Publiqué este blog sobre la oración y el sufrimiento en 2017. Sería una buena idea volver a leerlo ahora, al cierre de 2020.
Estoy seguro de que no soy profeta, pero aun así puedo predecir que, a lo largo de su vida, tanto como individuos como de forma colectiva, van a experimentar mucho sufrimiento. Necesitan saber cómo entenderlo. Necesitan saber cómo orar en esos momentos.
Según la cosmovisión bíblica, todos sufren. No obstante, no se suele enseñar en muchas iglesias cómo orar cuando atravesamos un período de sufrimiento. Es un tema que “no vende”. No siempre nos hace sentir bien con nosotros mismos. De hecho, me imagino que algunos de ustedes deben estar pensando sobre este blog: “Perfecto. Vamos a aprender cómo amargarnos y hablar de lo infelices que podemos ser”.
Sin embargo, voy a demostrarles que muchos de ustedes están sufriendo ahora mismo. Ahora mismo están lamentándose y algunos de ustedes están luchando con la intensidad de los sentimientos negativos que ese sufrimiento les genera. Por ejemplo, ¿cuántos de ustedes vivieron alguna de las siguientes situaciones en carne propia o conocen a alguien que las haya vivido?:
- instancias de violencia física, psicológica o sexual;
- la bancarrota;
- una enfermedad crónica o terminal;
- una violación o abuso sexual;
- un robo;
- un incendio que les hizo perder una casa o un negocio;
- un aborto espontáneo o la muerte de un hijo pequeño;
- una lesión grave o una muerte a causa de un accidente trágico;
- la persecución o el rechazo a causa de su fe;
- la pérdida prematura de un padre, esposo, esposa, algún otro miembro de su familia o un amigo especial;
- el rechazo en una entrevista laboral para un trabajo que necesitaban con desesperación;
- tiempos en los que Dios pareció estar distante o callado;
- el rechazo injusto frente a la oportunidad que estaban buscando;
- casarse con una persona que luego abandonó la fe;
- tiempos de larga espera esperando que Dios cumpliera un deseo profundo o supliera una necesidad muy grande;
- casarse con alguien que vivió una doble vida o fue infiel;
- el divorcio;
- vivir en un lugar donde la situación económica o social daba muy poca esperanza de salir adelante;
- vivir en un lugar donde la situación económica y social fuera inestable e incluso peligrosa;
- necesitar cuidados médicos especiales y no tenerlos;
- un desastre natural;
- ser víctima de un delito o de la corrupción política;
- tener un hijo que toma decisiones imprudentes y dañinas;
- la adicción a una sustancia o hábito perjudicial.
Todos sufrimos y las causas son innumerables. Pablo dice que vivimos en “este presente siglo malo” (Gálatas 1:4). Eclesiastés 1:14 declara: “He visto todas las obras que se han hecho bajo el sol, y he aquí, todo es vanidad y correr tras el viento”. Salmos 90:10 dice que “los días de nuestra vida” son “solo trabajo y pesar”. Jesús mismo nos advirtió: “en el mundo tendrán aflicción” (Juan 16:33) y “bástele a cada día sus propios problemas” (Mateo 6:34). Pablo dice: “sufre penalidades conmigo, como buen soldado de Cristo Jesús” (2 Timoteo 2:3).
Sin embargo, nadie ha sufrido más que Jesús, y Él también nos muestra cómo orar en medio del sufrimiento. Jesús oró con honestidad y recitando los Salmos en sus momentos de mayor aflicción. Debemos aprender a orar como Él, es decir, a expresar nuestro lamento como los Salmos.* Por ejemplo, en la cruz Cristo oró:
“Dios mío, Dios mío, ¿por qué me has desamparado? ¿Por qué estás tan lejos de mi salvación, y de las palabras de mi clamor?” de Salmos 22:1, en Mateo 27:46.
“En tus manos encomiendo mi espíritu; tú me has redimido, oh SEÑOR, Dios de verdad” de Salmos 31:5, en Lucas 23:46.
“Y por comida me dieron hiel, y para mi sed me dieron a beber vinagre” de Salmos 69:21, al que se alude en Juan 19:28.
El género de la lamentación en los Salmos presenta cinco elementos que pueden ocurrir en cualquier orden. Además, cualquiera de esos elementos puede aparecer más de una vez o a veces omitirse:
El clamor a Dios: “Escucha mi voz, oh Dios, en mi queja” (Salmos 64:1). El clamor tiende a ser personal e íntimo y muchas veces se vale de las frases “oh Dios” o “Dios mío”.
La lamentación o queja: El salmista describe la crisis o el motivo de su salmo, como por ejemplo, el aislamiento, el encarcelamiento, la destrucción, el salmista mismo (sus propios pecados, pensamientos y acciones), una enfermedad e incluso Dios mismo (sus pruebas y tribulaciones).
La petición: El salmista suele proferir su pedido en la forma de un audaz imperativo. A veces, se lamenta porque Dios se muestra ausente o distante, porque parece ser indiferente o no escucharlo (y se pregunta ¿por qué?: Salmos 10:1,13; 22:1; 42:9; 43:2; 44:23-24; 74:1,11; 80:12; 88:14; ¿hasta cuándo?: Salmos 6:3; 13;1,2; 35:17; 74:9-10; 79:5; 80:2; 89:46; 90:13; 94:3; 119:84; y reclama ante el silencio divino: Salmos 28:1; 30:12; 35:22; 83:1; 109:1; 18:41; 66:18-19; 27:9; 44:23-25; 77:7-9; 88:14).
La declaración de confianza en Dios: El salmista expresa esperanza y la certeza de haber sido oído. Hay una declaración de confianza en Dios a pesar de la situación conflictiva. Muchas veces, estas lamentaciones pasan por una transición de la desesperación a la esperanza por medio de palabras como “pero”, “aun así”, “aunque” y “ciertamente”.
La promesa de adorar a Dios: Las lamentaciones suelen mencionar una promesa de futura alabanza o del futuro pago de votos para honrar a Dios en público o en lo íntimo por las bendiciones recibidas.
El Salmo 54 es un claro y breve ejemplo de cada uno de los elementos que constituyen la lamentación:
El clamor a Dios: «Escucha mi oración, oh Dios, presta oído a las palabras de mi boca.” (v. 2)
La lamentación o queja: “Porque extraños se han levantado contra mí, y hombres violentos buscan mi vida; no han puesto a Dios delante de sí.” (v. 3)
La petición: “¡Sálvame! Oh Dios, por tu nombre, y hazme justicia con tu poder […]; destrúyelos por tu fidelidad.” (vv. 1, 5b)
La declaración de confianza en Dios: “He aquí, Dios es el que me ayuda; el Señor es el que sostiene mi alma. Él devolverá el mal a mis enemigos.” (vv. 4-5a)
La promesa de adorar a Dios: “Voluntariamente sacrificaré a ti; alabaré tu nombre, oh Señor, porque es bueno. Porque Él me ha librado de toda angustia, y mis ojos han visto a mis enemigos derrotados.” (vv. 6-7)
A modo de resumen, podemos citar a Walter Brueggemann, erudito del Antiguo Testamento, quien expresa claramente el propósito de la lamentación bíblica:
Dios es Aquel que está presente, participa y está atento en medio de la oscuridad, la debilidad y los exilios de la vida. Yahweh tiene la respuesta para el caos. Por eso, el salmista espera aunque esté desorientado. No hay otro tribunal de apelación. Jehová es Aquel que libra al débil y al necesitado que no puede librarse a sí mismo […] ni lograr aquello que solo Jehová puede lograr, pues solo Él tiene la voluntad de responder, los recursos para cambiar la situación y la obligación mediante su pacto de intervenir. […] Su grandeza se revela en términos de rescate.
Brueggemann también explica la motivación y la fe inherentes a la lamentación según la cosmovisión bíblica:
La confianza en Dios no conduce a la aceptación pasiva. Nos lleva a orar y pedir con enérgica insistencia por estos temas, a insistir en la transformación que solo Dios puede generar. Aun en medio de la desorientación, la fe persistente batalla en pos de lo nuevo. La confianza en Jehová conduce a una celosa insistencia en el cambio, y el cambio llega por medio de la lamentación.
Por eso, debemos aprender a orar como Jesús cuando suframos, usando el género de la lamentación: clamar a Dios, lamentarnos o quejarnos, hacer nuestra petición, declarar nuestra confianza en Dios y darle la promesa de adorarlo.
Traducido por Micaela Ozores
* Lamentaciones para orar como individuos: 3, 4, 5, 7, 9-10, 13, 14, 17, 22, 25, 26, 27, 28, 31, 36, 39, 40:12-17, 41, 42-43, 52, 53, 54, 55, 56, 57, 59, 61, 64, 70, 71, 77, 86, 89, 120, 139, 141, 142. Lamentaciones para orar en comunidad: 12, 44, 58, 60, 74, 79, 80, 83, 85, 89, 90, 94, 123, 126, 129.