¿Quién cuida de nosotros?

Publiqué este blog sobre el cielo en 2017. Sería una buena idea volver a leerlo ahora. 

Recientemente, vi la última versión de Cenicienta. Me causó curiosidad el diálogo de la primera escena entre la niña y su madre. Presta atención a lo que decían:

Cenicienta le hace una pregunta muy importante a su madre: ¿Quién cuida de nosotros? Si nosotros cuidamos a los animales, entonces ¿quién cuida de los seres humanos?

Esta es una pregunta crucial. ¿Quién está cuidando de nosotros? (Y nota que mencioné “quién”, en contraste con la cosmovisión naturalista). Desde la perspectiva de la cosmovisión bíblica, sin embargo, es más preciso preguntar: ¿Quién está cuidando de nosotros?

Por supuesto, la Biblia no afirma la existencia ni el cuidado de las hadas madrinas. La cosmovisión bíblica presenta a Dios como el creador y el dueño de todo. Las Escrituras lo definen como un padre de familia o economista divino que cuida de su propiedad, por así decirlo. La tarea de los seres humanos es preservar y desarrollar los recursos naturales para el bien de todos y la gloria de Dios.

Además, a pesar de que el mundo como lo conocemos está enfermo por el pecado, el economista divino dispuso cada aspecto de la creación en su justo lugar y lo sostiene. El Salmo 104 es un himno al Dios que tiene cuidado de nosotros de maneras específicas y particulares. Aquí transcribo algunos extractos:

“Él fundó la tierra sobre sus cimientos, no será jamás removida […] Subieron los montes, descendieron los valles al lugar que tú les fundaste. Les pusiste término, el cual no traspasarán, ni volverán a cubrir la tierra.”  (Versículos 5-9)

“Tú eres el que envía las fuentes por los arroyos; van entre los montes; dan de beber a todas las bestias del campo; mitigan su sed los asnos monteses,” (Versículos 10-11)

“Él hace producir el heno para las bestias, y la hierba para el servicio del hombre, sacando el pan de la tierra, y el vino que alegra el corazón del hombre, el aceite que hace brillar el rostro y el pan que sustenta la vida del hombre.” (Versículos 14-15)

“Hizo la luna para los tiempos; el sol conoce su ocaso. Pones las tinieblas y es la noche; en ella corretean todas las bestias de la selva.  Los leoncillos rugen tras la presa, y para buscar de Dios su comida. Sale el sol, se recogen, y se echan en sus cuevas. Sale el hombre a su labor, y a su labranza hasta la tarde. ¡Cuan innumerables son tus obras, oh Jehová! Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios.” (Versículos 20-24)

“He allí el grande y anchuroso mar, en donde se mueven seres innumerables, seres pequeños y grandes […] Todos ellos esperan en ti, para que les des su comida a su tiempo. Les das, recogen; abres tu mano, se sacian de bien. Escondes tu rostro, se turban; les quitas el hálito, dejan de ser, y vuelven al polvo. Envías tu Espíritu, son creados, y renuevas la faz de la tierra.” (Versículos 25-30)

El Salmo enseña diversos hechos importantes acerca del mundo creado que disfrutamos y presuponemos:

Él fundó la tierra sobre sus cimientos; no será jamás removida: Dios creó su casa de manera segura y mantiene las leyes de la naturaleza para sus propósitos y según su sabio consejo.

Hizo la luna para los tiempos; el sol conoce su ocaso: Este pasaje habla acerca de la regularidad de la naturaleza y hace eco de Génesis 1.

TÚ eres el que envía las fuentes por los arroyos; van entre los montes […] tÚ haces crecer la hierba: El economista divino provee cada cosa que la creación necesita en toda su especificidad y detalle, a pesar de los efectos corrosivos del pecado. Dios conoce aquello que los seres humanos y la naturaleza necesitan para prosperar.

Hiciste todas ellas con sabiduría; la tierra está llena de tus beneficios: De manera contraria a las cosmovisiones naturalistas o panteístas, este mundo es una creación.

Si les quitas el aliento, mueren […] si envías tu Espíritu, son creados, y así renuevas la faz de la tierra: El Padre crea, sostiene, y pone fin a todo lo que tiene vida. Esto nos habla del poder y la soberanía de Dios sobre todo lo que creó.

Finalmente, ¿cuál debería ser nuestra respuesta hacia el economista divino, Dios?

Pablo argumenta en Romanos 2, versículo 4, que los seres humanos manifiestan, lamentablemente, un sentido de derecho injustificado para ellos mismos y para el mundo natural. Él escribió: “¿Presupones las riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al arrepentimiento?” El verbo “presuponer” (kataphroneō), expresa los matices: “Esperar más de lo que se tiene derecho a”, “tomar ventaja sobre alguien” o “dar por sentado”.  Presuponer de parte de Dios significa tener una actitud de expectativa injustificada. Los pecadores creen que merecen la benignidad de Dios, a pesar de su pecado. El ser humano autorreferencial cree que Dios está obligado a bendecir a sus siervos rebeldes.

De esta manera, pasamos por alto el propósito intencionado de la bondad de Dios a través de su creación. Su  misericordia no está destinada a proporcionar un contexto seguro para que la humanidad peque sin impunidad, sino que está destinada al arrepentimiento.  Su bondad no significa que él apruebe el uso parasitario de la humanidad de Sus beneficios y recursos.  Sino que, como Pablo argumenta, la bondad de Dios obliga a los rebeldes inmerecedores a arrepentirse y servir sólo a Dios.

Por lo tanto, debemos considerar cuidadosamente las bendiciones de Dios en nuestras vidas a través de las “riquezas de su benignidad, paciencia y longanimidad”. Pensemos en aquello por lo cual deberíamos estar agradecidos, en lo que disfrutamos, y en lo que somos buenos (nuestros dones y talentos). Como dijo Pablo: “[…] haciendo bien, dándonos __________________” o “[…] llenando de sustento y alegría nuestros corazones con _________________” (Hechos 14:17) Investiga cómo la bondad de Dios es diseñada para guiarnos al arrepentimiento. Conversa acerca de las implicaciones de la visión bíblica de Dios: ¿Tiene sentido utilizar (menospreciar) Su gracia para vivir en pecado y en rebeldía?  O ¿es más sabio “honrarlo como a Dios” y “darle gracias”? (Romanos 1:21)

Ya que ¡Dios tiene cuidado de nosotros!

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