En las primeras tres peticiones del Padrenuestro, el énfasis está puesto sobre el nombre de Dios y su reino. Las siguientes tres peticiones tratan de nuestras necesidades.
El pan nuestro de cada día, dánoslo hoy
Hay una actitud importante que hace que esta oración sea genuina: la dependencia de Dios para obtener todo que verdaderamente necesitamos. Esto aplica no sólo a nuestras necesidades cotidianas, sino también a nuestro estilo de vida en general: nuestra educación para obtener un empleo, nuestro trabajo, nuestra vivienda, nuestra vestimenta y otras necesidades. Esta petición reconoce que Dios es nuestro proveedor y que debemos “[poner] la esperanza […] en el Dios vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfrutemos” (1 Ti. 6:17).
Esta oración no pide a Dios lujos, como sería el último modelo de televisión de pantalla plana o el mejor crucero por Europa. Es tan distinta de lo que conocemos como el “evangelio de la prosperidad”. Este pedido no trata de nuestras ambiciones, sino de nuestras necesidades. Por lo tanto, la actitud básica que requiere esta oración es el contentamiento y la sencillez. San Agustín dijo: “Dios provee donde encuentra manos vacías”. Recordemos lo que dijo Pablo: “Sé vivir humildemente, y sé tener abundancia; en todo y por todo estoy enseñado, así para estar saciado como para tener hambre, así para tener abundancia como para padecer necesidad” (Fil. 4:12). Tengamos en mente también la oración sobre el dinero que se encuentra en Proverbios 30:8-9:
No me des pobreza ni riquezas; mantenme del pan necesario; no sea que me sacie, y te niegue, y diga: ¿Quién es Jehová? O que, siendo pobre, hurte, y blasfeme el nombre de mi Dios.
Sin embargo, esta frase del Padrenuestro pide más que sólo alimento. Habla de nuestra necesidad del pan de vida, la Palabra de Dios. Cuando pedimos “el pan nuestro de cada día”, también estamos pidiendo a Dios la guía e instrucción de su Palabra, que él nos ayude a madurar y crecer en sabiduría día a día. Le estamos pidiendo que nos dé comida para el alma.
Perdona nuestras deudas, así como nosotros perdonamos a nuestros deudores
Hay otra actitud importante que vuelve esta oración una súplica real: la conciencia de que somos pecadores necesitados de la misericordia y el perdón de Dios. Sabemos que no somos totalmente santos. Sabemos que pecamos por acción y omisión. También sabemos que Dios sabe que pecamos. Por consiguiente, así como dependemos de la provisión diaria del pan que Dios nos da, dependemos de Dios en el perdón que necesitamos a diario.
En segundo lugar, pedir perdón y perdonar a los demás indica que no tenemos pretensiones de superioridad. Recordemos la historia del fariseo que se regodeaba considerando la situación del publicano.
Dos hombres subieron al templo a orar: uno era fariseo, y el otro publicano. El fariseo, puesto en pie, oraba consigo mismo de esta manera: Dios, te doy gracias porque no soy como los otros hombres, ladrones, injustos, adúlteros, ni aun como este publicano; ayuno dos veces a la semana, doy diezmos de todo lo que gano (Lc. 18:10-12).
La actitud propia del Padrenuestro es la del pecador, no la del fariseo. Consideremos el famoso dicho: “Allí estaría, de no ser por la gracia de Dios”.
En tercer lugar, hay una condición crucial que debemos cumplir para recibir el perdón de Dios: nosotros también debemos perdonar a los demás. Lo que eso significa es que no permitimos que los pecados de los demás nos separen de ellos, así como Dios no permite que nuestros propios pecados arruinen nuestra relación con él. También significa que, cuando algo se interpone entre nosotros, no tomamos la ofensa como un arma para levantar una barrera entre nosotros ni para herir al otro. Perdonar significa invitar a otro pecador a reanudar la comunión con nosotros. Aun así, creo que esta petición nos permite pedir a Dios la gracia para perdonar y sanar cuando sea que alguien peca contra nosotros.
No nos dejes caer en la tentación, más líbranos del mal
Primero, consideremos dos aclaraciones que necesitamos para entender el texto. La palabra “tentación” significa “prueba”, y la palabra “mal” probablemente signifique “el maligno” o, específicamente, Satanás. Segundo, esta es una oración que pide a Dios que nos proteja tanto del maligno como de nosotros mismos. La Biblia dice que el corazón es engañoso y perverso y que somos poseedores de una enorme capacidad de pecar. Por más que pensemos que somos santos, la realidad demuestra lo contrario.
Hay una antigua plegaria judía que dice lo siguiente: “Aparta mis pies del poder del pecado y no me lleves hacia el poder de la iniquidad, ni el poder de la tentación, ni el poder de nada vergonzoso”. Es un pedido de protección contra el pecado. Al orar el Padrenuestro, lo que pedimos es: “Señor, que no haya nada en mí que te obligue a ponerme a prueba con tal de revelar qué hay en mi corazón”. El mensaje es similar a la oración de Salmos 139:23-24: “Examíname, oh Dios, y conoce mi corazón; pruébame y conoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad, y guíame en el camino eterno”. En esta oración, también estamos pidiendo a Dios que nos guarde de la apostasía y de deshonrar su nombre, o a su pueblo, o a aquellos que amamos, o incluso a nosotros mismos.
Tercero, esta es una petición que reconoce nuestra impotencia ante el diablo. Él tiene un poder sobrenatural y sabe cómo manipular el corazón humano. Por eso, pedimos a nuestro Padre que nos ayude y proteja para que no empeoremos las cosas cuando enfrentamos tentaciones y tribulaciones que prueban nuestra fe.
Cuarto, con esta petición pedimos a Dios que nos proteja de las cosas malas que pudieran sucedernos. Decimos a nuestro Padre: “Si es posible, pasa de mí esta copa”. La verdad es que muchas veces no podemos soportar la presión. A veces, pecamos. A veces, pecamos en respuesta a los pecados de los demás contra nosotros. Por otro lado, desde un punto de vista positivo, esta es una oración que pide que Dios sea glorificado en nuestras pruebas y tribulaciones. Por eso, oramos: “pero no sea como yo quiero, sino como tú”.
Como hemos visto, hay una condición crucial que debemos reunir para que esta oración surta efecto. Debemos tener una relación con el Padre. Si usted no la tiene, busque a Dios en oración, confesión y arrepentimiento. Pídale a Jesús que lo redima. Hágalo hoy. Hable con su pastor o con un amigo cristiano de confianza. Si usted ya disfruta de esta relación con Dios el Padre, pídale a él que profundice y amplíe su capacidad de orar.
Traducido por Micaela Ozores