Pensar sobre el pensar

Haber sido creados a la imagen de Dios implica tener la capacidad de pensar y comunicar nuestros pensamientos. El ser humano es la única criatura que tiene consciencia de sí misma y la capacidad innata de amar a Dios con la mente.

Los humanos cultivamos varios tipos de pensamiento. Algunos, son pensadores abstractos que pueden discernir todas las particularidades dentro de un panorama más amplio. Otros, son pensadores analíticos, que dividen una idea amplia en varias partes para así resolver problemas complejos. Algunos, son pensadores originales y crean procesos ingeniosos y aplicaciones poco comunes. Algunos, se concentran en el mundo físico y son pensadores prácticos. Otros, se interesan por los conceptos abstractos y analizan afirmaciones de verdades que se oponen. Otros, saben aplicar el pensamiento estratégico para alcanzar objetivos. Algunos, tienen inteligencia relacional y entienden la psicología y las motivaciones del ser humano. Incluso otros, tienen inteligencia artística para diseñar maravillas visuales y auditivas.*

Todos los días, usamos la mente de innumerables maneras. Damos cosas por sabidas, comprendemos, consideramos, creamos, diseñamos, determinamos, discernimos, visualizamos, creamos expectativas, adivinamos, imaginamos, intuimos, juzgamos, aprendemos, percibimos, planeamos, ponderamos, predecimos, presuponemos, proyectamos, concretamos, caemos en cuenta de las cosas, repasamos y concebimos. Del mismo modo, pensar nos permite comunicar nuestras ideas. Anunciamos, argumentamos, convencemos, debatimos, discutimos, mencionamos, presentamos, reprobamos, informamos, hablamos y enseñamos.

Sin embargo, de acuerdo con la Biblia, el ser humano siempre piensa y se comunica en uno de cuatro entornos éticos y espirituales.

Antes de que el pecado entrara al mundo: En la curiosidad y la exploración edénicas, no existía ningún tipo de motivación pecaminosa. No había límites a la creatividad ni al pensamiento. Todo era un placer y una maravilla aguardando ser descubierto. Todas las capacidades intelectuales de Adán y Eva estaban orientadas a honrar a Dios, desarrollar la creación y bendecir a los demás. Estaban completamente concentrados en aprender a gobernar la cada (creación?) de Dios y extender su reino por toda la tierra. Este es el entorno intelectual que se describe en Génesis 1 y 2.

Después de que el pecado entrara al mundo: En este “presente siglo malo” (Gá. 1:4), en términos de Pablo, nuestro pensamiento está sesgado por la visión de la realidad que impuso la serpiente (Gn. 3-11). El ser humano acoge cosmovisiones que producen necedad intelectual, perversión espiritual y desviaciones morales. Pensamos de formas deshonestas y poco éticas. “Jugamos a ser Dios” en el plano intelectual y nos rehusamos a reconocer su revelación como la guía autoritativa para la vida y el aprendizaje. Como dice Eclesiastés: “Dios hizo rectos a los hombres, pero ellos se buscaron muchas artimañas” (Ec. 7:9 [LBLA]). Como escribió Pablo: “el dios de este mundo ha cegado el entendimiento [o la mente] de los incrédulos” (2 Co. 4:4). Este es el entorno intelectual que se introdujo en Génesis 3 y se describe a lo largo de toda la Biblia, hasta Apocalipsis 21-22.

Después de ser redimidos en Cristo: Una mente y un corazón salvos por Cristo se caracterizan por la humildad y la obediencia. Nuestra perspectiva intelectual debe asemejarse a la del salmista: “Señor, mi corazón no es vanidoso, ni son altaneros mis ojos; no busco realizar grandes proezas, ni hazañas que excedan a mis fuerzas” (Sal. 131:1). La orientación intelectual adecuada para el cristiano es la fe que va en busca del entendimiento, cimentada en el temor del Señor (Pr. 1:7). Los cristianos debemos reconocer a Dios como superior en todas las cosas y a Cristo como nuestra única sabiduría. Dado que él es el Señor, no hay ámbito del conocimiento que sea secular y nada tiene sentido fuera de la perspectiva que Dios ha revelado en su Palabra.

Cuando entremos en la eternidad: En el cielo, el pecado ya no tendrá efecto en nuestra mente. Nuestras ideas y motivaciones serán liberadas para servir y glorificar a Dios. Nuestros pensamientos se distinguirán por el amor y la creatividad. Como escribió Pablo: “Ahora vemos con opacidad, como a través de un espejo, pero en aquel día veremos cara a cara; ahora conozco en parte, pero en aquel día conoceré tal y como soy conocido” (1 Co. 13:12). En la eternidad, nuestra mente finalmente disfrutará de la libertad plena que Adán y Eva apenas pudieron imaginar. Toda nuestra capacidad intelectual estará concentrada en honrar a Dios, desarrollar la creación y bendecir a los demás.

Por todas estas razones, debemos ser muy cuidadosos al pensar sobre el pensar, de acuerdo con la cosmovisión bíblica. Necesitamos plantearnos las siguientes preguntas:

¿Qué efectos ha tenido el pecado en cómo pienso y creo, en qué pienso y creo y en por qué pienso y creo?

¿Cómo puedo amar a Dios con toda mi mente? (Mr. 12:30)

¿Cómo puedo servir a la iglesia y extender el reino de Dios por medio de mis capacidades e intereses intelectuales?

* Ver https://www.learning-mind.com/types-of-thinking/ (disponible en inglés).

 

Traducido por Micaela Ozores

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