Este fue mi primer blog hace casi dos años.
Parece útil reimprimirlo ahora.
Es bien sabido que la gran prueba ontológica de San Anselmo respecto de la existencia de Dios, el Proslogion, fue el resultado de un arduo proceso de perplejidad e incesante trabajo. Su búsqueda resultó en una explosión de gozo; sin embargo, ese no fue sino el fruto de una vida de profunda oración y contemplación. Esta actitud es evidente en el primer capítulo de su obra. Consideremos estos tres fragmentos:
¿Qué hará tu servidor, atormentado con el amor de tus perfecciones y arrojado lejos de tu presencia? (…) He sido creado para verte, y todavía no he alcanzado este el fin de mi nacimiento. ¡Oh, suerte llena de miseria! El hombre ha perdido el bien para el cual ha sido creado. ¡Oh, dura condición, oh, cruel desgracia!
Enséñame a buscarte, muéstrate al que te busca, porque no puedo buscarte si no me enseñas el camino. No puedo encontrarte si no te haces presente.
No intento, Señor, penetrar en tu profundidad, porque de ninguna manera puedo comparar con ella mi inteligencia; pero deseo comprender tu verdad, aunque sea imperfectamente, esa verdad que mi corazón cree y ama. Porque no busco comprender para creer, sino que creo para llegar a comprender.
La máxima de Anselmo, “creo para llegar a comprender”, está asociada a otra expresión: “la fe que busca el entendimiento”. Ambas expresiones señalan el papel fundamental de la fe y la espiritualidad. Independientemente de que el ser humano sea un pensador, aprendiz, cuestionador, contemplador, creador y constructor, o productor y consumidor, la Biblia dice que él o ella es, ante todo y sobre todo, un ser religioso, un adorador. ¿Por qué? Porque los seres humanos fuimos hechos a imagen y semejanza de Dios, creados para tener una relación con nuestro creador y gobernar sobre Su creación. Todos nosotros razonamos y actuamos sobre el fundamento de nuestra “fe” o cosmovisión, aun cuando somos ignorantes con respecto a nuestras creencias más básicas.
No busco comprender para creer, sino que creo para llegar a comprender
Salmos 36:9 declara: “En ti se halla el manantial de la vida, y por tu luz podemos ver la luz”. El razonamiento de Anselmo fue un intento, aunque débil, de conocer a Dios y comprender el mundo por medio de Su “luz” o de “pensar los pensamientos de Dios después de Él”. C. S. Lewis lo expresó muy bien cuando escribió: “Creo en el cristianismo como creo que ha salido el sol: no sólo porque lo veo sino porque gracias a él veo todo lo demás”. No pretendo atribuirme la fe, la piedad o la visión de Anselmo, pero sí busco “ver todas las cosas” según los supuestos de mi fe.
Este sitio web y blog es un humilde esfuerzo de pensar el mundo desde el punto de vista de una cosmovisión bíblica. En concreto, comparto con Abraham Kuyper, el erudito reformador holandés y primer ministro, la siguiente declaración: “En toda la creación, no hay ni un solo centímetro cuadrado sobre el que Jesucristo no proclame: ‘¡Esto es mío! ¡Esto me pertenece!’”. Porque “todas las cosas en él subsisten” (Col. 1:17, RVR), la afirmación “creo para llegar a comprender” sirve como punto de partida para todo lo que escribo, publico y debato en este foro.