Si usted usa anteojos para leer o para ver los objetos que están a cierta distancia, o si usa anteojos para conducir o ver de cerca los objetos que tiene a mano, verá esos objetos desenfocados, o distorsionados. Cuando uso mis anteojos de lectura y miro a las personas que están a la distancia, las veo de una forma extraña. ¿Por qué? Porque esos anteojos distorsionan mi vista, la forma en que veo la realidad.
Si pensamos en los anteojos en un sentido metafórico, podría sugerir que todos usamos anteojos, porque todos vemos el mundo a través de lentes distorsionadas y no logramos ver lo que realmente tenemos frente a nosotros, o lo que Dios ve. No percibimos la realidad ni vemos la verdad. No vemos la creación ni al Creador, y esto se debe al pecado.
Tenemos esta distorsión porque nuestros lentes, por así decirlo, funcionan como prejuicios pecaminosos, cosmovisiones falsas e idolatrías. La Biblia dice que el ser humano tiene un grave problema de vista. El pecado afecta lo que vemos, cómo lo vemos, lo que pensamos y cómo pensamos, lo cual suele llamarse el efecto noético del pecado (el término “noético” se deriva del verbo griego noeō, que se refiere a la actividad intelectual, como el entendimiento, la concepción, la consideración y la reflexión). Por eso, además, tampoco queremos ver con claridad (Jn. 3:19-20).
Por lo tanto, la Biblia enseña que necesitamos una compleja cirugía que arregle nuestra visión y pensamiento. Para quienes siguen a Cristo, esto ya está sucediendo. De a poco, nuestra vista está siendo restaurada y un día, en la eternidad, podremos ver todo con claridad, incluso a nosotros mismos (1 Co. 13:12). Hasta ese entonces, Dios nos receta lentes de aumento, por así decirlo, para ayudarnos a ver y pensar más claramente. ¿Cuáles son esos lentes? Las Escrituras, bajo la guía del Espíritu Santo, nos proporcionan los supuestos aprobados por Dios, a través de los cuales podemos ver el mundo y movernos en él (Sal. 16:11; 119:105).
Si no, pensémoslo de otro modo, usando la metáfora de las computadoras. Los seres humanos, creados a la imagen de Dios, estamos programados para ver. Nuestro disco duro viene instalado de fábrica: Dios lo instaló. Los anteojos que usamos son el software que nos permite interpretar lo que vemos. El problema es que alguien dañó nuestro software introduciendo un virus y errores de programación. Y sabemos quién fue (una pista: Satanás).
A modo de ejemplo, pensemos en cómo las personas ven la Biblia. Siendo seguidores de Jesús, cuando observamos la información y la cosmovisión que ella representa, ya contamos con un arreglo de software que influye en nuestra interpretación. O, volviendo a la metáfora anterior, tenemos lentes de aumento. Tendemos a tener una visión favorable de la Biblia y a valorar su cosmovisión. Vemos su belleza. Escuchamos la voz de Dios en la Palabra. Estamos aprendiendo la verdad. Vemos la realidad. Entendemos la relevancia de la Biblia para nosotros mismos y para la sociedad.
Ahora bien, imagine cómo ve esa misma información y cosmovisión un incrédulo. Su software defectuoso sigue activo. Ve la misma información, pero a través de parcialidades pecaminosas y presuposiciones y cosmovisiones erróneas. No puede ver lo que nosotros vemos. No escucha a Dios hablar en el texto.
Por lo tanto, cuando presentamos la Biblia a los incrédulos, no debemos olvidar que la parcialidad pecaminosa afecta su visión espiritual. Si hablamos de la relevancia de la Biblia para la sociedad o como revelación de Dios para nuestras almas, siempre debemos reconocer la influencia del pecado sobre su visión. Desde luego, esperamos y oramos que el Espíritu obre a través del texto para abrir sus ojos y sanar su vista. Por otro lado, cuando nos concentramos en la cosmovisión bíblica como marco de interpretación para la experiencia humana, no podemos olvidar el impacto intelectual que ha tenido la Caída. Aun así, si Dios lo permite, buscamos ofrecer a las personas lentes de aumento para que puedan oír la voz de Dios en su Palabra.
Por eso, cuando leemos la Biblia, nosotros también debemos quitarnos nuestros “anteojos”.
Y cuando compartimos la Biblia con personas no creyentes, debemos decirles: “Por favor, quítese los anteojos”.
Traducido por Micaela Ozores