El Padrenuestro quizás sea la oración más conocida del mundo. Todo tipo de personas la han recitado u orado en toda clase de ocasiones que podamos imaginar y en todos los tiempos, a lo largo de la historia, desde los días del ministerio de Cristo en la tierra. Lo oramos cuando alguien fallece o cuando nos sobreviene una crisis; cuando necesitamos sabiduría y unidad; en iglesias, salas de estar, en momentos devocionales a solas, pero también en estadios de deportes, tribunales de justicia, legislaturas y campañas políticas. A veces, incluso, lo oramos en reuniones de negocios, en entrenamientos de fútbol y en el campo de batalla.
Es una oración muy democrática. Cualquiera puede orarla en cualquier lugar, en cualquier momento y en toda circunstancia. La oran liberales y conservadores, radicales y anarquistas, ricos y pobres, ancianos y jóvenes, hombres y mujeres. De hecho, en ocasiones, estos grupos se reúnen para orarla juntos. También es una oración muy simple, fácil de memorizar y recitar a pie de la letra.
No obstante, hay tres problemas que se presentan en relación con el Padrenuestro. En primer lugar, es tan conocido que muchas veces acaba siendo trivializado. En este sentido, recitarlo es como tomar la santa cena o celebrar Navidad: son acciones tan repetidas que suelen perder su impacto. El Padrenuestro pierde fuerza por el acostumbramiento. En segundo lugar, esta oración se convierte en una herramienta religiosa, un ritual, una mera imitación de una relación real con Dios. Suele ser algo que, por sólo hacerlo o decirlo, nos hace sentir espirituales y buenos. En tercer lugar, es una oración muy poco entendida. Es fácil perder de vista lo radical de su mensaje y también es fácil pasar por alto la actitud y la perspectiva radicales que la vuelven efectiva. Sin embargo, hay algo aún más importante y que es muy fácil dejar de ver: la Persona radical que lo oró por primera vez y nos lo enseñó.
Permítanme compartirles lo que, en mi opinión, son tres claves para hacer del Padrenuestro una oración efectiva. Primero, recordemos que es la oración del Señor. Él la oró primero, por lo que representa su relación con su Padre, de modo que, si queremos que la oración surta efecto en nuestra vida, debemos aprender a orarla como Jesús. Necesitamos imitar sus motivaciones y debemos tener una relación con su Padre. El secreto del Padrenuestro es orarlo como Jesús lo oró.
Segundo, recordemos que esta oración no es simplemente un recurso devocional privado o una especie de tecnología espiritual personalizada. Por el contrario, es una oración comunitaria. Es una oración pensada para la iglesia. Empieza diciendo “Padre nuestro” y prosigue diciendo “danos”, “perdónanos”, “no nos dejes” y “líbranos”.
Tercero, el Padrenuestro es una oración muy general. Trata de todo, desde la venida del reino de Dios hasta nuestras necesidades diarias, desde las cosas pequeñas a las grandes, de asuntos espirituales y materiales, de preocupaciones subjetivas y de situaciones objetivas. En ese sentido, el Padrenuestro viene en todos los tamaños y les sienta bien a todos.
Padre nuestro
La primera lección, y la más importante que Jesús enseñó a sus discípulos, es que podían tener una relación profunda e íntima con Dios, el Padre. Por lo tanto, la primera lección y la más importante sobre el Padrenuestro es que debemos reconocer con Quién nos estamos comunicando y que Él es Dios el Padre.
Jesús dio el ejemplo de una relación con el Padre y enseñó a los discípulos que Dios los amaba y siempre cuidaría de ellos. Ellos necesitaban saber que, una vez que se hubieran incorporado a la familia de Dios, él jamás los abandonaría. Jamás quedarían huérfanos. Por otro lado, el Padrenuestro es una oración dirigida al Dios del universo. Jesús orientó todos sus pensamientos y hechos hacia el creador. Jamás actuó de un modo independiente. Él no era, como diríamos hoy en día, autorreferencial ni autosuficiente, ni se definía a sí mismo por sí solo. Jesús pidió que el nombre de Dios fuera santificado, no el suyo. Estaba comprometido con la realización de los planes de Dios en el mundo, no con sus propios planes. Él nos enseñó a orar primero por la gloria de Dios, después por nuestras necesidades.
Además, si pensamos en el tipo de peticiones que se hacen en esta oración, vemos que nuestra relación con el Padre está basada en la dependencia. Necesitamos pan. Necesitamos perdón. Necesitamos protección. La verdadera postura que adopta la oración efectiva es la honestidad, la humildad y el quebrantamiento. Para orar como Jesús debemos ser como Jesús. Por lo tanto, si queremos que el Padrenuestro tenga efecto en nuestra vida, debemos querer lo que Jesús quiere, pensar como Jesús piensa y regocijarnos en una relación filial con su Padre celestial.
Santificado sea tu nombre
“Santificado” no es una palabra que usemos mucho en nuestros días, pero en la Biblia significa “apartar”, “hacer santo” o “consagrar”. En la lengua moderna significa honrar, respetar, adorar, consagrar o temer. La primera petición del Padrenuestro consiste en rogar que el mundo honre y respete a Dios tal como él lo merece. Es una oración que pide que todo dios ajeno a él sea derribado y que Dios actúe de formas que provoquen en las personas reverencia hacia él por sobre todo lo demás. Santificar el nombre de Dios significa honrar a Dios por quién él es: el creador, Señor, redentor, juez y Padre. Esta oración pide a Dios que él se glorifique a sí mismo porque él, el único ser perfecto, es totalmente digno de esa gloria.
Venga tu reino y hágase tu voluntad en la tierra como en el cielo
El Padrenuestro es una oración muy radical; orarla con fe y fervor demuestra que nuestro corazón late con las mismas motivaciones y la misma visión del cielo mismo. Cuando pedimos que venga el reino de Dios y que se haga su voluntad como se hace en el cielo, literalmente estamos pidiendo que el cielo venga a la tierra, que Dios haga de nuestro entorno el lugar de su morada y que su reinado se consuma en la tierra, tal como era en el principio, en el Edén. Cuando oramos de esta forma, nos sintonizamos con los propósitos cósmicos y eternos de Dios.
Por consiguiente, cuando oramos la segunda y tercera petición, estamos pidiendo a Dios que arregle lo que está roto, sane lo que está enfermo, limpie lo que está sucio y vuelva a poner todo en orden. Oramos que acaben la maldad, el sufrimiento y la muerte. Oramos por el derrocamiento del gobierno de Satanás. Oramos por la extensión del evangelio a lo largo y ancho del mundo entero. Oramos que la iglesia madure y se llene cada vez más de amor, santidad y belleza. Oramos que, en todo esto, Dios sea glorificado.
Hay una oración judía llamada el Kadish que solía rezarse en las sinagogas durante la vida terrenal de Jesús. Tal vez haya sido el modelo para el Padrenuestro, pero al menos para nosotros, expresa ideas similares de una forma que quizás nos ayude a recordar la importancia de esta petición:
Exaltado y santificado sea su gran nombre en el mundo que él creó conforme a su voluntad. Que su reino gobierne en tu vida, en tus días y en la vida de toda la casa de Israel, pronto y en tiempo cercano, y digamos amén.
Traducido por Micaela Ozores
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