La práctica de la apologética

La apologética consiste en “aplicar la enseñanza escritural a la incredulidad”.* La incredulidad se manifiesta en un amplio espectro de formas individuales y sistémicas, teóricas y prácticas, religiosas y de cosmovisión. Por lo tanto, en la Biblia encontramos que la apologética es multifacética tanto en su significado como en la práctica.

En primer lugar, la esperanza y la perseverancia cristianas muchas veces despiertan curiosidad en contextos de persecución e injusticia. 1 Pedro 3:15-16, el texto clásico sobre apologética, manda a los creyentes a estar siempre listos para “presentar defensa” de su fe en Cristo, a pesar del sufrimiento, “ante todo el que [nos] demande razón”. Pedro nos muestra que la apologética confronta el enigma del sufrimiento personal. Él enseña que la piedad y la ética están íntimamente relacionadas con la motivación para aplicar la apologética y su puesta en práctica. Debemos “santificad a Dios el Señor” en lo más profundo de nuestro ser, tener una “buena conciencia” y demostrar una “buena conducta”. La apologética debería aplicarse con “mansedumbre y respeto”, sin importar qué argumento usemos ni con quién estemos dialogando.

En segundo lugar, el término griego para la palabra apologética, apologia, literalmente significa “hablar en defensa propia para refutar una acusación” o “defenderse uno mismo”. En la mayoría de los casos, el término se refiere a la respuesta cristiana frente a las acusaciones legales, la persecución religiosa, las calumnias o una indagación. El Nuevo Testamento da ejemplos de varios contextos de disputas y litigios ante judíos, cristianos y gentiles. Parte de la apologética consiste en defender nuestra fe ofreciendo respuestas o respondiendo a las críticas y acusaciones de oponentes. Buscamos demostrar la justificación intelectual y existencial de nuestra fe, además de enmendar malentendidos en torno al significado y el mensaje del cristianismo.

En tercer lugar, hay dos usos importantes del término anapologia, es decir, “sin excusa”, que se refieren a la apología con que la humanidad se defiende a sí misma frente a Dios y el juicio divino, basado en su pacto, contra la humanidad impía (Ro. 1:20, 2:1; también, con un término similar, en Ro. 3:9). Los seres humanos muchas veces llevaron a juicio a Dios, lo culparon por las fallas y las desventuras de la tierra, y luego le exigieron que diera explicaciones. Parte de la apologética consiste en “revertir los roles” y demostrar que el ser humano queda literalmente “sin defensa” al presentarse ante el tribunal de Dios.

En cuarto lugar, el concepto y la práctica de la apologética es iconoclasta. Esto queda comprobado por el vocabulario de Pablo contra los incrédulos y oponentes de Hechos (en especial en Hechos 14:8-14 y 17:16-32). Al igual que Pablo, la Biblia muchas veces critica otras cosmovisiones, ideologías y religiones, tales como los mitos babilónicos de la creación, la teocracia egipcia, la sabiduría y la filosofía paganas, y la Pax Romana. Además, puesto que Cristo es el Señor de todo lo que existe, debemos evaluar todas las cosas —esferas de la vida, motivaciones, objetivos, paradigmas, disciplinas académicas, ideologías y sistemas— a la luz de Cristo tal como fue revelado en las Escrituras. Parte de la apologética es la crítica interna de las cosmovisiones y de la incredulidad personal para demostrar que carecen de verosimilitud intelectual y existencial.

Es más, la apologética afirma el señorío de Cristo sobre la mente, el propósito de la revelación, los efectos del pecado sobre el pensamiento, y el rol esencial de la cosmovisión, la religión y la cultura para establecer la veracidad de la fe. Sin apologética, la cosmovisión bíblica no parecería veraz en términos intelectuales, ni creíble en términos existenciales, con lo cual acabaríamos en el sincretismo y la irrelevancia.

La apologética reconoce que las personas no son meras “tablas rasas” sobre las cuales podemos escribir argumentos efectivos o la cosmovisión bíblica. Cuando nos encontramos con ellas, ya están encerradas en una cosmovisión constituida por una red de ideas preconcebidas y expectativas culturales. Por eso, la apologética es una herramienta de diagnóstico, que nos lleva a formular una serie de preguntas: ¿Cómo procesan los oyentes la información y los argumentos que se les presentan? ¿Cómo responden a nuestra cosmovisión las personas que ven la realidad a través de su propia cosmovisión? La apologética primero escucha preguntas y presta atención al contexto, antes de hablar o dar respuestas.

Por último, la apologética reconoce que las disputas tienen lugar en el contexto de una relación con los demás, por lo cual primero busca entender para luego ser entendida. Los apologetas deberían imitar a Francis Schaeffer, quien fue modelo de una “hospitalidad intelectual” hacia quienes diferían con él. Así, la apologética adopta una disposición humilde y amable, y a la vez debate con pasión y se mantiene firme en la verdad, la bondad y la belleza del Dios trino del que dan testimonio las Escrituras.

*John Frame, Apologetics to the Glory of God [Apologética para la gloria de Dios], p. 1.

Traducido por Micaela Ozores

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