La Biblia da a los cristianos el mandato de honrar a Dios con toda su mente (Marcos 12:30). Sin embargo, creo que en Argentina hay una profunda inercia que impide a muchos obedecer ese mandamiento. La inercia se define como “una tendencia a no hacer nada o no cambiar nada” o “un estado de inacción, en especial cuando hace falta realizar un movimiento”. Estamos desesperadamente necesitados de emprender una mayor actividad mental, pero muchos cristianos son incapaces de hacerlo o no están dispuestos a abrazar un discipulado intelectual o a integrar la fe y las ideas de acuerdo con la cosmovisión bíblica.
El resultado inevitable es el status quo, la marginalización de la iglesia, la aversión a asumir riesgos, la reticencia al emprendimiento y, peor todavía, la confinación del cristianismo evangélico a la emotividad privada, que lo relega a la irrelevancia cultural. En líneas generales, la iglesia evangélica de Buenos Aires tiene poca influencia sobre la clase alta o culta, la comunidad universitaria y los guardianes de la cultura. Muchos creyentes han cedido el dominio de la cosmovisión, la cultura popular y las políticas públicas a agentes seculares que ostentan el poder.
Lamentablemente, nuestra pereza intelectual afecta cada aspecto de la vida y la práctica cristianas. Según el reconocido teólogo John Frame, es una “ignorancia deliberada”. ¿Por qué? Porque la hegemonía de la cosmovisión secular promueve una mirada antiintelectualista que restringe tajantemente la fe y la práctica cristianas a los ámbitos de lo privado, la subjetividad y el comportamiento. En consecuencia, la cosmovisión bíblica no logra ser ni intelectualmente plausible ni existencialmente verosímil; y no hay dudas de que así no honramos a Dios con nuestra mente ni manifestamos su gloria con nuestras ideas. En este dilema, los cristianos evangélicos somos culpables y cómplices.
Si nos alejamos del mundo de las ideas y del análisis teórico, ¿cómo podremos discernir, por ejemplo, la relación entre la fe y la filosofía, las afirmaciones de verdad contradictorias y las cosmovisiones alternativas, la fe y la ciencia, la ideología política y la defensa de los ideales sociales, la psicología y la consejería, los negocios y la economía, la educación, las artes y el resto de las áreas de la vida?
Frame afirma que Dios pone a cargo de los cristianos la “mayordomía de la mente y el intelecto”, y escribe:
Es llamativo que los cristianos asumamos sin muchos reparos el señorío de Cristo en lo que refiere a la adoración, la salvación y la ética, pero no en el pensamiento. Sin embargo, […] Dios en las Escrituras demanda una y otra vez la obediencia de su pueblo en cuestiones de conocimiento, pensamiento, sabiduría e instrucción. (John Frame, A History of Western Philosophy and Theology, pág. 5)
Basándome en mi propia experiencia y observación en Buenos Aires, así como en mi investigación acerca de Argentina (a pesar de mis limitaciones), sospecho que esta inercia es producto de una red de ideas y estructuras que se entrelazan y forman lo que los teólogos llaman una “prisión de desobediencia” o “sistema de dominación”, términos que aluden al medioambiente cultural, ético, intelectual y espiritual corrosivo y malsano en el que vivimos, es decir, a las cosmovisiones de nuestro entorno. Estas cosmovisiones son los sistemas de creencias antibíblicos que prevalecen en nuestro medio, o lo que Jesús llama el “hombre fuerte” (Mateo 12:29) y Pablo llama “fortalezas” (“argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de Dios” [2 Corintos 10:4-5]) y “principados y potestades […] que gobiernan las tinieblas de este mundo”, que se oponen a Cristo y a la iglesia (Efesios 6:12).
Para ilustrar este “sistema de dominación”, abajo trazo una representación de las ideas generales y estructuras que dificultan el discipulado intelectual en Argentina. Claramente, mi lista no es exhaustiva, ni expresa distintas dimensiones de igual grado de influencia o presencia en nuestro medio. No obstante, juntas constituyen una “prisión de desobediencia” que destruye la fe y que crea un marco para la irrelevancia del cristianismo en nuestro contexto. Podríamos llamarla “fortaleza Argentina”:
Entonces, ¿qué deberíamos hacer ahora al respecto? ¿Cómo podemos responder a esta problemática?
Podríamos empezar por plantearnos algunas preguntas:
¿Existe realmente una “fortaleza Argentina”, una “prisión de desobediencia”, un “sistema de dominación” o un “hombre fuerte” que entorpece la predicación del Evangelio y limita a la iglesia evangélica en Argentina?
La caracterización que se hace en este artículo, ¿es acertada? ¿Será que nuestro problema es la inercia? ¿Por qué sí y por qué no?
Los cristianos evangélicos, ¿son culpables y cómplices de un “sistema de dominación”? En caso de que sí, ¿de qué formas y por qué?
¿Qué significa “amar a Dios con toda nuestra mente” en la Argentina de hoy en día, y en especial entre la clase alta o clase culta, y en el entorno universitario?
¿De qué principios y métodos deberíamos valernos para corregir esta situación?
Hola muy bueno el material. Son pensamientos muy acertados. La Argentina y muchos otros países necesitan conocer a Dios y confiar en el.
Por lo de una cosmovisión. «En la psicología se dice que la cultura nos atraviesa»
Me gustaría saber desde cuando Dios dejo de ser cultura, costumbre, herencia de padre a hijo.
Colaboramos con los medios de tv , radio, revistas Etc. Contra Dios, que quiero decir con ésto es, que en la argentina se dejó de escuchar a Dios. Es más importante lo que dicen los medios de comunicación. Cuando en realidad tenemos la fuente de toda sabiduría al alcance de nuestras manos
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