(o Cómo no amar a Dios con la mente)
Si quiere ser un seguidor de Jesús intelectualmente impotente e irrelevante, solo necesita poner en práctica una de las siguientes actitudes:
La ingenuidad: Algunos son felizmente inconscientes o ignorantes por elección.
La curiosidad junto con una falta de compromiso: Muchos buscan un entretenimiento intelectual, pero no están dispuestos a disciplinar su mente o a someterse a un programa de estudio metódico.
El compromiso sin disciplina: Muchos creen que el aprendizaje es como ir a una cafetería y consumir lo que les apetece, en lugar de seguir una dieta balanceada y nutritiva.
El orgullo intelectual: Algunos creen que ya saben lo suficiente o que saben bien cuál es el camino hacia el conocimiento.
Un espíritu independiente: Algunos se acercan a los estudios teológicos con la idea de aprender solo lo que les resulta más interesante o sencillo.
El consumismo: Algunos “van de compras” en busca de conocimiento, distintas modalidades de aprendizaje y maestros que se ajusten a sus preferencias “de consumo”. Cuando el estudio se vuelve difícil o tedioso, se van “con su dinero” a otra parte.
La pereza: Algunos no están dispuestos a pagar el precio del aprendizaje y la disciplina.
La trivialidad: Algunos se ven condicionados por la tecnología moderna y las conversaciones intrascendentes que se dan en las redes sociales, de modo que no están preparados para estudiar siguiendo un método de lectura, escritura y reflexión profunda.
La pasividad: Algunos se limitan a cumplir el rol que les asigna la sociedad: la simplicidad intelectual, la religiosidad individual y la espiritualidad subjetiva.
El pensamiento dicotómico de lo sagrado vs. lo secular: Algunos se atienen al secularismo moderno, que proclama que la espiritualidad y la cosmovisión son cuestiones puramente individuales y personales, que son aplicables solo al contexto del domingo en la iglesia.
La priorización de la vida social: Muchos se distraen con las demandas de la cultura (los deportes, las fiestas y la familia).
El antiintelectualismo: Algunos se resisten al estudio y la reflexión porque su tradición minimiza la necesidad de estudiar teología y pensar la fe.
El fundamentalismo: Algunos se resisten al estudio porque están “separados”, aislados del mundo, y no interactúan con la cultura ni con las cosmovisiones que los rodean.
La capitulación o rendición: Algunos abrazan el relato posmoderno y el mito del progreso. El pasado es irrelevante, la autoridad es cuestionable y todas las perspectivas son igual de válidas.
La resistencia espiritual: Algunos rechazan o posponen la educación teológica porque el estudio es una batalla espiritual que están perdiendo.