Introducción a la apologética: La revelación general

Un aspecto central de la cosmovisión bíblica es que Dios existe y se comunica. La doctrina de Dios declara que Él es muy diferente de los humanos, infinitamente más alto y exaltado. La calidad y cantidad de su conocimiento son incomprensiblemente más grandes que las nuestras. Sin embargo, la Biblia también afirma que su carácter es esencialmente comunicacional y que su revelación tiene sentido.

 Scott Oliphint escribió: “Una de las verdades más básicas de la fe cristiana es que, para que nosotros conozcamos a Dios, primero Él debe revelarnos quién es […]. La brecha que nos separa de Dios puede ser, y ha sido, salvada por Dios”. De manera similar, la Confesión de Fe de Westminster declara: “La distancia que hay entre Dios y la criatura es tan grande que aunque sus criaturas racionales le deben obediencia como su Creador, nunca podrían tener ninguna consciencia de Él como su bendición y recompensa, sino por medio de la condescendencia voluntaria de parte de Dios, la cual a Él le ha agradado expresar por medio de un pacto”.

La “condescendencia voluntaria” viene a la humanidad de dos formas: por la revelación general y por la revelación especial. Herman Bavinck lo resume de la siguiente manera:

La revelación general es el acto consciente y libre de Dios a través del cual, por medio de la naturaleza y la historia (en el sentido amplio, que por consiguiente incluye la experiencia de vida personal de cada uno), Él se da a conocer —específicamente, revela sus atributos de omnipotencia y sabiduría, ira y bondad— a humanos caídos, para que ellos se vuelvan a Él y guarden su ley o, ante la ausencia de tal arrepentimiento, sean inexcusables.

El Salmo 19:1-4 expresa que Dios se comunica a través de lo creado:

Los cielos cuentan la gloria de Dios, el firmamento proclama la obra de sus manos. Un día comparte al otro la noticia, una noche a la otra se lo hace saber. Sin palabras, sin lenguaje, sin una voz perceptible, por toda la tierra resuena su eco, ¡sus palabras llegan hasta los confines del mundo.

Del mismo modo, Pablo declara al pueblo de Listra: “Sin embargo, no ha dejado de dar testimonio de sí mismo haciendo el bien, dándoles lluvias del cielo y estaciones fructíferas, proporcionándoles comida y alegría de corazón” (Hch. 14:17).

El “testimonio” de Dios también se manifiesta en las muchas expresiones de la espiritualidad humana y en la curiosidad innata del hombre en cuanto a la naturaleza del mundo. Eclesiastés 3:11 declara que Dios “puso eternidad en el corazón del hombre”. Juan Calvino denominó a esto el “sentido de divinidad”. Blas Pascal escribió: “Hay un vacío con forma de Dios en el corazón de cada hombre, que no puede ser llenado por ninguna cosa creada, sino sólo por Dios, el Creador, que se dio a conocer a través de Jesús”. De manera similar, San Agustín declaró: “Nos has hecho para ti, Señor, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti”. Lucas observó el apetito espiritual de los seres humanos en medio de los entendidos de la antigua Atenas: “todos los atenienses y los extranjeros que vivían allí se pasaban el tiempo sin hacer otra cosa más que escuchar y comentar las últimas novedades” (Hch. 17:18-21).

El “sentido de eternidad” se manifiesta aun en estados mentales y emocionales que no suelen considerarse desde una perspectiva religiosa. El sociólogo Peter Berger describe un fenómeno psicológico al que llama “señales de trascendencia”. Él dice, por ejemplo, que el deseo de la humanidad de establecer orden y evitar el caos a cualquier costo refleja un anhelo innato de alcanzar un orden trascendente y al “dador del orden” que se halla fuera de este mundo. Berger argumenta que nuestro sentido intuitivo de justicia e indignación ante la presencia del mal apunta a una ley moral eterna y al dador de esa ley. Afirma también que el sentido del humor y de lo lúdico que es natural en los seres humanos testifica de un anhelo por el gozo eterno. Tal vez esta sea la razón por la que un escritor dijo: “El peor momento para un ateo es cuando se siente genuinamente agradecido, pero no tiene nadie a quien agradecer”.

Sin duda, los seres humanos son receptores, sujetos a la revelación. Romanos 1:18-20 afirma:

Ciertamente, la ira de Dios viene revelándose desde el cielo contra toda impiedad e injusticia de los seres humanos, que con su maldad obstruyen la verdad. Me explico: lo que se puede conocer acerca de Dios  es evidente para ellos, pues él mismo se lo ha revelado. Porque desde la creación del mundo las cualidades invisibles de Dios, es decir, su eterno poder y su naturaleza divina, se perciben claramente a través de lo que él creó, de modo que nadie tiene excusa.

La frase “lo que se puede conocer acerca de Dios” señala un conocimiento real y definitivo de Dios. El contenido de ese conocimiento incluye una consciencia de que Dios es Creador y Juez, así como una consciencia de su majestad, poder y ley moral. El término “revelado” designa una revelación de Dios y proveniente de Él, por medio de la cual lo que está oculto se hace manifiesto y resulta en una conducta ética y religiosa que se corresponde con la verdad revelada. El versículo 20 describe en mayor detalle el qué, dónde, cómo y cuándo de la revelación divina que Dios hizo de sí mismo. Específicamente, la “verdad” obstruida del versículo 18 se expresa como “lo que se puede conocer acerca de Dios” en el versículo 19, y luego en términos como “las cualidades invisibles de Dios” y “su eterno poder y su naturaleza divina” en el versículo 20. La frase del versículo 19 “para ellos” (“en su medio”, “dentro de ellos” o “entre ellos”) muestra dónde se manifiesta la revelación de Dios: a través de la naturaleza, en el alma de los seres humanos y en las relaciones humanas. La frase “se perciben claramente” se refiere a una percepción intuitiva y racional de la realidad en y detrás del cosmos. “Desde la creación del mundo” responde a la pregunta “¿desde cuándo?”. “A través de lo que Él creó” explica el medio o esfera donde se da la revelación.

 

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