Esta es la cuarta entrega de una serie de cinco blogs sobre la mentalidad que Dios desea hallar en su pueblo.
Te invito a leer juntos Deuteronomio 4:9, 15-16, 19 y 23 para seguir explorando cómo es la mentalidad que Dios desea hallar en nosotros, la mente a la que se refiere cuando dice: “Cómo quisiera yo que tuvieran tal corazón” (Dt. 5:29). En estos versículos de Deuteronomio 4, se ilustra una mente que está alerta con frases como “ten cuidado”, “guarda tu alma” y “no se aparten de tu corazón [estas cosas]” (según la versión bíblica), siempre acompañadas de un “para que no”, “no vaya a ser que” o formulaciones semejantes.
9 Por lo tanto, ten cuidado [o guarda tu alma con diligencia]. Ten mucho cuidado de no olvidar nada de todo lo que tus ojos han visto. Que no se aparten de tu corazón en ningún momento de tu vida. Al contrario, enséñales esto a tus hijos, y a los hijos de tus hijos […].
15 El día que el Señor les habló desde el fuego ustedes no vieron ninguna figura. Así que tengan mucho cuidado,
16 para que no se corrompan al hacerse esculturas, o imágenes de alguna figura, o efigies de hombres o mujeres […].
19 No vaya a ser que levantes los ojos al cielo y, al ver el sol y la luna y las estrellas, y todas las huestes celestiales, sientas el impulso de inclinarte ante ellos y adorarlos. Todos ellos los ha concedido el Señor tu Dios a todos los pueblos debajo de los cielos […].
23 Tengan cuidado de no olvidarse del pacto que el Señor su Dios estableció con ustedes. No se hagan ninguna escultura ni imagen de todo lo que el Señor tu Dios les ha prohibido […].
En este pasaje, el estado de alerta mental y la precaución frente a la posibilidad de dirigir nuestra adoración al objeto incorrecto se presentan como actitudes antagónicas al olvido y la desobediencia. Las frases referidas al cuidado y el resguardo, acompañadas de los “para que no”, nos enseñan que debemos ser diligentes en el cuidado de nuestra alma para no caer en el pecado de adorar a dioses falsos. La mente que está alerta logra resistirse a la tendencia de pasar por alto lo más importante (Dios) o de abrazar lo que más nos destruye (la idolatría).
Además, la mente que está atenta y vigilante demuestra ser consciente del contexto situacional. Interpreta los desafíos actuales a la luz de un panorama más amplio y los sitúa en el contexto teológico adecuado. En Deuteronomio 7 y 8, se destacan dos contextos en los que existe una aguda vulnerabilidad espiritual y en los que es necesario mantenerse atentos.
El primer caso es la asimilación cultural de la antigua Israel: la tendencia del pueblo a entremezclarse con otras culturas de Canaán era una peligrosa consecuencia de una actitud negligente. Dios había ordenado a Israel que destruyeran a los cananeos (Dt. 7:2) y, ante todo, que no hicieran pactos ni se casaran con ellos (v. 3). La razón que Dios aduce es que esa interacción haría que algunos se desviaran y dejaran de seguir al Señor para servir a otros dioses (Dt. 7:4; 8:19). Las cosmovisiones alternativas serían un tropiezo (Dt. 7:16) o una tentación que haría caer (Dt. 7:25) a los que se acercaran a ellas con una curiosidad indisciplinada. Por eso, Moisés advirtió al pueblo que no indagaran sobre las otras religiones, que ni siquiera preguntaran sobre ellas (Dt. 12:30; 18:11) y que no prestaran oído a los que anuncian propuestas espirituales que distorsionan lo establecido por Dios (Dt. 13:3, 8; 18:14).
Hoy en día, el peligro espiritual que suponen las cosmovisiones alternativas es aun más grave. Debemos tener cuidado y saber discernir entre la diversidad y pluralidad de cosmovisiones; también necesitamos ser precavidos ante la idea vigente de que todas las cosmovisiones son distintos caminos hacia el mismo destino, lo que llamamos perspectivismo o pluralismo. Es claro que necesitamos disciplinar nuestra curiosidad. Como dijo Jesús, debemos ser “prudentes como serpientes y sencillos como palomas” (Mt. 10:16).
Un segundo contexto de vulnerabilidad espiritual es el de la prosperidad. Según Deuteronomio 8, Israel se enfrentaría a la tentación de refugiarse en las riquezas y el poder adquirido durante los tiempos de paz y seguridad. En los versículos 7 al 10, Moisés describe la “buena tierra” a la que Dios los introducía, donde nada les faltaría y comerían con abundancia. El efecto esperado era que Israel alabara a Dios por todo lo que él les había provisto, pero en el versículo 11 vemos a Moisés hablando con aires de gravedad, advirtiéndoles de los peligros de la prosperidad y de la falsa sensación de empoderamiento que producen las riquezas en quien las posee:
11 ¡Cuidado! No vayas a olvidarte del Señor tu Dios […].
12 No vaya a ser que luego de que comas y te sacies, y edifiques buenas casas y las habites,
13 y tus vacas y tus ovejas aumenten en número, y la plata y el oro se te multipliquen, y todo lo que tengas aumente,
14 tu corazón se enorgullezca y te olvides del Señor tu Dios […].
17 No vayas a decir en tu corazón: “Mi poder y la fuerza de mi brazo me han hecho ganar estas riquezas”.
El remedio que Moisés propuso para esta forma primitiva de consumismo o del evangelio de la prosperidad era estar alerta: tener la disciplina mental y espiritual de hacer memoria continuamente de su pacto con Dios y renovar su compromiso de forma constante. Moisés les dijo: “acuérdate del Señor tu Dios, porque él es quien te da el poder de ganar esas riquezas, a fin de confirmar el pacto que hizo con tus padres, como en este día” (Dt. 8:18).
Muchos líderes cristianos han comentado que el consumismo es la mayor amenaza que enfrenta la iglesia. El consumismo consagra una actitud reivindicativa y orgullosa que se expresa en una breve frase: “Mi poder y la fuerza de mi brazo me han hecho ganar estas riquezas”. El consumismo nos dice que el sentido de la vida está en los placeres terrenales y en lo que se puede comprar. De hecho, es una forma de imperialismo cultural que dista mucho de la justicia económica y de la igualdad de oportunidades económicas.
No cabe duda de que estos dos peligros espirituales —la adoración falsa y el consumismo— son tan reales hoy como lo fueron hace miles de años. ¿Entendemos la necesidad de mantenernos en un estado de vigilancia espiritual? ¿Nos damos cuenta de lo importante que es resguardar nuestra mente mientras habitamos en medio del mercado espiritual moderno?
Traducido por Micaela Ozores