fruto según su género, y cuya semilla está en ellos”. Jesús se refirió a esta provisión divina diciendo que el Padre que está en los cielos “hace salir su sol sobre malos y buenos, y que hace llover sobre justos e injustos” (Mt. 5:45). Del mismo modo, Pablo habló con los gentiles en Listra y les dijo: “[el] Dios de la vida, [el] creador del cielo, la tierra y el mar, y de todo lo que hay en ellos, […] no dejó de manifestar su poder al enviarnos toda clase de bienes, pues del cielo nos viene la lluvia, que hace fructificar la tierra para nuestro sustento y alegría” (Hch. 14:15, 17).
Vern Poythress destaca que la creación es el fundamento sobre el cual descansan el gobierno eterno de Dios sobre el mundo y el cuidado continuo de su creación.
Primero, la palabra de Dios hizo que brotaran por primera vez las plantas. Luego, la palabra de Dios describe y gobierna el crecimiento continuo de nuevas plantas. La referencia explícita a las semillas indica que Dios estaba estableciendo un patrón permanente para las plantas, mediante el cual se reproducirían y se producirían más plantas “según su naturaleza”.
Poythress señala que la regularidad que se manifiesta en la naturaleza —“las leyes de los cielos” (Job 38:33)— halla su origen en Dios, quien construyó el mundo dándole la infraestructura de las leyes naturales. Salmos 148:5b-6 expresa el rol arquitectónico de la ley refiriéndose a la esfera celestial: “El Señor dio una orden, y todo fue creado. Todo quedó para siempre en su lugar; el Señor dio una orden que no se debe alterar”. En este sentido, Poythress también cita los Salmos 104 y 147.
Haces crecer la hierba para los ganados, y las plantas que el hombre cultiva para sacar de la tierra el pan que come y el vino que le alegra el corazón, el aceite que da brillo a su rostro, y el pan que sustenta su vida. (vv. 14-15)
El Señor envía su palabra a la tierra, y sus órdenes se cumplen de inmediato. Cae la nieve como copos de lana, y la escarcha se esparce como ceniza. Deja caer las piedrecillas de granizo; y a causa del frío todo se congela. Pero da otra orden, y el hielo se derrite; sopla el viento, y las aguas vuelven a correr. (vv. 15-18)
Por último, Poythress dice que “aquello a lo que llamamos ‘ley natural’ en realidad es la ley de Dios o la palabra de Dios, que los investigadores humanos describen en términos imperfectos y aproximados”. Cabe destacar que también cita varias de las grandes implicancias derivadas de Génesis 1 y 2 que esto tiene para el pensamiento humano y la investigación científica.
La unidad de Dios implica que hay unidad, orden y armonía en el mundo que él creó […]. El monoteísmo bíblico ofrece un fundamento para la fiabilidad y constancia de la ley. El mundo entero está bajo el gobierno de un Dios que es coherente consigo mismo y tiene un propósito igual de coherente.
Según la cosmovisión bíblica, Dios está involucrado de forma constante e invariable con el mundo, que está absolutamente bajo su control.
Un mundo gobernado por el Dios racional, personal y omnipotente demostrará la racionalidad de su propósito.
Si el mundo está en completa sujeción a Dios, podemos inferir que Dios ejerce un señorío absoluto sobre la creación. En conformidad con este señorío, nosotros como seres humanos somos llamados a someternos a él.
“Con su poder, el Señor hizo la tierra; con su saber, puso orden en el mundo; con su sabiduría, extendió los cielos.” (Jer. 10:12)
Traducido por Micaela Ozores