4 Principios de San Agustín Sobre La Oración (Por Tim Keller)

Anicia Faltonia Proba, quien murió en 432 DC, era una noble cristiana romana. Ella tuvo la distinción de conocer tanto a Agustín, el más grande teólogo del primer milenio de historia cristiana, como a Juan Crisóstomo, su más grande predicador. Tenemos dos cartas de Agustín a Proba y la primera (Carta 130), es el único tratamiento sustancial en el tema de la oración que Agustín alguna vez escribió.

Tuve la oportunidad de leer, recientemente, la carta y me impresionó con su sentido común y algunas de sus inusuales percepciones. Anicia Proba le escribió a Agustín porque tenía miedo de no estar orando como debía. Agustín le respondió con varios principios o reglas para la oración.

La primera regla es contra-intuitiva. Agustín escribió que antes de que alguien se pregunte acerca de qué orar y cómo orar, él o ella debe ser primero una clase específica de persona. ¿Qué clase es esa? Él escribe: “Usted debe sentirse ‘desolado’ en este mundo, aun cuando grande sea la prosperidad de su porción.” Él argumenta que no importa cuán grandes son las circunstancias terrenales, estas no nos pueden traer la paz, felicidad y consolación que se encuentran en Cristo. Las escamas deben caer de nuestros ojos. Si no vemos esa verdad, todas nuestras oraciones irán mal.

En la segunda, Agustín dice: usted puede comenzar a orar. Y ¿por qué cosa debe orar? Con una pequeña sonrisa (creo) contesta que debe orar por lo que todos oran: “Ore por una vida feliz”. Pero, por supuesto, ¿qué le traería a usted una vida feliz? El cristiano (siguiendo la primera regla de oración de Agustín) se ha dado cuenta de que la comodidad, recompensas y placeres en sí mismos dan sólo un momentáneo entusiasmo y, si usted hace descansar su corazón en ellos, de hecho, le traerán menos felicidad duradera. Él toma el Salmo 27 y puntualiza la gran oración del salmista: “Le he pedido al Señor, y sólo esto busco: habitar en su casa todos los días de mi vida, para contemplar su hermosura.” Esta es la oración fundamental por felicidad. Agustín escribe: “Amamos a Dios por lo que Él es en sí mismo y (nos amamos) a nosotros mismos y nuestro prójimo, por su/nuestro bien”. Eso no quiere decir, rápidamente añade, que no debemos orar por más cosas que por: conocer, amar y complacer a Dios. Para nada. El Padre Nuestro nos muestra que necesitamos muchas cosas. Pero, si Dios es nuestro más grande amor y si conocerlo y complacerlo es nuestro más grande placer, luego será transformado el qué y cómo oraremos para una vida feliz.

Él cita Proverbios 30 como un ejemplo: “No me des pobreza ni riquezas. Dame sólo el pan necesario, no sea que, una vez satisfecho, te niegue y diga: «¿Y quién es el Señor?» O que, por ser pobre, llegue yo a robar y ofenda el nombre de mi Dios”. Hágase usted esta pregunta. ¿Está buscando a Dios en oración para obtener adecuados recursos financieros o está procurando la clase y cantidad de recursos que necesita para adecuadamente conocer y servir a Dios? Esos son dos diferentes conjuntos de motivaciones.

En ambos casos, la acción externa es una oración: “Oh Señor, dame un trabajo así no seré pobre”, pero las intenciones internas del corazón son completamente diferentes. Si, como Agustín aconsejó, primero se convierte en una persona “desolada sin Dios, a pesar de las circunstancias externas” y después comienza a orar, su oración será como la de Proverbios 30. Pero si se arroja a la oración antes de que el evangelio reordene los deseos de su corazón, entonces, su oración será más como esta: “Hazme tan rico como sea posible”. Como resultado, no desarrollará la prudencia espiritual necesaria que permite discernir la ambición egoísta y la codicia de un deseo de excelencia en el trabajo. Una oración como Proverbios 30 incluye la solicitud de que Dios no le dé demasiado, no sólo que no le dé poco.

La tercera regla es comprensiva y práctica. Será guiado, dice, a la correcta manera de orar por una vida feliz, al estudiar el Padre Nuestro. Piense mucho y vivamente acerca de este gran modelo de oración y asegúrese de que sus propias peticiones se ajusten a esta. Por ejemplo, escribe Agustín: “Aquel que dice en oración… ‘Dame tanta riqueza como le has dado a este o aquel hombre’ o ‘Incrementa mis honores; hazme eminente en poder y fama en el mundo’, y quien pide meramente desde un deseo por estas cosas, y no a fin de que, a través de ellas, beneficie a los hombres agradables a la voluntad de Dios, yo no creo que encuentre alguna parte del Padre Nuestro en relación con la cual pueda encajar con estas peticiones. Por lo tanto, sintamos vergüenza por pedir estas cosas”.

La cuarta regla es una admisión. Agustín admite que aun después de seguir las primeras tres reglas, todavía “no sabemos qué pedir como debiéramos en relación a las tribulaciones”. Esta es una posición de gran perplejidad. Aun el más piadoso cristiano puede no estar seguro por qué pedir. “Las tribulaciones… pueden hacernos bien… y porque son duras y dolorosas… oramos con un deseo, que es común a la humanidad, de que estas nos sean removidas de nosotros”.

Agustín nos da un sabio consejo pastoral. Primero, apunta a la propia oración de Jesús en Getsemaní, la cual fue perfectamente balanceada entre el sincero deseo (“Que pase de mí esta copa”) y la sumisión a Dios (“pero no sea hecha mi voluntad sino la tuya”). Y él apunta a Romanos 8:26, cuyas promesas de que el Espíritu guiará nuestros corazones y oraciones cuando estemos gimiendo y confundidos y Dios las oirá aun en su condición imperfecta.

Anicia Proba era una viuda en sus primeros 30 años. Estuvo presente cuando Roma fue saqueada en 410 y tuvo que huir por su vida, con su nieta Demetrias, al África, donde conoció a Agustín. Y Agustín concluye su carta preguntándole a su amiga: “¿Qué hace que esto funcione (la oración), en especial, apropiado para las viudas, sino es su afligido y desolado estado?” Acaso una viuda “¿no debería “comprometer su viudez, para decirlo de algún modo, a su Dios como su escudo en la más ferviente y continua oración?” Existe toda la razón para creer que ella aceptó su invitación.

Ver: Carta 130 de Agustín (412 DC) a Proba que se publica en “Padres de Nicena y Post- Nicena” por Philip Schaff (1887).

Translated by permission. The English original is found at:

https://www.redeemer.com/redeemer-report/article/saint_augustine_on_prayer

 

 

Un comentario

  1. Excelente contenido presenta en el Tema Oracion , las enseñanzas de San Agustín a Anicia Proba que son valiosas para nosotros. Gracias

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