La importancia de tener entendimiento, saber la verdad sobre la realidad y sobre uno mismo, es universal y está presente en toda cultura, cosmovisión y religión. Leland Ryken, profesor emérito de Lengua y Literatura en Wheaton College, describe los “temas arquetípicos de las tramas” que se encuentran en toda literatura, mito y leyenda. Uno de esos temas es “el movimiento de la ignorancia a la epifanía” (es decir, el entendimiento o la comprensión). Por ejemplo, el siguiente extracto es una parábola hindú sobre un tigre adulto que encuentra a un cachorro de tigre huérfano comiendo pasto entre el ganado:
Un día, el bengalí devorador de hombres se acerca asechando por los bosques. Acaba de desayunar una gacela, pero siempre tiene hambre. Su salto es impecable. Todas las cabras huyen, excepto el aspirante a cabra. El tigre inspecciona al cachorro con asombro. “¿Qué estás haciendo aquí?”. “Baaaaah”, le responde el aspirante a cabra. “Nosotros no hacemos balidos”, gruñe el devorador de hombres. Confundido, el cachorro empieza a masticar el pasto. “¡Y tampoco comemos pasto!”, ruge el devorador de hombres. “¡No somos vegetarianos!” El tigre levanta al cachorro por el pescuezo y lo lleva a un estanque para que, mediante del reflejo del agua, pueda ver su verdadero rostro. Cuando el aspirante a cabra ve su verdadero rostro, empieza a chillar aterrado.
Enfurecido e indignado, el devorador de hombres levanta al cachorro y lo arrastra a su guarida, donde guarda los restos de la gacela que comió de desayuno. Le abre la quijada por la fuerza y le mete un poco de carne cruda en la boca. En cuanto la sangre de la presa corre por su garganta, el aspirante a cabra abre la quijada y ruge, tras lo cual el tigre dice: “Ahora que sabes quién eres, podemos empezar a hablar sobre cómo deberías comportarte”.
El tema de la transformación, de la ignorancia al entendimiento, también es un motivo recurrente en las películas populares. La primera película de Matrix trata de la iniciación de Neo, quien descubre que la raza humana está siendo totalmente manipulada por las computadoras. Lo que pensaba que era real, no era más que una ilusión, creada para esclavizar a la humanidad. El show de Truman trata de un hombre que descubre que la realidad, tal como se le presenta, es una farsa total, diseñada para entretener a otras personas y venderles productos. La isla describe clones humanos a quienes les lavaron el cerebro para que abrigaran una ilusión, pero su único propósito es usarlos para proveer partes humanas a otras personas.
¿Por qué encontramos este “movimiento de la ignorancia a la epifanía” en todas las culturas, cosmovisiones y religiones? ¿Por qué esta comprensión de la realidad es tan importante? ¿Por qué deberíamos saber la verdad sobre Dios, sobre el mundo y sobre nosotros mismos? Porque…
Dios creó el mundo para que fuera como una escuela. Cada aspecto de la creación, el mundo natural, nosotros mismos y nuestras relaciones, es revelador. Todos los hechos nos dicen algo. Todas las cosas, cada encuentro y cada persona es una invitación a pensar y aprender.
Dios, el gran maestro, creó a los seres humanos como sus alumnos: a su imagen. Somos homo discens, el ser que aprende. Los seres humanos fuimos diseñados con curiosidad intelectual y entendimiento. Fuimos creados para servir a Dios y a la humanidad con nuestra mente. En su libro Biblical Knowing [Conocimiento bíblico], Dru Johnson dice lo siguiente:
Las Escrituras cristianas pueden describirse en términos teológicos como un libro que empieza y termina con una perspectiva epistemológica. […] El primer episodio de la actividad humana se concentra en el conocimiento del bien y del mal. La última escena de la humanidad, tal como la describe Jeremías, es una sociedad universalmente profética y entendida (Jer. 31:34).
El conocimiento, el entendimiento y la sabiduría, en otras palabras, son aspectos cruciales del mundo que Dios creó.
Jan Amos Komenský (también conocido como Comenio; 1592-1670), el reformador protestante checo, enseñó que la adquisición del conocimiento y de todas las experiencias de la vida es un ejercicio espiritual: “Así como el mundo entero es una escuela para la raza humana […], el tiempo de vida de cada individuo humano es una escuela desde la cuna hasta la tumba”. Él creía que el objetivo de la vida era adquirir sabiduría, que comprende el aprendizaje, la moralidad y la fe. Él escribió que “conocerse a uno mismo (y, junto al propio ser, todas las cosas), dominarse a uno mismo y dirigirse uno mismo hacia Dios” es el propósito del aprendizaje al servicio de Dios.
De nuevo, el movimiento de la ignorancia al entendimiento es un tema central en la Biblia. Consideremos dos pasajes a modo de ejemplo:
Uno de los escribas, que había estado presente en la discusión y que vio lo bien que Jesús les había respondido, le preguntó: “De todos los mandamientos, ¿cuál es el más importante?”. Jesús le respondió: “El más importante es: ‘Oye, Israel: el Señor, nuestro Dios, el Señor es uno’. Y ‘amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente y con todas tus fuerzas’” (Mr. 12:28-30).
Observemos que el mandamiento más importante incluye aprender de Dios y amarlo con toda la mente.
Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente, para que comprueben cuál es la voluntad de Dios, lo que es bueno, agradable y perfecto (Ro. 12:2).
Nuestro objetivo como seguidores de Jesucristo es conocer a Dios y darlo a conocer, lo cual involucra un proceso de estudio diligente, movilizarse desde la ignorancia y la ilusión a la epifanía y el entendimiento o, parafraseando la última oración de la parábola hindú, nuestra transformación significa: “Ahora que sabes quién eres, podemos empezar a hablar sobre cómo deberías pensar”. Como cristianos, debemos dejar de consumir “pasto” y empezar a comer la “carne” de la Palabra de Dios. Deberíamos inscribirnos en la escuela de Dios.
Reitero, la transformación es consecuencia del entendimiento. Sucede debido a un cambio drástico en lo que pensamos y en cómo pensamos, producto del arrepentimiento por haber “adoptado las costumbres de este mundo” en cuanto a lo intelectual, y producto de que nuestra mente haya sido transformada por el Espíritu de Dios.
Traducido por Micaela Ozores