“Mi pueblo es necio, y no me conoce” (Jeremías 4:22-26)

En Jeremías 4:1-4, Dios declara a una nación que atraviesa un momento de crisis:

¡Ah Israel, vuélvete a mí! ¡Cómo quisiera que te volvieras a mí! ¡Cómo quisiera que quitaras de mi vista tus actos repugnantes y no anduvieras de acá para allá! […]. Si con la verdad, la justicia y el derecho juraras: “¡Vive el Señor!”, entonces, las naciones serán plenamente bendecidas por él y en él se gloriarán. […] Hombres de Judá y habitantes de Jerusalén: ¡Circuncídense en honor del Señor! ¡Quiten de su corazón lo que en él hay de pagano! De lo contrario, y por causa de sus malvadas acciones, mi ira se encenderá como un fuego, y arderá y nadie podrá apagarla.

Tristemente, Israel no se arrepintió y el profeta expresó su horror:

¡Cómo me duelen las entrañas! ¡Cómo me duele el corazón! ¡Siento que el corazón se me sale! ¡Ay, alma mía, no puedes guardar silencio, pues has oído los toques de trompeta y los alaridos de guerra! Ya se habla de un desastre tras otro. Todo el país está siendo devastado. (vv. 19-20a)

El versículo 22 explica la sorprendente razón de esta catástrofe:

Y es que mi pueblo es necio y no me conoce; son gente que no piensa ni entiende; son sabios para hacer el mal, pero no saben hacer el bien.

Es útil estudiar este versículo de forma esquemática, examinando sus afirmaciones explícitas e implícitas, junto con las afirmaciones opuestas:

Mi pueblo es necio                             Mi pueblo es sabio
No me conocen                                  Me conocen
Son gente que no piensa                   Son dóciles y prudentes
Son gente que no entiende                Son gente que tiene conocimiento y perspicacia
Son “sabios” para hacer el mal          Son creativos para hacer el bien
No saben hacer el bien                      Saben lo que exige el conocer a Dios

El versículo 22 muestra que lo que Israel hizo fue exactamente opuesto a lo que significaba conocer a Dios. No lo reconocieron y, en consecuencia, quedaron totalmente desorientados, tanto en el pensamiento como en sus deseos, en la piedad y en la ética. No supieron qué era lo que verdaderamente importaba ni qué hacer al respecto. Fueron analfabetos espirituales, insípidos en términos éticos. Su falta de conocimiento los hizo ingeniosos sólo para la injusticia y la idolatría.

Los versículos del 23 al 26 presentan el desastre espiritual y social que sobrevino al pueblo de Dios cuando se volvieron ignorantes y necios:

Me fijé en la tierra, y la vi desordenada y vacía. Me fijé en los cielos, y no había en ellos luz. Me fijé en los montes, y los vi temblar, y todas las colinas se estremecían. Me fijé, y no había un solo ser humano, y todas las aves del cielo habían desaparecido. Me fijé, y los ricos viñedos eran ahora un desierto, y todas sus ciudades habían quedado en ruinas. ¡Y esto lo hizo el Señor! ¡Esto lo hizo el ardor de su ira!

Estos versículos retratan una creación deshecha ¡debido a que el pueblo “no entiende”! Jeremías ilustró la escena con las imágenes más vívidas posibles: la tierra vuelve al caos, haciéndose eco de Génesis 1:2 (“La tierra estaba desordenada y vacía”). Ha ocurrido una inversión de la creación y la tierra carece de vida humana y naturaleza. Los portadores de la imagen de Dios dejaron de exponer la gloria de Dios o de cumplir su misión en la tierra. Con trágica ironía, Jeremías 4 describe la devastación absoluta y la ira de Dios (v. 26), mientras que Génesis 1 registra su fecundidad y bendición: “Y vio Dios todo lo que había hecho, y todo ello era bueno en gran manera” (v. 31).

A partir de este pasaje, vemos muy claramente que las ideas tienen consecuencias y que las ideas erróneas acerca de Dios tienen resultados catastróficos. Del mismo modo, la ignorancia tiene consecuencias y, como este pasaje lo demuestra tan evidentemente, la ignorancia deliberada en lo que respecta a Dios también tiene consecuencias negativas que se manifiestan en la idolatría, la falta de ética personal y el desorden social, es decir, una inversión de la creación.

Sin embargo, me resulta increíble que el principal motivo para que la creación quede invertida sea su propia estupidez.

Y es que mi pueblo es necio,
y no me conoce;
son gente que no piensa
ni entiende;
son sabios para hacer el mal,
pero no saben hacer el bien.

Traducido por Micaela Ozores

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