Cuando era joven (hace ya muchos años), me gustaba mirar la película El violinista en el tejado, basada en el musical de 1964 (la mirábamos con una tecnología avanzada de aquel tiempo, el disco de video, ¿alguien lo recuerda?). El espectáculo tiene muchas melodías famosas, pero mi favorita es la canción “Si fuera un hombre rico”, interpretada por Tevye, el personaje principal, que expresa su deseo de tener una vida mejor dentro del crudo contexto de la persecución judía, la pobreza, la impotencia y la injusticia social.
Los animo a mirar el video de la canción de la película. Presten mucha atención a la letra (subtitulada):
La canción plasma con claridad que el dinero tiene dos caras. Por un lado, representa el poder y la provisión, que son necesarios en este “presente siglo malo” (Gá. 1:4). Por otro lado, permite que los hombres muestren avaricia y violencia. Podemos mencionar muchos ejemplos bíblicos negativos sobre el uso de las riquezas, como el de la reina Jezabel (1 R. 21:1-16), el rico insensato (Lc. 12:13-21) y Simón el mago (Hch. 8:14-24); pero también vemos muchos ejemplos de un uso piadoso de los bienes, como en el caso de Job (Job 29:12-16), David (1 Cr. 29), Nehemías (Neh. 13:31), Lidia (Hch. 16:13-15) y José de Arimatea (Jn. 19:38-42).
Pensemos en esto con detenimiento. Nuestras motivaciones y uso del dinero son indicadores clave que, de acuerdo con la Biblia, hablan de nuestra salud espiritual. «¿En qué punto el deseo de volverse un “hombre rico” se convierte en “amor al dinero” (en codicia y “la raíz de todos los males” [1 Ti. 6:10])?
¿Qué haría usted si realmente fuera un hombre rico o una mujer rica? ¿Cómo gastaría su dinero? ¿Qué estilo de vida adoptaría? Planteémoslo de otro modo: ¿Qué haría si tuviera un millón de dólares? O supongamos que es una persona normal, con un estilo de vida de clase media: ¿Cómo usaría unos $10 000 o $100 000 extra? ¿Usaría el dinero según las demandas del consumismo, para invertirlo en “tesoros en la tierra”, o lo invertiría en “tesoros en el cielo” (Mt. 6:19-21)?
Afortunadamente, para quienes tienen prosperidad económica, Pablo provee instrucciones muy específicas acerca de las riquezas. Leamos lo que dice en 1 Timoteo 6:17-19 y prestemos atención a lo que dice sobre las motivaciones y el uso del dinero:
A los ricos de este siglo mándales que no sean altivos, ni pongan su esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos. Mándales que hagan el bien, y que sean ricos en buenas obras, dadivosos y generosos; que atesoren para sí mismos un buen fundamento para el futuro, que se aferren a la vida eterna.
El verbo traducido como “hagan el bien”, que leemos en el versículo 18, es una palabra poco frecuente que aparece solamente aquí y en Hechos 14:16-17. En Hechos se refiere a Dios, aquel que da testimonio de sí mismo por medio de actos de bondad y generosidad:
En el pasado, Dios permitió que la gente anduviera por sus propios caminos, aunque no dejó de manifestar su poder al enviarnos toda clase de bienes, pues del cielo nos viene la lluvia, que hace fructificar la tierra para nuestro sustento y alegría.
Dios es bueno y su sustento en la creación da testimonio de su carácter. El punto de la cuestión es sencillo: las acciones revelan nuestra esencia. Nuestras actividades económicas son un testigo de nuestro carácter verdadero. En 1 Timoteo 6:18, “hagan el bien” manifiesta la verdadera naturaleza del corazón de la persona rica en relación con el dinero. Nuestras acciones en relación con el dinero dejan un testimonio, positivo o negativo, que Dios y la humanidad ven.
La expresión “hacer el bien” es calificada por tres términos y frases: “ser ricos en buenas obras”, “generosos” (“dador libre” o “colaborador dispuesto”), y “listo para compartir”. “Listo para compartir” viene de la palabra “koinonia”, parte de un gran grupo de palabras del cual derivan las palabras “participar”, “comunión” y “compañerismo”. Esto significa que una parte de la membresía y comunión de la iglesia conlleva una disposición a compartir recursos económicos.
El contexto más amplio de los versículos 17 y 19 puede resumirse de la siguiente manera. Pablo instruye a los ricos a abandonar las actitudes y los comportamientos nocivos sobre el dinero y los manda a adoptar conductas bíblicas. Dicho en términos figurados: el rico debe retirar sus ganancias del “banco terrenal” y depositarlas en el “banco celestial”. En el banco terrenal, el interés es bajo, pero la inversión es riesgosa; en cambio, en el banco celestial, el interés es alto, pero la inversión es muy segura.
En resumen, Pablo dice que los ricos debe obedecer el mandamiento: “Y no adopten las costumbres de este mundo, sino transfórmense por medio de la renovación de su mente» (Ro. 12:2). Deberían aprender y confesar junto a Pablo en Filipenses 4:11: “He aprendido a estar contento en cualquier situación”.
En términos específicos: los ricos deben hacer el bien con sus recursos. Deberían ver sus riquezas como un bien sobre el cual ejercen una mayordomía, para concebirlos como una oportunidad para mostrar misericordia y generosidad y hacer una inversión en la eternidad. Deberían hacer una evaluación madura sobre el dinero: que el dinero es sagrado, una prueba espiritual y un regalo muy peligroso. No deben someterse a los valores y métodos de Mamón (Mt. 6:24). Por el contrario, deben ser fieles y generosos, abundar en buenas obras, y ocuparse de las necesidades de las viudas, los pobres y los huérfanos (Mt. 25:35-45) y el ministerio de la iglesia (Ro. 12:13).