Muchos padecemos de sobrepeso y tenemos problemas de salud por el tipo y la cantidad de comida que comemos.
Los alimentos que ingerimos están íntimamente relacionados con lo que nos venden (y con lo que nos han transmitido culturalmente). Los productos alimenticios que están a la venta son el resultado de un «gran bombardeo», fruto de la producción industrializada, el énfasis puesto en la comida muy dulce o muy salada, la psicología de la motivación, las últimas técnicas de marketing, la globalización, las omnipresentes redes sociales, la compra impulsiva y la compra en cuotas. Cada vez hay más información acerca de qué comer, más dietas para evaluar, más modelos culinarios para adoptar y más opciones en las cuales gastar.
En general, tenemos sobrepeso, que afecta nuestra salud, porque vivimos para comer (no comemos para vivir).
¿Crees que esto agrada al Señor? ¿Aprueba él nuestra pasividad frente a la gran influencia del marketing? ¿Le parece bien que cuidemos tan poco nuestro cuerpo? ¿Aprueba nuestra tolerancia a la visión del mundo que reina hoy: el consumismo? ¿Está de acuerdo con la manera en la que gastamos el dinero en comida (sin mencionar las otras variantes del consumismo, tales como las últimas tecnologías, la moda y el entretenimiento)? ¿Crees que el Señor concuerda con el análisis de este autor: «He llegado a pensar que la mayor amenaza contra la viabilidad de nuestra fe es el consumismo; es un desafío nefasto e insidioso para el evangelio porque nos afecta a todos de muchas maneras»?
¿Te parece que es un buen testimonio que nuestros hábitos de consumo y el estilo de vida que llevamos, generalmente, se asemejen a los del mundo?
(En realidad, los hábitos alimenticios son solo un campo de batalla en la lucha contra el consumismo. Piensa, asimismo, en lo que solemos mirar, escuchar y leer, en los hábitos de consumo y de ahorro y también, en nuestra búsqueda de identidad a través de lo que compramos.)
Quizás ya es tiempo de que los cristianos evangélicos le declaremos la guerra al consumismo de una manera muy personal.
Deberíamos decir: «¡No voy a permitir más que ni mi estómago ni el mundo controlen lo que como y cuánto como!».
Esta decisión implica aprender a ignorar los mensajes terrenales que tengan que ver con comida. Significa revaluar el estilo de vida, preguntarse: ¿Vivo para comer?. Habrá que tomarse la salud y el peso con seriedad. Tendremos que hacer una consulta médica, si fuere necesario, para saber cómo bajar de peso y hacer ejercicio físico. Comenzaremos un peregrinaje hacia un mejor cuidado del cuerpo y del espíritu.
¿Acaso no saben que su cuerpo es templo del Espíritu Santo, quien está en ustedes y al que han recibido de parte de Dios? Ustedes no son sus propios dueños? (1 Corintios 6:19).
Si hacemos este cambio de hábito, tiene que ser sostenible en el tiempo, y el esquema deberá estar diseñado especialmente para cada persona. Tendremos que adoptar una mentalidad de tiempos de guerra en contra del hedonismo de esta época. Le prestaremos mucha menos atención a la publicidad en la televisión y en las redes sociales que nos insta a comer alimentos no saludables.
Nuestra guerra no es simplemente física o psicológica, es espiritual. Debemos pedirle al Espíritu Santo que cambie nuestros parámetros y hábitos y nos dé la gracia para vivir mejor y por largos años.
Te comparto una sugerencia: descarga la aplicación gratuita «Lose It» («Piérdelo»/ «Pierde Peso») y aprende cómo monitorear y controlar tu ingesta de alimentos (puedes configurar el idioma en español). Este video explica cómo utilizar la aplicación en este idioma: https://www.youtube.com/watch?v=xBqDTV_j4Xk