Disonancia

(Definición: estado de conflicto mental o falta de armonía entre personas o ideas.

Antónimos: acuerdo, concordancia, armonía, paz)

Estoy leyendo un libro nuevo y muy interesante que se titula: The Faithful Artist: A Vision For Evangelicalism And The Arts [El artista fiel: una visión sobre el evangelicalismo y las artes] de Cameron J. Anderson. En la introducción, él explica que antes sentía una disonancia entre su iglesia y su pasión por el arte y describe esta discordancia como “la complicada convergencia entre mi fe evangélica y mi formación secular” (pág. 4). Mientras que él empezó a estudiar artes visuales “lleno de expectativas, creyendo que la pintura, la escultura, la litografía, el dibujo y la fotografía podían echar una luz nueva y más clara sobre cuestiones más profundas” (pág. 1), su comunidad cristiana se opuso con “severos cuestionamientos respecto de si el arte es una vocación legítima” y hasta llegó a considerar que su llamado era “una rendición ante el deseo carnal” (pág. 4).

En retrospectiva, Cameron observa que tuvo que superar “tres barreras casi infranqueables” (pág. 2) para desenvolverse en su vocación por las artes visuales. La primera fue “la falta de un mentor”. Él no tuvo el apoyo y la guía de un cristiano maduro y empático. Por eso, escribe: “carecía de una apologética que estuviera lista […] para responder qué y cómo podía contribuir a la iglesia y a la misión cristiana una iniciativa como esta” (págs. 2-3, énfasis del autor). El segundo obstáculo fue “la baja estima en que su iglesia tenía las artes visuales”, que oscilaba entre “la ambivalencia y la hostilidad” (pág. 3), así como su “palpable menosprecio por el arte moderno”(pág. 3) . Además, él escribe que “para recalcar sus reservas al respecto, se basaban en una mala exégesis bíblica, falsas dicotomías y anécdotas escandalosas” (pág. 5). La tercera barrera era “la hostilidad del mundo artístico hacia la fe religiosa”, que se debe a su cosmovisión secular, moderna y posmoderna.

Sospecho que esa disonancia que Cameron experimentó con su llamado tiene un correlato en lo que muchos cristianos de Argentina viven en su iglesia hoy en día (endisonancia especial, cristianos de 20 a 40 años de edad). Muchos me han hablado de la “complicada convergencia” entre las convicciones evangélicas y su formación o profesión secular. La mayoría no logra reconciliar fácilmente lo que escucha en la iglesia con lo que vive en el mundo. Algunos se han encontrado con “la baja estima” de la iglesia, con su “palpable menosprecio”, con “la ambivalencia y la hostilidad” e, incluso, a veces, con la “mala exégesis bíblica” de quienes buscan justificar sus objeciones a una profesión o aspiración de servir a Dios en la esfera pública. Algunos pastores expresan “severos cuestionamientos respecto de si _______ es una vocación legítima”.

Voy a darles algunos ejemplos (los nombres de las personas son ficticios): Matías es un profesor universitario que lucha contra la hegemonía del naturalismo en su facultad. Pedro se esfuerza para expresar su cosmovisión bíblica mediante la pintura. Gustavo batalla para reconciliar la Biblia con la biología. Pablo se debate cómo aplicar la cosmovisión bíblica al mundo del marketing y los emprendimientos. Jorge tiene la visión de que los cristianos pueden ganar terreno en el ámbito de la política y las políticas públicas. Silvia se pregunta cómo integrar la fe y la filosofía.  Martín intenta hallar lazos entre la espiritualidad cristiana y el materialismo de su facultad de psicología. Débora se siente amenazada por la cosmovisión secular que pregona la facultad de medicina. Por último, después de asistir a un curso de nueve horas que dicté yo, una mujer que trabaja con jóvenes me compartió su preocupación: “Tres noches no alcanzan para instruirnos. Ni siquiera sabemos cómo procesar toda la información. Necesitamos más estudio bíblico y teológico. Trabajo con jóvenes y sé que no están preparados para la universidad y los desafíos a los que va a ser sometida su fe”.

Cada una de estas personas, con frecuencia, siente que está aislada y que nadie la respalda en su iglesia, en un sentido tanto espiritual como intelectual. A veces, la postura de sus comunidades es incluso hostil, como si ellos estuvieran haciendo “obras del diablo” o como si se involucraran en una lucha “mundana” que no es digna de un cristiano serio. Sin embargo, la mayor parte del tiempo, lo que encuentran es indiferencia. Sus líderes religiosos no suelen integrar la cosmovisión bíblica a su contexto cultural e intelectual. En muchas ocasiones, el Evangelio, el llamado y la espiritualidad son conceptos que se conciben desde una perspectiva muy limitada. La dimensión intelectual de la Palabra de Dios y la fe se pasan por alto. Lamentablemente, muchas comunidades cristianas ni siquiera se dan por enteradas de las preguntas que muchos cristianos enfrentan en su lugar de estudio o de trabajo y ni hablar de las respuestas que con tanta urgencia necesitan. ¿Acaso contamos con una espiritualidad evangélica para el ámbito público y el mercado de las ideas?

¿Qué podemos hacer al respecto? Consideremos las tres barreras que menciona Cameron. La primera es la falta de un mentor. Los líderes de iglesias podrían aprender a escuchar mejor y a mostrar más empatía con los estudiantes universitarios y jóvenes profesionales de sus congregaciones. Pregúntenles cuáles son sus preguntas y batallas. Apóyenlos en oración y reflexión. Conviértanse en sus defensores. Segundo, las iglesias necesitan desarrollar una teología más robusta sobre la gracia común y el llamamiento. Esfuércense para minimizar la influencia de la distinción entre lo sagrado y lo secular, porque Cristo es Señor todos los días de la semana y sobre todas las profesiones. Tercero, sería de gran utilidad ofrecer programas que permitan estudiar cosmovisión, apologética y teología para enseñarle a los cristianos a ser embajadores en el mercado de las ideas, de modo que puedan expresar, explicar y defender su fe.

Siguiendo este camino, quizás la disonancia entre la doctrina y el mundo, la piedad y la profesión, pueda reducirse. Quizás, estudiantes, profesionales y líderes de iglesia juntos puedan elaborar una “apologética” para entender “qué y cómo [puede] contribuir a la iglesia y a la misión cristiana una iniciativa como [la suya]” (págs. 2-3). De esta manera, también podrán hacer aportes significativos al bien común para la gloria de Dios.

 

4 comentarios

  1. Hola, muy bueno Richard L. Smith.
    A mi parecer hay una carencia espiritual en los jóvenes, hay falta de convicción = certeza, verdad de lo que pensamos y sentimos.
    También hay malos líderes, que no saben capacitar a sus discípulos, no le enseñar a discentir lo correcto de lo incorrecto.
    Los líderes deben guardar sus pensamientos personales delante de la persona que busca un consejo, ya que lo primero que nos pasa por la cabeza es pensar que no es de Dios su carrera o juzgar a la persona por elegir esa carrera.
    En lo personal durante 6 años estudie la carrera de actor y director de teatro y Tv, en la misma me cruce con muchos líderes que en ves de aconsejar, me juzgaron, en vez de ser una guía fueron la piedra de tropiezo.
    La realidad es que me aparte de Dios por lo que los demás me decían que Dios pensaba de mi. Un día tuve que decidir si lo próximo a hacer era la voluntad de Dios o no? Para recibirme tenia que rendir una materia llamada Contacto (era muy obsceno lo que pedian) e ahí que Dios me liberó y dije que no al instante.
    Lo hice porque más allá de estar apartado de Dios, mi creencia y mis bases eran otras pude elegir sabiameté.

    Creo que falta capacitación de Dios en los líderes, los pastores también entran en la cuenta.

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    1. Durante mucho tiempo pensé lo mismo, pensaba en la falencia e ignorancia de los llamados «lideres», tambien llegué a culpar a pastores por no enseñar y/o poner lideres sin conocimientos doctrinales y en la empatía….mejor ni hablar! Después de haberme apartado del camino y con una difícil decisión de volverme…entendí que el único responsable de mis éxitos o fracasos…era yo mismo…nadie me enseñó a discernir, nadie me enseñó la palabra, bajo mi responsabilidad y mi decisión me entregué a la fe que creía profesaba..comencé a creer y a experimentar por mi mismo la fe que hablaba a otros y la que otros hablaban…en síntesis…tenemos la decisión de seguir en lo que querramos hacer y tenemos al Espíritu Santo..tan nombrado pero poco consultado, para que nuestras decisiones no sean erróneas y por ende sea de provecho para nosotros y para los demás..saludos!

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  2. Es verdad, nosotros muchas veces tenemos la tendencia de categorizar pensamientos, ideas, vocaciones, etc., encajadolos para «organizar» nuestro mundo. Creo que los cristianos (me incluyo) somos muy rápidos a decir (o por lo menos pensar) que una vocación o actividad es más espiritual que otra y nos aislamos para tener un mundo más seguro y predictable y, al final creamos un mundo que no parece nada a lo que Jesús describe en el evangelio. Un blog muy interesante para seguir charlando el tema… gracias Richard.

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  3. Interesante tema Richard.
    Es triste comprobar como se ha desarrollado el concepto (y la práctica) de un cristianismo de «iglesia» y otro cristianismo para la «sociedad»,
    En este tenemos mucha responsabilidad quienes tenemos un largo tiempo como cristianos ya que no hemos desarrollado en las personas jóvenes la capacidad de animar, dirigir y estimular un pensamiento crítico a la luz de las escrituras, refugiándonos en conceptos y posiciones culturales y tradicionales, que muchas veces no resisten un análisis a la luz de la palabra. Y peor aún, siendo críticos e intolerantes desde una perspectiva carnal.
    Estoy convencido que líderes sabios pueden colaborar en la formación de los jóvenes siendo ejemplo de tolerancia, escuchando, confrontando sabiamente, debatiendo con franqueza y sinceridad, respetando la natural inquietud que existe en los jóvenes.
    Creo que es esencial vivir consecuentemente el evangelio pues así seremos creíbles y nuestro ejemplo será relevante para quienes nos observan.

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