Durante muchos años, desde fines de los 90, tuve el privilegio de vivir en Praga, capital de la República Checa. Fue un período vibrante, apenas unos pocos años después de la Revolución de terciopelo, cuando el país se separó, por medios pacíficos, del bloque comunista. La gente estaba llena de esperanza y expectativa por el gran cambio que había acaecido. El statu quo sociopolítico se había vuelto normal y admisible y el pueblo tenía sed de transformación.
Sin embargo, la Revolución trajo consigo desafíos, como sucede con cualquier gran transición y cambio de cosmovisión. Las crisis en la cosmovisión son una espada de doble filo. Por un lado, rasgan y destrozan. Por eso es que muchos en ese tiempo se sintieron desilusionados y desorientados, tal como lo expresan las opiniones de algunos estudiantes universitarios:
Carl Marx era casi mi padrino… Antes sabíamos quién era el ídolo y cuál era el ideal. Éramos felices… ¿Adónde encontraríamos un ideal hoy en día? Definitivamente, no en el Occidente ni en el Oriente. Quizás empiece a buscarlo en las estrellas.
Vivimos sin valores. La vida se empobrece cuando carece de sentido. Estamos caminando a tientas en la oscuridad y no logramos encontrar nada a pesar de que tenemos la libertad de descubrir lo que queramos. Todas las cosas fallan. Es deprimente. ¿Habrá una razón para vivir?
Este país ha vivido por cuarenta años una mentira, una gran mentira. Adonde sea que miráramos, veíamos noticias y relatos de lo felices que éramos, de que el país estaba progresando. Por todas partes veíamos cientos y cientos de señales de que estábamos felices construyendo el tan deseado comunismo y de que todos los trabajadores del mundo irían a unirse. Todo esto fue una gran mentira.
Por otro lado, las crisis en la cosmovisión también edifican. Son una ventana de oportunidad y análisis existencial. Vean, por ejemplo, lo que dijeron estos estudiantes:
Luego de la Revolución de terciopelo, muchos jóvenes aceptaron el cristianismo. No había ni el más ligero rastro de un accionar colectivo, sólo eran individuos que elegían su propio camino y, en mi opinión, eligieron un buen camino. El cristianismo… hace mejores a las personas.
Si bien la Republica Checa basa su funcionamiento en ciertas leyes y principios morales, estos principios no tienen un fundamento firme. Acabamos de pasar del comunismo a la democracia, siendo que el comunismo no se basaba en la ética sino en la dictadura y en el miedo, pero ahora… ¿en qué nos estamos basando exactamente?
Creo que el cristianismo definitivamente debería desempeñar un papel en la Republica Checa… yo diría que uno de sus roles sería erradicar las malas conductas y costumbres de nuestro país y ser el modelo de una buena vida. También creo que el cristianismo debería tener un rol en la educación y la política.
Sin embargo, los checos son conocidos por su escepticismo religioso y su realismo político. Presumen el más alto porcentaje de población atea y agnóstica de Europa (aun así, cuando yo enseñé materias como “La Biblia como obra literaria” o “Eclesiastés”, mis alumnos checos quedaron totalmente cautivados en corazón, mente y alma). Los checos también son intelectualmente curiosos y leen constantemente: en el subte, en el tranvía, en los autobuses, en bares, y cafeterías, y en muchos parques de la ciudad. Hacen preguntas y no les da miedo debatir asuntos importantes. En la breve visita que hice en mayo del año pasado, luego de once años de haberme mudado, tuve la grata sorpresa de vivenciar nuevamente su curiosidad innata y su escepticismo (todavía tengo una remera que dice “Praga: ciudad tomada por los intelectuales”).
Por ejemplo, me invitaron a asistir a una reunión del Rotary Club con otros veinte hombres y mujeres de negocios. El anfitrión me pidió que compartiera mis intereses, así que expliqué mi investigación acerca del dinero según la Biblia. Lo que sucedió a continuación fue una explosión de preguntas, objeciones y un debate significativo. En un punto comparé la naturaleza humana con el hardware de una computadora, es decir, dije que por naturaleza estamos “conectados y cableados” para tener una relación con Dios. Una mujer me preguntó: “Y entonces ¿qué nos pasó?”. La miré y le respondí: “Alguien instaló un virus en nuestro disco duro y ahora necesitamos que alguien lo arregle”. Ella supo exactamente lo que quise decir.
Lo interesante es que, si bien hablan muy en serio, al mismo tiempo son caprichosos y pueden burlarse de sí mismos. Esta foto lo dice todo. Es del museo de Franz Kafka (Kafka escribió acerca del absurdo de la existencia. A propósito, como podrán observar, las estatuas funcionan como fuentes gemelas).
Por eso, me pregunto si no habrá algún paralelismo entre Praga y Buenos Aires. Por un lado, sospecho que la Praga de 1993 es similar al Buenos Aires de 2016. Ambas ciudades viven en la transición de una ideología a la otra: Praga pasó del comunismo a la economía de mercado y la democracia; Buenos Aires está en la transición desde el populismo y el aislamiento. Ambas experimentaron largos períodos de autoritarismo: los checos bajo el catolicismo, el nazismo y el comunismo; los argentinos bajo el catolicismo y el peronismo. Imagino que muchos argentinos se harían eco del escepticismo y la desilusión del estudiante de Praga: “Este país ha vivido por cuarenta años una mentira, una gran mentira”. Tanto Praga como Buenos Aires tienen un gran potencial humano y una gran riqueza de recursos naturales. Ambas culturas son postcatólicas y la secularización se ha infiltrado en un gran sector de la sociedad, especialmente entre los jóvenes y en la ciudad.
No obstante, por otro lado, sospecho que hay diferencias significativas entre Praga y Buenos Aires. La transición política y cultural acá no parece ser tan radical o profunda. ¿Será que los porteños realmente rechazan el statu quo y piden a gritos una transformación, como en Praga? No veo esa misma crisis en la cosmovisión ni esa angustia existencial en Argentina. No veo el mismo apremio, ni tanta curiosidad intelectual, ni tanta pasión por el aprendizaje, ni tanta inclinación al debate de cuestiones relacionadas con la cosmovisión. ¿Es normal que las personas de negocios y los burócratas respondan con “preguntas, objeciones y un debate significativo” ante la presentación provocadora de una cosmovisión, o será que la inercia es la reacción más previsible e inevitable? De hecho, muchos argentinos parecen estar enfocados en lo práctico e inmediato en lugar de en lo trascendente y estratégico. Además, dudo que los argentinos sean igual de caprichosos y puedan burlarse de sí mismos de igual manera que sus hermanos checos. Los argentinos se toman a sí mismos mucho más en serio (¿demasiado quizás?).
Pero hay algo más: ¿en qué medida esas características esperables de la cultura argentina (en contraste con Praga) se aplican a la iglesia evangélica argentina: la inercia, la aceptación del statu quo, la falta de apremio o de curiosidad intelectual, el enfoque en lo práctico e inmediato en lugar de en lo trascendente y estratégico?
¿Qué piensan? ¿Están de acuerdo con mi análisis? En caso de que no, ¿en qué difieren? ¿Podrá Buenos Aires aprender algo de Praga? ¿Podrá Praga aprender algo de Buenos Aires? ¿Cuáles son las implicancias para la iglesia en Argentina?
Estoy de acuerdo en que Bs As no está en la misma situación que Praga, esa misma curiosidad no la veo genuinamente presente acá. Tenemos la tendencia a buscar gobernadores mesías como Perón, Macri, Kristina o Nestor y me parece que muchas veces es solo una forma de enmascarar nuestra propia falta de responsabilidad por el estado actual de nuestro pais. Haciendo esto solo terminamos indignados x 3 años hasta que llegan las elecciones cuando recordamos que tenemos que ser responsables pero solo lo hacemos votando o discutiendo en facebook.
Me parece que este síntoma también se ve en lo intelectual. Es mucho más fácil tener una opinión sobre todo y parecer informados, a pesar de lo poco fundamentados que estemos, ya que las opiniones no se pueden vencer…es justamente «mi opinión» (ahora cuando es la opinión del presidente si la discutimos). En vez de eso deberíamos buscar meticulosa y responsablemente los hechos para sacar nuestras conclusiones y luego hacer algo. Un ejemplo de argentinos que quieren hacer esto es el proyecto «checkeado» que referencian y cruzan información politica, empezó con los dichos de los candidatos y ahora se avocan en general a los discursos de Macri y la oposición.
Sin embargo la apariencia es más facil de lograr que el compromiso real (que no siempre aparenta lo que es) por lo que muchos argentinos caemos en hacer las cosas con este concepto en mente. Por eso me parece que los cambios hasta ahora no fueron radicales, como para cambiarnos la mente. Por más que la historia de Argentina muestre un progreso en contra de régimenes totalitarios (aunque es discutible para algunos), el mismo vicio infecta las nuevas soluciones, la avaricia por la plata y el orgullo intelectual. Por algo los mismos porteños decimos que somos los mejores, que Dios es argentino (sino porteño) y que somos el ombligo del mundo.
Es poco comun tener la humildad de dudar la propia opinion y considerar seriamente la de otro, más la de hacerlo en conjunto para dialogar y construir juntos. Pocos argentinos hacen (hacemos) esto y no todo el tiempo. Tenemos mucho en que crecer.
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