El propósito del Shemá (Deuteronomio 6:4-5)

A menudo hablamos de espiritualidad holística, un concepto expresado en el Shemá:

Escucha, oh Israel, el Señor es nuestro Dios, el Señor uno es.  Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alma y con toda tu fuerza.

Aquí vemos una declaración indicativa de verdad teológica: «El Señor nuestro Dios, el Señor es uno», seguido de un imperativo, que dice: «[Por tanto], marás al Señor tu Dios con todo tu corazón [mente], con toda tu alma y con toda tu fuerza.»

Este pasaje muestra que todo nuestro ser debe expresar amor y lealtad a Dios. Enseña que una mente que piensa correctamente produce un alma (con sus motivaciones y pasiones) que desea correctamente, lo que se expresa concretamente en la forma en que vivimos. En el Nuevo Testamento, Jesús añadió al Shemá el mandamiento paralelo que indica que la verdadera espiritualidad incluye amar al prójimo.

Esta es la razón por la que también podemos llamar espiritualidad holística a la espiritualidad auténtica, porque nuestro amor fluye de lo que realmente somos. Expresamos el Shemá en toda nuestra singularidad individual.

Por lo tanto, este es el primer propósito del Shemá: producir individuos auténticos que honren a Dios y amen a los demás con todo su ser.

Pero hay un segundo propósito del Shemá. Dentro de su contexto del Antiguo Testamento, el Shemá es, después de todo, un mandamiento, lo que Jesús llamó el Mandamiento Más Grande (Marcos 12:28-30).

A continuación, se presentan seis textos de Deuteronomio, el libro de la ley o pacto de Dios. Verán varios temas que demuestran el propósito de la ley de Dios. Fíjense en el vocabulario en negrita:

Así pues, guardarás sus estatutos y sus mandamientos que yo te ordeno hoy, a fin de que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti, y para que prolongues tus días sobre la tierra que el Señor tu Dios te da para siempre. (Deut 4:40)

 Andad en todo el camino que el Señor vuestro Dios os ha mandado, a fin de que viváis y os vaya bien, y prolonguéis vuestros días en la tierra que vais a poseer. (Deut 5:33)

 Escucha, pues, oh Israel, y cuida de hacerlo, para que te vaya bien y te multipliques en gran manera, en una tierra que mana leche y miel, tal como el Señor, el Dios de tus padres, te ha prometido. (Deut 6:3)

 Y harás lo que es justo y bueno a los ojos del Señor, para que te vaya bien, y para que entres y tomes posesión de la buena tierra que el Señor juró que daría a tus padres. (6:18)

 Escucha con cuidado todas estas palabras que te mando, para que te vaya bien a ti y a tus hijos después de ti para siempre, porque estarás haciendo lo que es bueno y justo delante del Señor tu Dios. (Deut 12:28)

Podemos ver claramente que la intención de Dios es benevolente. Quiere que su pueblo prospere. Quiere que florezcan. En términos del evangelio de Juan, Dios quiere que experimentemos la verdadera «vida» al obedecer sus mandamientos, especialmente el Shemá.

Dios desea que nuestra religión sea holística y auténtica, para que nos convirtamos en una bendición en todos los sentidos. Por lo tanto, obedecemos el Shemá para honrar a Dios, pero también para florecer y servir a los demás.

Hay otro versículo a considerar de Deuteronomio. Es el pasaje del que obtuve el título de mi libro, Such a Mind as This. El contexto concierne a la teofanía dramática en el Monte Sinaí y la entrega de los Diez Mandamientos (Éxodo 1920). La gente se sintió abrumada por la majestad de Dios, y él comentó acerca de su punto de vista:

¡Ojalá siempre tuvieran tal corazón, que me temieran y guardaran todos los días todos mis mandamientos, para que a ellos y a sus hijos les fuera bien para siempre! (Deut 5:29)

Este versículo muestra lo que significa amar a Dios con la mente de acuerdo con el Shemá: temer a Dios y obedecer sus mandamientos.  También muestra que el temor y la obediencia producen bondad y prosperidad, que «a fin de que te vaya bien» para nosotros.

Por lo tanto, cuando obedecemos el Shemá, nos posicionamos para prosperar y florecer. Este es, al menos en parte, su propósito y una razón por la que aprendemos a amar a Dios intelectualmente.

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