Junto a los ríos de Babilonia

El Salmo 137 revela varios aspectos de la experiencia de los cautivos de la primera deportación a Babilonia (597 a. C.) desde una perspectiva predominantemente negativa. En la siguiente cita bíblica, de los versículos 1 al 6 del salmo, destacaremos algunos de estos temas clave en cursiva:

Junto a los ríos de Babilonia, nos sentábamos a llorar al acordarnos de Sion. Sobre los sauces de la ciudad colgamos nuestras arpas. Los que nos capturaron nos pedían que cantáramos. Nuestros opresores nos pedían estar contentos. Decían: «¡Canten algunos de sus cánticos de Sion!». ¿Y cómo podríamos cantarle al Señor en un país extranjero? Jerusalén, si acaso llego a olvidarme de ti, ¡que la mano derecha se me tulla! Jerusalén, ¡que la lengua se me pegue al paladar, si acaso no llego a recordarte ni te pongo por encima de mis alegrías!

En el pasado, los exiliados solían gozar de tiempo de esparcimiento, de expresión cultural, el derecho de reunión y la seguridad personal. En este caso particular, probablemente se trate de quienes fueran los músicos del templo, que solían llevar sus instrumentos para la adoración. Sin embargo, un erudito advierte una cruda paradoja: “Irónicamente, quienes antes ostentaban el control político, social y religioso de Judá, es decir, los miembros de la corte real y los funcionarios del templo, ahora eran reducidos a esclavos. En esta inversión de los papeles (y el consiguiente traspaso del poder), quienes antes gozaban de poder y prestigio ahora eran despojados de su posición social y forzados a trabajar en pos del incremento de las ganancias económicas de Babilonia”.

En el versículo 1, los “ríos” a los que se refiere el salmista probablemente sean canales de irrigación a cuyas orillas habitaban los deportados, en asentamientos étnicos, obligados a cuidar del terreno. En el versículo 3, identificamos dos antagonistas: “los que nos capturaron” (los babilonios) y “nuestros opresores” (que tal vez fueran otros grupos étnicos cautivos que vivían en asentamientos aledaños). El incidente retratado en el salmo supone la existencia de un entorno pluralista de proximidad y desavenencias con personas de otras culturas, religiones e identidades étnicas. Al parecer, los judíos a veces se convertían en objeto de burla por la situación que atravesaban.

Abatidos y desorientados, algunos de los cautivos tuvieron dificultades para internalizar la optimista perspectiva de Jeremías acerca del exilio, expresada en la carta que les envió (Jer. 29:4-20). Les resultaba inconcebible el servicio a Dios por fuera de la infraestructura del estado israelita (la monarquía, el templo y la tierra prometida). Quizás no habían escuchado con atención las palabras del Señor, o vacilaron al oírlas: “por no haber hecho caso de mis palabras, que una y otra vez les comuniqué por medio de mis siervos los profetas” (Jer. 29:19). Tal vez habían idealizado el templo y la ideología de Sion: “Yo, su Señor y Dios, declaro que voy a profanar mi santuario, al que ustedes tanto admiran y en el cual se deleitan, y de cuya grandeza ustedes se enorgullecen” (Ez. 24:21). O como sugiere un comentarista, no discernían esta lección crucial: “Los lugares sagrados no obligan a Jehová a habitar con su presencia en medio de su pueblo; más bien, él habita en medio de un pueblo santo (Jer. 7:3-11; 26:1-6)”.

Desde un punto de vista más positivo, el Salmo 137 presupone una decisión y una prioridad espiritual esencial. En los versículos 5 y 6, encontramos tres frases condicionales:

Jerusalén, si acaso llego a olvidarme de ti…
Si acaso no llego a recordarte…
Si acaso no te pongo por encima de mis alegrías…

Como se expresa de forma explícita en estas frases, las alternativas eran recordar Jerusalén u olvidarla. Olvidarla implicaría repudiar el pacto y el llamado divino; de forma implícita, conllevaría abrazar Babilonia en una asimilación religiosa y cultural. Los verbos “recordar” y “poner” se hallan ligados uno al otro. Poner por encima indica una resuelta preferencia por Sion; recordar supone priorizar desde una disposición mental y motivacional, distinguir las prioridades hebreas y extranjeras, y mantener las propias a toda costa, como se deja ver en la autocrítica del salmista en los versículos 5 y 6.

Desde un punto de vista más pesimista, los alicaídos músicos del Salmo 137 proponen un discordante camino a seguir en medio de la desorientación cultural. Eran incapaces de imaginar la bendición y la adoración por fuera del entorno físico de su antiguo templo y el estilo de vida que se acostumbraba en Canaán. Su predisposición mental se asemeja a una escena del séptimo libro de Las crónicas de Narnia, donde un grupo de enanos obstinados y sumamente encerrados en su propio razonamiento se rehusaban a percibir las bendiciones que estaban frente a ellos y a ser partícipes de ellas. Preferían lo que tenían antes, aunque ese estado anterior de las cosas ya no existiera ni fuera posible. Se engañaron a sí mismos voluntariamente y abrazaron una percepción falsa e inverosímil de la realidad. Así, dejaron pasar la posibilidad de entrar en la tierra de prosperidad que Aslan había preparado para ellos.

Los músicos del Salmo 137 habían pasado, contra su voluntad, de un ostracismo cultural a un contexto pluralista. Habían perdido su capital social, religioso y económico. En un sentido muy concreto y visible, estaban empobrecidos y su mentalidad sufrió un impacto profundamente adverso. No discernían que su forma de ver la realidad, o de percibirse a sí mismos, estaba condicionada por la ostentación del poder o la falta de poder. En consecuencia, tampoco percibían oportunidades ni responsabilidades. No procuraban el bien común para la gloria de Dios, como Jeremías les había aconsejado hacerlo (Jer. 29:4-7). Tampoco declaraban el nombre de Dios como exiliados en un contexto pluralista.

Esta clase de mentalidad y conducta se asemeja a la de muchos evangélicos norteamericanos. Los estadounidenses han vinculado muy estrechamente su experiencia y sus tierras con la tierra prometida de la antigua Israel. Muchos creen que ellos constituyen una comunidad especial, afín a los pueblos del pacto del Antiguo y Nuevo Testamento. Sin embargo, ahora que los evangélicos probablemente hemos perdido la batalla cultural, hemos quedado inmersos en una desorientación que bien podemos sentir como un exilio interno. Al parecer, muchos rechazan las oportunidades y responsabilidades inherentes a la nueva situación que viven en este nuevo contexto. No obstante, este desmedido deseo de volver a la dominación cultural del pasado y otras mentalidades semejantes no es una actitud espiritualmente saludable ni intelectualmente piadosa.

Queda claro que las lecciones de Jeremías 29 y el Salmo 137 siguen vigentes en la actualidad. Aun en medio del exilio, nunca debemos olvidar las prioridades que establece nuestra cosmovisión, pero también debemos “buscar el bienestar” de Babilonia en nuestros días (ver el artículo anterior, “La carta de Jeremías”).

Traducido por Micaela Ozores.

Este artículo es la adaptación de un extracto de un libro inédito que se publicará próximamente: Such a Mind as This: A Biblical-Theological Study of Thinking in the Old Testament (“Una mente dispuesta a temerme”: un estudio bíblico-teológico del pensamiento en el Antiguo Testamento). Utilizado con permiso de Wipf and Stock Publishers (www.wipfandstock.com).

 

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